Españoles, no me dais más que disgustos.

telecinco.es 28/01/2010 02:20

Gafas de ver de lejos y calzoncillos polares hasta los tobillos mediante, me planté esta noche en Telecinco para acudir a la gala final de Gran Hermano. Y la labor de cualquiera que escribe para ser leido es sintetizar la información y dosificarla para que fluya de modo suave a ojos del lector entregado, pero como son las dos de la mañana y no estoy muy inspirado, me paso todo eso por el forro y recurro a mi sucio y viejo truco: POR PUNTOS.

1. Los abucheos a Gerardo comienzan antes de que empiece el programa. Y no subestimemos al público, es posible que continúen en este mismo momento, mientras lees esto, en cualquier discoteca de esas de cuarta regional a las que llevan a los concursantes después de cada gala. Tienen gracia, que conste. Cuando Gerardo está dispuesto a sentarse se escucha un gigantesco coro desde el público que le chilla:

-¡¡¡CHUPACARACOLES!!!

2. Todo el mundo se pregunta dónde está Mercedes unos cinco minutos antes de que empiece la gala, porque ella, como profesional, suele estar allí mucho antes. Pero aparece pronto y enseguida expresa a través del micrófono un sentimiento que compartimos todos los presentes en el plató: que hace un frío de cagarse.

3. Las necesidades vitales del público traen por la calle de la amargura a redactoras y azafatas del programa. Sobre todo porque los primeros que pueden mear son los concursantes. "¡Nadie del público ni sale ni mea hasta que mean los nuestros!", chilla una azafata a uno de seguridad. Es un momento muy Braveheart, si lo pensamos.

4. Hay gente que llega tarde al cine y hay gente que llega tarde a la gala de Gran Hermano. Un par de muchachitas intentan desesperadamente que un guarda les permita acceder a las gradas una vez empezado el programa. "¡Mis primos están sentados y me hacen sitio!", ruegan. Ah, angelitos.

5. La nueva política de NO a los bocadillos crea un trauma en mi jornada laboral. No puedo llevarme uno al plató, de modo que tengo que devorar rápidamente durante la publicidad un trozo de pizza en el comedor, que databa de la época de los vikingos dada su textura. Cuando me indigno ante estas nuevas normas el muchacho del comedor me dice:

-¡Habla con Vasile! ¡Son órdenes de arriba!

-Nadie estaría más de acuerdo que Vasile con que me dieras ahora un bocadillo de chorizo -le respondo muy sindicalista- Él me lo daría.

Después, para doble humillación, me encuentro a gente comiendo bocadillos en el plató. Desconsolado, lloro bajo una cabeza caliente.

6. La llegada de Pilarita, ganadora moral en mi corazón, me llena de alegría y me acerco a la antesala del paso al plató, esa plataforma iluminada hasta la extenuación y llena de humo falso en la que esperan unos minutos antes de que la puerta de Gran Hermano se abra para ellos. Pilarita mantiene la cabeza alta y valiente, mirando hacia su destino, y seguramente hablando sola como siempre. Hasta que su redactora le dice:

-Cariño, que hay escalones. Mira para abajo.

La visión de la concursante, al igual que la que tendré minutos después de Saray, solas tras una maraña de pantallas y cables mientras al otro lado se escucha a una marabunta dispuestas a comérsela, me parece poética y todo. Y me recuerda a cuando de pequeño tenía que llevar a mi hámster, Didi se llamaba, al veterinario y lo metía en una caja de cartón y se encontraba perdido, se moría de miedo y se quedaba quieto como un piedra en medio de ella, consciente de que lo que había al otro lado del cartón no era lo de siempre. Mi padre, por cierto, me aclaró que el veterinario costaba 2000 pesetas y un hámster 500 (¡qué viejo soy!), así que por el precio de su cura me podía comprar cuatro nuevos. Eso no viene a cuento pero tenía que contarlo. Y aclaro que no estoy comparando a Saray con un hámster ni sugiriendo que podamos comprar cuatro nuevas si la dejamos morir. Eso sí, cuatro Sarays nuevas sí sospecho que podemos encontrar mirando un momentito en el Buddha Bar.

7. Resulta que cuando Pilarita entra en el plató ya sabe que ha ganado Ángel, y no debería saberlo porque los concursantes -puedo dar fe tras verlo hoy- son celosamente apartados de posibles interferencias. Mercedes Milá no es la única que se caga en todo. "¿Quién coño se lo ha dicho?", comenta una azafata a través del walkie talkie. "¡Seguramente lo ha oído en alguna pantalla, sois un desastre!". Yo, como comprenderéis, prefiero no pronunciarme al respecto de la victoria de Ángel. Ni de sus pantalones de campana.

8. Los representantes de Telegenia, que llevan a los grandes hermanos de un sitio a otro, hablan de cosas de otras cadenas durante la publicidad. "¿Has visto que Valientes fue lo peor de ayer? Lo ponía en Vertele". Yo no sé de qué hablan: Valientes no se emite en Telecinco y Vertele es una web con un diseño un poco feo. Aquí sólo leemos Telemanía, que es una cosa maravillosa y celestial.

9. De nuevo durante la publicidad surge la alarma entre las azafatas:

Gerardo se ha ido a mear sabe Dios dónde! -chilla una mientras el programa está a punto de empezar. Tratándose de Gerardo, intento decirle, posiblemente haya ido a mear allá dónde haya una cámara que pueda captar el proceso en su totalidad.

10. Nagore se acerca durante esa misma pausa a coger su bolso, que deja peligrosamente -junto a otros de sus compañeras- abandonado a su suerte en una esquina del plató. Si fuera mala persona podría habérmelos llevado todos y luego venderlos en eBay, que hay gente para todo. Cuando se acerca le comenta a alguien así jocosita:

-Qué, ¿parezco un travesti?

Pues hoy, dan ganas de decirle, normalmente no, pero justo hoy, sí.

11. Dato curioso: muchos de los abucheos que llegan cuestionando el amor de Gerardo y Saray vienen desde miembros del mismo equipo. ¡Viva!

12. Saray repite mucho esa frase que dice "Uno dos y tres, yo me calmaré, cuatro cinco y seis, todos lo veréis". Esa frase es de Cosas de casa, que se ve que es una serie que caló hondo en una familia en la que madre e hija son finalistas en un reality. Después Pilarita casi lo supera al referirse al drama de Haití y decir que se enteró "de la tragedia, del huracán, ¿o el terremoto?". ¿Cómo no vamos a amarla?

13. Me encuentro a Ángel en las escaleras de maquillaje. Resulta que el ganador no entra por el mismo sitio que todos los demás, sino que descansa un rato primero en los pasillos. ¿Fue este hallazgo fruto de mi infalible olfato de pasillero profesional y mi vena investigadora? No, debo confesar que lo encontré de puñetera casualidad cuando fui a buscar unos deliciosos pasteles de trufa que sólo hay en la máquina que está al lado del (difunto) plató de Camera Café. Junto a Angel esperan los reporteros de Vuélveme loca, Ana Rosa Ana Rosay Sálvame Sálvamecomo perros en celo esperando a introducirle una alcachofa en la boca. Desde las escaleras sólo se escucha a su redactora y le dice: "respira, tranquilo". Ah, la fina línea que separa ganar Gran Hermano y los ataques de ansiedad.

14. Puede que esto suponga una terrible decepción para algunos espectadores, pero pese al cuquito montaje de esta noche que intentaba demostrar lo contrario, Ángel no se teletransportó desde esa sala del futuro hasta el plató de Gran Hermano. Simplemente cortaron en un sitio y continuaron en el otro. Pero como había que mantener las formas, una redactora no dejaba de insistir: "Ángel, recuerda que llevabas el maletín en la otra mano. Que te has teletransporado". Ángel, más preocupado por respirar, no sé si lo entiende o no.

15. Una entrañable señora que se llama Lola y debe ser de la limpieza aparece de forma instantánea y empieza a darle palique a Ángel antes de que este se meta en la cápsula esa que estaba instalada fuera del plató (y justo frente al comedor). Las redactoras pronto se la llevan. "Parecemos nuevas", se dicen unas a otras.

16. Y he aquí mis tres momentos favoritos de la gala, que no podía faltar:

A. Ángel se repasa esas patillas intermitentes que tiene y que él debe de encontrar monísimas.

B. Luis Pereira, padre de Pilarita y marido de Saray, dignifica de un plumazo el paso de las dos muchachas por ese plató al decir que no le apetece especialmente que vuelvan a casa y que a ese tal Gerardo se lo pasa por el forro. Un monumento ya mismo para este señor.

C. Otro monumento para el guionista al que se le ocurrió meter esos vídeos de confesionarios para crear un mal rollo muy bienvenido a última hora entre Ángel y Saray. Bien sabría que el buen rollo nos duerme y hace que cambiemos.

17. Y nada, que hice migas con la Pasillera, que resulta que es una muchacha muy simpática y ahora ya no debemos odiarla por ser mi rival con tetas. Pero eso os lo cuento otro día.