La IA ya puede leerte la mente y sabe convertir tus pensamientos en texto
Existen varios proyectos que demuestran que se puede leer la mente a través de los impulsos generados en el cerebro
Los riesgos de usar la Inteligencia Artificial como consulta médica: ''ChatGPT tiene la costumbre de darte la razón''
La idea de "leer la mente" ha sido durante décadas terreno de la ciencia‑ficción. Sin embargo, hoy una combinación de interfaces cerebro‑ordenador (BCI, por sus siglas en inglés) y modelos de inteligencia artificial está logrando avances reales que nos acercan, aunque todavía sea de forma limitada, a esa capacidad.
Investigadores de la Universidad de California, Berkeley y del laboratorio NTT Communication Science Laboratories de Japón han conseguido traducir actividad cerebral captada mediante resonancias magnéticas funcionales en frases completas. Estos desarrollos suponen no solo oportunidades terapéuticas, sino que también plantean preguntas éticas sobre el límite entre tecnología y privacidad mental.
Cómo funciona la lectura del pensamiento
El mecanismo parte de una combinación de tecnología y modelos de IA. En el estudio, las resonancias magnéticas funcionales capturaban la actividad cerebral mientras los voluntarios observaban imágenes o vídeos; luego, un primer modelo extrajo la “firma semántica” de subtítulos de vídeos, y un segundo modelo vinculó esas firmas con los patrones neuronales registrados. A partir de ahí, el sistema fue capaz de generar frases descriptivas, como “una persona salta sobre una cascada en una montaña”, únicamente a partir de la actividad cerebral observada.
En paralelo, otras investigaciones han mostrado que, con fMRI, se puede «leer» lo que una persona imagina o recuerda y traducirlo a lenguaje. Un estudio de la Universidad de Texas en Austin describía cómo un decodificador semántico de actividad cerebral fue capaz de describir episodios visuales vistos por los participantes.
Por su parte, otro equipo de la University of Technology Sydney ha desarrollado un sistema portátil y no invasivo basado en EEG para decodificar pensamientos y convertirlos en texto, lo que plantea aplicaciones más allá del entorno hospitalario.
Aplicaciones y límites reales
La principal aplicación tangible de estas tecnologías es la asistencia a personas con parálisis o trastornos que les impiden comunicarse verbalmente. Por ejemplo, una interfaz cerebral permitió a una persona con ALS transformarse en un emisor de texto desde su pensamiento, lo que ha sido descrito como “la voz de quienes han perdido la capacidad de hablar”.
Pero no todo son avances inmediatos. Estas metodologías todavía tienen que superar una serie de desafíos de gran calado, ya que aún requieren de aparatos voluminosos o de una extrema precisión en las mediciones. Estas tecnologías todavía están en fase de pruebas y apenas se han testeado en entornos de laboratorio y con pocos voluntarios. Aunque ya hablamos de “leer la mente”, estos sistemas aún están lejos de descifrar pensamientos sin restricción ni contexto, por lo que la ciencia ficción todavía está lejos de hacerse realidad.
Estas interfaces se ha medido que han logrado descodificar el “pensamiento interior” con un 74% de precisión pero, como decíamos, solo en condiciones muy controladas.
¿Qué supone para todos? Ventajas, riesgos y ética
Para los pacientes que no pueden comunicarse, estas tecnologías pueden cambiar vidas y permitir milagros como volver a hablar sin voz o interactuar sin teclado. Pero al mismo tiempo, abrir la comunicación entre cerebro y máquina hace emerger cuestiones éticas más profundas, como ¿qué pasaría si los pensamientos pudieran extraerse sin consentimiento?, ¿cómo se protege la privacidad mental?, ¿quién controla esos datos?
Como recuerdan los expertos, aunque estos sistemas logran traducir parte de lo que pensamos, aún “no leen la mente” en su totalidad ni con fidelidad perfecta. Sin embargo, los avances recientes de la industria , como el proyecto Brain2Qwerty de Meta Platforms, que asegura decodificar hasta el 80% de los caracteres que el usuario imagina teclear, muestran la rapidez del progreso.
De hecho, los investigadores que diseñaron sistemas decodificadores advierten que la “lectura mental” involuntaria es una posibilidad técnica real: «existe el riesgo de que una BCI acabe decodificando lo que el usuario solo piensa, no intenta decir», han señalado los expertos.
Así pues, está claro que estamos ante un hito tecnológico, el de convertir pensamientos en texto, abandonando el terreno de la pura ficción, para traducirse en una promesa en camino de cumplirse. Pero antes de imaginar gadgets que traduzcan tus ideas al instante, vale la pena recordar que la clave está en los matices. ¿Cuántos pensamientos se pueden traducir realmente? ¿En qué contexto? ¿Con qué coste personal o tecnológico?
Por ahora el terreno es el de la investigación médica, no de la venta masiva al gran público. Pero si avanzamos, tendremos que preguntarnos no solo qué puede hacerse, sino qué debe hacerse: ¿es ético implantar chips para leer lo que pensamos? ¿Se convertirá la mente humana en un nuevo campo de datos para la inteligencia artificial?
