No tenía gripe porcina (pero he perdido mi vaquita antiestrés)
¡Aaaaah, que pensábais que había muerto! Pues no. Quiso la casualidad que empezase a encontrarme mal justo el martes, día en el que estallaba la bomba informativa de la pandemia inundando Telecinco y el mundo se sumía en la confusión pensando en si personalidades de la cultura como el Pasillero o Luis Rollán podrían resultar infectados. Claro, las ideas que paseaban desperdigadas por mi cerebro con forma de uva pasa no tardaron en hacer migas: "hace unas horas estaba escribiendo sobre mi exposición a la fiebre porcina", pensé llevándome el dedo al mentón y mirando al techo. "Y ahora me encuentro con fiebre y dolorido". Claro, y lo peor es que añadí: "¡¡¡MENUDA MUERTE DE MIERDA!!!"
Yo había soñado en morir como un héroe, salvando a un bebé de caerse por las escaleras del metro, o por lo menos tranquilamente viendo la tele en mi sofá de un rápido e inesperado atragantamiento. Pero no a base de una enfermedad que para los restos asociaría mi nombre y el momento de mi muerte al animal del que salen la mortadela y el chopped.
Llamé a mi jefa para informarle de que padecía una enfermedad muy grave y cuyo virus no había sido neutralizado por el momento, por lo cual no existía aún una vacuna.
-Ya sabemos cual es, maldito Pasillero -gruñó-. ¿O crees que aquí la gente no habla a tus espaldas? Esto es Telecinco, qué me vas a contar. La padeces tú y la padecen un montón de colaboradores.
-No, no estoy hablando de eso -corregí-. Tengo la gripe porcina.
-¡¡¡NUNCA VUELVAS POR AQUÍ, REPUGNANTE BICHO FÉTIDO!!!
Cuando me colgó el teléfono, por si no fuera poco el dolor por haber sido insultado y rechazado por quienes meses antes habían confiado en mí para otorgarme uno de los puestos de más importancia de la cadena, recordé que me había dejado en la redacción a Pandora, mi vaquita de goma antiestrés:
Se me ocurrió, una vez pasados los nervios iniciales, que a lo mejor no tenía la gripe porcina y todo era fruto de una coincidencia. Y aunque odio ir al médico, era obligación. La perspectiva de vivir sin visitar Telecinco y su ilimitado suministros de botellines de agua gratuitos me mataba por dentro, pero más me aterrorizaba la idea de no volver a achuchar a Pandora y sentir su calmante esponjosidad en los momentos de más adversidad.
-¡Pues te compras otra Pandora y dejas de dar por el saco con esa vaca! -tronó mi madre al teléfono.
-Pandora sólo hay una. Iré al médico para que me confirme que no tengo fiebre porcina y volveré a por ella.
-Haz lo que quieras, pero a mí deja de llamarme a las cuatro de la mañana para hablarme de la vaquita -protestó ella antes de colgarme.
A la mañana siguiente me fui al médico y le dije que tal vez sufría la gripe porcina.
-Ah, ya, como todos -me dijo con sorna-. ¿Qué pasa, es que te ha estornudado un mexicano en la glotis?
-Es que trabajo en Telecinco y se ha dado un caso de...
-¡¡Por el culo de la hinco!! -interrumpió el doctor.
-Ya estamos. JA, JA, JA.
-Tú debes de ser ese maldito y maloliente Pasillero.
-El que viste y calza -y añadí sacando mucho la lengua-: ¿Me miga a veg si tengo gripe pogcina DE UNA PUÑETEGA VEZ?
El doctor me dijo exactamente dos segundos y medio después, como manda la Seguridad Social, que lo único que tenía era una infección de garganta y que con un poco de cuidados y unos antibióticos estaría para otra. ¡Qué contento me puse! Lo celebré encendiendo un enorme puro en cuanto salí a la calle y brindando después con aguardiente por mi salud. Y, por supuesto, viniéndome veloz a Telecinco para recuperar a Pandora.
Por el camino intenté inventarme mil excusas para poder entrar mientras me secaba el sudor provocado por los treinta y pico grados que caían hoy a plomo en Madrid.
-Estoy harto de estos descampados y de tener que venir a Telecinco en burro -gruñí.
Llegué a idear un sistema de cuerdas según el que podría alcanzar a Pandora simplemente metiendo un ganchito y un hilo a través de la ventana, por si mi jefa no me dejaba acceder al edificio. Pero, cuando llegué, no sólo mi jefa sino el resto de mis compañeros salieron a buscarme, sudando como pollos, como si yo fuese Jesucristo resucitado. Se arrodillaron ante mí.
-¡¡TE QUEREMOS, PASILLERO!! -chilló-. Gracias a DIOSITO que has venido.
-¿Pero qué pasa? -susurré.
-Pasillero, hermoso, ¿¿DÓNDE COÑO ESTÁN ESAS BOTELLAS DE AGUA QUE TÚ ROBAS??
-Justo a la salida del plató de Está Pasando.
Me comieron a besos -eso sí, mientras llevaban todos mascarillas- y se fueron corriendo mientras yo asentía orgulloso, comprobando que mi puesto en la empresa seguía siendo de una vital importancia. Aunque antes de que pudiese caminar dos metros alguien me cogió por el cuello de la camisa. Era mi jefa otra vez, seguida de todos mis compañeros.
-Me lo he pensado mejor -su voz ya no era amistosa-. VE TÚ Y TRÁENOS CINCO CAJAS, QUE PARA ESO ESTÁS TÚ: ¡¡PARA PASEAR!! ¡JOJOJOJO!
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-Y a cambio estás readmitido -susurró mi jefa visiblemente molesta alejándose de nuevo camino de la redacción.
¡Qué alegría y qué alboroto! Hay algunas novedades surgidas durante mi ausencia (nótese como los números son rosas, del mismo color que los cerdos que me pudieron haber llevado al otro barrio):
1. Las puertas de los platós eran antes granates y ahora son negras. "Dios mío, Dios mío, el Pasillero no deja de dejar caer exclusivas de un interés magno. Que tiemble Kiko". Pues sí, para eso estoy aquí.
2. Están poniéndonos arbolitos nuevos al lado de la redacción con ayuda de unos camiones que los traen de treinta en treinta. ¡Qué bonitos quedan ahí tan verdes, azotados por la suave brisa de la meseta y bañados por el sol del verano! Si no existiese un muro insalvable entre la salida de la redacción y dichos árboles que nos imposibilita verlos, la felicidad ya sería de morirse.
3. No sé si siempre ha sido costumbre limpiar los baños a base de trapo y aguarrás puro, pero hoy entré un momento y tuve que salir porque el olor era insoportable. Cuando salí mis pupilas estaban dilatadas y tenía una agradable sensación de sentirme vivo, querer a todos y estar en contacto con el cosmos. Duró unos cinco segundos, de todos modos. ¿Es que nos quieren matar?
4. En la tele siempre hay muchos cables de colores por los suelos, supongo que para que los que los manejan no se hagan un lío con cuál es cual y acaben suicidándose y arruinando a la cadena a base de indemnizaciones. Pero había uno que nunca había visto: el amarillo. Hoy cuando llegué justo a la salida de la redacción serpenteaban kilómetros de cables amarillo plastilina y me hizo muy feliz. Entre el negro nuevo de las puertas, el verde nuevo de los árboles y el amarillo nuevo de los cables uno podría pensar que Telecinco está a punto de iniciar un Doce meses, doce causas sobre Mozambique. Pues debe de ser muy bonita toda esa zona.
Y mañana me pongo al día con Sálvame, Operación Triunfo Operación Triunfoy todo eso. Y ay, ¡pobre Susan Boyle! No me extraña que una señora que vivía tran tranquila en su pueblito de Escocia se vuelva literalmente majareta al convertirse en una celebridad mundial. Nuestros triunfitos, y en realidad casi cualquier artista de este país de chichinabo en el que vivimos donde nadie hace nada bien, pueden estar contentos de ir a disfrutar de una fama provincial y efímera hagan lo que hagan y no tener que acabar nunca con una camisa de fuerza.
Por cierto, obviamente cuando vi a la vaquita Pandora nos fundimos en un interminable abrazo.