El invento de Da Vinci de hace 500 años que podría revolucionar los drones actuales
Hace más de cinco siglos Leonardo imaginó en sus cuadernos un “tornillo aéreo”
Leonardo da Vinci pudo sufrir TDAH
En un giro asombroso de los acontecimientos, la ingeniería del siglo XXI se ha rendido, aunque con reverencia científica, ante la visión onírica de un genio renacentista. Leonardo da Vinci, que hace más de cinco siglos imaginó en sus cuadernos un “tornillo aéreo” como semilla para lo que podría ser una máquina capaz de conquistar el cielo, podría estar a punto de revolucionar el diseño de drones actuales.
Lo que fue concebido como una especulación estética y mecánica en torno a 1487 ha cobrado nueva vida gracias a un equipo de la Universidad Johns Hopkins, cuyo trabajo interdisciplinar ha demostrado que el modelo helicoidal de Da Vinci no solo vuela en teoría, sino que podría superar en eficiencia y silencio a los diseños modernos más avanzados.
El retorno de una hélice imposible
La investigación, liderada por el profesor Rajat Mittal, ha utilizado complejas simulaciones de dinámica de fluidos y modelado acústico para comparar el clásico rotor de dos palas con un prototipo inspirado directamente en el diseño helicoidal de Da Vinci. Los resultados, publicados en arXiv, han dejado a la comunidad científica tan asombrada como encantad.
Y es que los datos denotan que el “tornillo aéreo” genera la misma sustentación que un rotor convencional, pero con un consumo energético hasta un 20% menor y una drástica reducción en la firma acústica. Un hallazgo que desarticula siglos de prejuicio tecnológico y devuelve al ideario de Leonardo el lugar que le corresponde: el de precursor no solo artístico, sino también ingenieril.
No se trata de simple homenaje histórico. Este helicoide da vinciano ofrece ventajas específicas para distintas aplicaciones sensibles: vigilancia urbana en zonas residenciales, transporte de suministros médicos en hospitales o monitorización de fauna en ecosistemas frágiles. En general, aquellos lugares en los que el silencio no es una preferencia estética, sino una necesidad operativa.
El murmullo del aire como revolución
Lo verdaderamente fascinante, más allá del hallazgo físico, es la relectura epistemológica que se impone: Da Vinci no diseñó su tornillo aéreo para responder a las condiciones materiales de su tiempo, sino para proyectar una posibilidad conceptual. No tenía motores, ni materiales ligeros, ni software. Pero tenía intuición formal, comprensión del movimiento helicoidal y una visión anatómica del aire como medio denso, dinámico y manipulable. Su aparato no voló en 1490 porque no podía, pero en 2025, los ingenieros han comprendido que volar más allá de lo evidente exige también saber mirar más allá de lo inmediato.
La hélice moderna se basa en principios eficaces, pero ruidosos. La propuesta helicoidal rota más lentamente, genera vórtices más suaves y desplaza el aire sin fracturarlo. Esa “poesía aerodinámica”, como la ha llamado el propio Mittal, se traduce hoy en soluciones técnicas que conjugan ingeniería con sensibilidad ambiental. En un mundo donde la contaminación acústica es casi tan invasiva como la atmosférica, el silencio es un vector de progreso.
Tecnología como relectura del pasado
Este descubrimiento científico no está cerca de ser un simple tributo al legado renacentista. Es una inversión de sentido: la historia deja de ser un archivo estático para convertirse en reserva activa de ideas aún no desarrolladas. Como explica Mittal, “la mayor innovación a veces consiste en aplicar las herramientas contemporáneas a ideas antiguas que fueron descartadas no por erróneas, sino por prematuras”.
Lo que Da Vinci soñó con tinta y papel podría materializarse ahora en fibra de carbono, algoritmos y drones de nueva generación. Y no porque el pasado nos arrastre, sino porque a veces, solo en la distancia, una idea encuentra su contexto ideal.
En definitiva, no se trata de que el futuro reinvente al pasado, sino que el pasado es el que resiste, silencioso y paciente, hasta que el futuro esté preparado para escucharlo. Así, del trazo fino de un cuaderno florentino emerge, cinco siglos después, una hélice que no hace ruido. Pero sí historia.
