Verano

Cómo evitar los resfriados de verano, según un experto: “Los virus no se van de vacaciones”

Resfriado veraniego. Getty Images
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Que haga 30 grados no significa que estemos a salvo de un resfriado. Ni del COVID. Ni de cualquier virus respiratorio. Aunque persiste la falsa creencia de que las infecciones de este tipo son cosa del invierno, la realidad es que el verano no inmuniza a nadie. Lo deja claro Alfredo Corell, uno de los inmunólogos más reconocidos de España, catedrático, investigador y autor del libro ‘Inmunidad en forma’: “Los virus no se van de vacaciones. Están todo el año circulando”.

Las razones que explican los catarros estivales son más logísticas que climáticas. En invierno enfermamos más porque pasamos más tiempo en interiores mal ventilados. Pero en verano también abusamos de ciertos hábitos que debilitan nuestra inmunidad: cambios bruscos de temperatura, aires acondicionados sucios, deshidratación, exceso de exposición solar, menos horas de sueño y alteración de rutinas. El cuerpo se descompensa y la puerta queda abierta para infecciones.

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Aire acondicionado, cambios bruscos

Una de las causas más habituales del resfriado veraniego es el choque térmico: pasar de 38 grados en la calle a 21 en una oficina o en casa. Esa oscilación térmica no solo afecta al sistema respiratorio; también es un estrés directo para el sistema inmunológico. “Los extremos nunca son buenos”, advierte Corell.

No es solo la temperatura. El aire acondicionado, si no se mantiene adecuadamente, acumula microorganismos y partículas que irritan las mucosas y facilitan las infecciones. A eso se suma el ambiente seco que generan estos sistemas, que reseca la garganta y las vías respiratorias, debilitando una de nuestras primeras barreras inmunitarias.

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¿Solución? Mantener el aire acondicionado entre 24 y 26 grados, limpiar los filtros con frecuencia y, siempre que sea posible, evitar las corrientes directas. Además, beber mucha agua, porque la deshidratación empeora el estado de las mucosas, y huir de los picos extremos de calor solar, que también provocan una bajada en la respuesta inmune general.

Edad, microbiota y estilo de vida

El sistema inmunitario no funciona igual a los 20 que a los 60. Lo explica Corell de forma contundente: en los hombres, la inmunidad empieza a deteriorarse a partir de los 50, con un descenso brusco. En las mujeres, este proceso es más tardío (a partir de los 60) y más progresivo, aunque está asociado a un aumento de enfermedades autoinmunes y alergias.

A esta variable biológica se suma otra no menos relevante: la salud de la microbiota. Cada vez más investigaciones confirman que tener una flora intestinal diversa y equilibrada refuerza las defensas. Corell lo resume con una recomendación muy directa: “Un probiótico al día como mínimo. Yogur, kéfir o similares. Está demostrado que una microbiota sana se asocia con mayor longevidad”.

Y, por supuesto, lo de siempre, pero que rara vez hacemos bien: buena alimentación, ejercicio regular, descanso suficiente, control del estrés y reducción de tóxicos (alcohol, tabaco y abuso de pantallas). Lo que debilita la inmunidad no es el aire acondicionado en sí, sino la suma de estrés físico, deshidratación, sueño fragmentado y picos de temperatura mal gestionados.

Cómo blindarte (de verdad):

La inmunidad no es un interruptor que se activa o se desactiva según el clima. Se construye día a día con hábitos. Las recomendaciones del inmunólogo para protegerse durante el verano son claras:

  • Evitar los contrastes térmicos extremos.
  • Mantener los filtros del aire acondicionado siempre limpios.
  • Ajustar la temperatura entre 24 y 26 grados, nunca más frío.
  • Beber agua frecuentemente, incluso sin sed, para mantener hidratadas las mucosas.
  • Priorizar comidas ricas en fibra y probióticos naturales para cuidar la microbiota.
  • No descuidar el descanso, especialmente si el calor perturba el sueño.
  • Huir de las horas de sol más agresivas para evitar golpes térmicos.

En definitiva, la clave no se trata de vivir con miedo al aire acondicionado, ni tampoco de obsesionarse con el frío de los supermercados. Es entender que el sistema inmunitario no se resiente por una sola causa, sino cuando fallan varios pilares al mismo tiempo. Como dice Corell, “el verano no es un escudo contra los virus. Es un entorno diferente donde debes proteger tu inmunidad de otras amenazas”.