Gabaldón: tibio justiciero

telecinco.es 11/12/2017 09:42

Hoy toca trazar el perfil de Christian Gabaldón, ese al que empecé a llamar Gabaldón por la coincidencia de nombre con el otro Cristian y que se quedó ya así cuando Fernández abandonó la casa. Es como en algunos colegios, que los profesores te llaman por el apellido y eso hace que todo el mundo te trate así. Cómoda manera de diferenciar los que tienen una relación mayor contigo porque esos te dicen por el nombre, que los demás ni siquiera conocen muchas veces. Pero antes de ir al daguerrotipo de hoy haré, como siempre, algún comentario sobre lo que está pasando en la casa, que tampoco es mucho.

No echemos la culpa a esta edición de la revolución que los concursantes faltando cuatro días para la final estén poco activos, duerman mucho, apenas hablen muchas veces y vivan con cierta angustia pensando solo en que llegue el jueves. Esto es así siempre. Todas las ediciones tienen un final igualmente agónico y desangelado. Al menos esta vez hemos tenido animación hasta casi el final con la trama de una traición que no parece tener más historia. Ya he agradecido a los protagonistas que nos hayan animado estas últimas semanas. El episodio final, por el momento, ha sido esa especie de disculpa de Rubén, obligada por las circunstancias, poco convincente y excesivamente tardía.

Vamos a suponer que Rubén es sincero cuando le pide perdón a Hugo si se ha sentido molesto con su actitud. En tal caso le habría de contestar con una frase hecha: a buenas horas mangas verdes. La salida a destiempo está forzada dentro del contexto de un debate entre los cuatro finalistas desarrollado dentro de la casa en lo que el programa ha denominado “La campaña final”, y es parte de la prueba semanal. Esto de las campañas en la última semana suena a demasiado repetido. No concuerda con la promesa de una revolución que muchas de las pruebas realizadas hayan sido viejas conocidas de la audiencia, ya sea la del hotel con servicio y clientes, los embarazos con bebés o lo que sea.

En el debate de esa campaña final les proponían temas y llegados a la “intensidad” aprovechaba Rubén para pergeñar su especie de disculpa. No es por pensar mal, pero tengamos en cuenta que el jueves escucharon todos los prefinalistas las reacciones del público en plató y eran demoledoramente contrarias a Rubén en la misma medida que a favor de Hugo. Esto puede dar una pista sobre por qué ese tímido acercamiento. Le quita valor que poco después volviera a criticar a Hugo hablando con Yangyang. Porque si algo está caracterizando estos últimos días de encierro es la aparente necesidad de criticar a alguien que están demostrando Rubén y Gabaldón.

La víctima principal de las críticas de estos dos está siendo Yangyang, con quien no están teniendo ninguna generosidad. Rubén no solo la critica todo el día, sino que se burla de ella en cuanto tiene ocasión, pretendiendo pillarla en cualquier estupidez. Hace un escándalo de la nada cuando Yangyang cuenta que ha trabajado en una oficina, le pregunta si escribe mal el castellano para ser graciosa y se debe pensar que es él quien hace gracia cuando le hace la burla como si fuera un niño de primaria. Rubén reparte sus comentarios negativos entre Yangyang y Hugo, para lo cual encuentra en Gabaldón un socio perfecto.

Menos mal que Gabaldón es más sensato cuando se trata de Hugo y le ha parado los pies a Rubén de forma repetida. Porque si por Rubén fuera estarían todo el día poniendo a Hugo de hoja perejil igual que hacía con Maico. Este concursante reparte su tiempo entre estar tumbado y rezumar odio en un bucle de aceradas críticas contra sus enemigos. Y sus enemigos son ahora mismo Yangyang y Hugo. No es casualidad que tanto Rubén como Gabaldón estén bastante convencidos de que el porcentaje mayor de votos corresponde a la china o, en todo caso, al uruguayo.

Mientras Yangyang aconseja a Hugo que se reconcilie con Rubén, Gabaldón hace lo propio con este. Sobra tanto consejo reconciliador, algo que solo pueden decidir los propios interesados. Por suerte, Hugo no ha perdido la cabeza y, aunque parece reconfortado por haber limado asperezas con Rubén, de momento no parece dispuesto a hacer tabula rasa con él. Olvidar todo lo pasado las últimas semanas sería un error por muy buena persona que sea Hugo y mucho aprecio que le haya tenido a su compañero. En la fiesta del viernes tuvo Gabaldón alguna intervención gloriosa hablando con Rubén. A la mínima le puso los puntos sobre las íes.

Me gustó especialmente cuando le hizo una inteligente observación sobre el comentario de que Hugo había empezado a dudar de él. Decía Gabaldón que Rubén se había ocupado de darle la razón a Hugo con su comportamiento posterior. Le molesta que dude de él, pero lo traiciona confirmando que tenía razón sobrada para la duda. El razonamiento de Gabaldón es impecable, solo que si en lugar de ahí dentro estuviera aquí fuera se daría cuenta de que ni siquiera es cierta la duda que Rubén atribuye a Hugo. Pero bien habría hecho en dudar teniendo en cuenta que pronto iba a empezar a recibir puñaladas por la espalda de Rubén. El pobre no da para más.

Daguerrotipo de Christian Gabaldón

Gabaldón ha sido justiciero siempre y tibio a veces. Ambas cosas han tenido consecuencias positivas para él. Por su tibieza ha conseguido no salir nominado nunca, algo que supo acompañar de la crítica a aquellos que se llevaban bien con todo el mundo. Inteligente manera de enmascarar su propia actitud, complaciente con la mayoría. Esto hizo que sus compañeros casi nunca lo nominasen, aunque teniendo en cuenta que hubo tres concursantes que salieron de la casa por ser los menos votados (Petra, Cristian y Miguel), y el jueves pasado salvó también las tres salidas, no se puede decir que no haya podido sentir el apoyo de la audiencia votante. Su tibieza ha quedado disimulada por su tendencia justiciera, y se ha manifestado más con ciertas compañías.

No eligió bien Gabaldón sus compañías. Desde muy al principio deseé que se juntase al grupo de Hugo, lo cual habría beneficiado a su imagen ante la audiencia. Ser el preferido de Carlota no le hizo ningún bien. Hubo un momento en que decidió migrar al dormitorio pequeño y desde entonces nunca le vi del todo a gusto con nadie. Sus palabras más bonitas en estos últimos días son para Pilar, pero su estrecha relación con ella es relativamente reciente.

Gabaldón estuvo casi siempre desubicado, como incómodo con su propia elección de compañeros de viaje. Tal vez incremente esa sensación el hecho de que siempre se llevó bien con Rubén. Con Hugo la relación quedó temporalmente dañada cuando este eligió a Pilar para formar parte del grupo privilegiado de clientes del hotel, pero antes también había tenido una relación especialmente buena con él, recuperada después. Fue básico para que Gabaldón olvidara ese episodio que la madre de Pilar le pidiera que confiase en Hugo. Entonces supo que se había equivocado. Con Miriam la relación saltó por los aires muy al final, pero también se habían llevado bien.

Todos parecían amigos para Gabaldón, salvo Yangyang y Maico. Esto le hizo tibio a veces. Me llama la atención que ahora acuse a Yangyang de haberse mojado poco cuando él tuvo en tantas ocasiones dificultades para pronunciarse cuando en un conflicto estaban implicados dos de sus amigos. Contrasta esto con su defensa de lo justo, tal vez la característica más destacada de su carácter. El concursante justiciero suele congraciarse con la audiencia.

Puede que veamos en el perfil del justiciero un remedo de aquel Luis Candelas, ladrón madrileño que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. O el hábil arquero llamado Robin Hood, defensor de los menesterosos. No en vano el apodo de Gabaldón fue ‘el justicias’, ‘justis’ o similar. Ya dejé escrito que su necesidad imperiosa por impartir justicia es lo mejor y también lo peor de este concursante. Su justicia es a veces injusta, lo cual es consecuencia lógica de su subjetivo juicio, poco meditado y contrario a contrastar con opiniones ajenas. La cerrazón de este concursante le da puntos cuando su forma de ver las cosas coincide con la del espectador y se los quita cuando no. Ahora bien, cuando es que sí la renta es muy positiva para él porque arrasa con su temperamento impulsivo e intenso.

En muchas ocasiones es más importante defender las ideas propias con pasión, intensidad y convicción que llevar la razón o coincidir con los demás. El buen justiciero debe defender su causa de forma brillante o resultará un defensor de pleitos pobres. En eso es un maestro Gabaldón. Algunas de sus expresiones han hecho historia en este programa, como aquello de “tiene más miedo que siete viejas”. Es creativo y tiene una indudable capacidad para expresarse de una forma que atrapa, lo cual ha convertido sus argumentos en convincentes, aunque cojeasen en muchas ocasiones.

Su entrega en todo ha hecho que defendiera con tanta pasión a sus amigos como ha detestado a los que no lo eran tanto. Su obsesión con Yangyang resulta especialmente molesta ahora que ya estamos en la recta final y parece el momento ideal para enterrar el hacha de guerra y, sin olvidar el pasado, procurar quitarle importancia a las cosas que no la tienen. El Gabaldón justiciero hasta el final no era necesario y solo transmite la sensación de miedo a quien piensa puede robarle la tostada. Ojalá fuera Yangyang la segunda más votada y quedase por encima de Gabaldón para verle sufrir sofocos de alipori ante la decisión de una audiencia tan justiciera como él mismo.

Debo reconocerle a Gabaldón que con Maico me dio una lección. No solo él, sino buena parte de los concursantes de esta edición. Me equivoqué con el italiano, lo cual llevaré como una lacra, un borrón en mi trayectoria de analista de realities. Tenían razón en casi todo lo que decían de ese exconcursante. También le reconozco a Gabaldón que muchas de sus críticas a Yangyang están fundamentadas y las comparto, pero tanta insistencia es innecesaria y supone un trato que no merece nadie en ningún caso. Cada uno decide su estrategia y no hace falta repetir cien mil veces las mismas críticas. Ya nos dimos por enterados la primera vez.

La misma entrega con la que ha machacado a Yangyang con un bucle cansino de críticas repetidas es la que emplea cuando se trata de defender a un compañero como Hugo porque piensa que Rubén y Maico han sido injustos con él o incluso con esa misma intensidad dice sentir ternura por la misma Yangyang. Igual que su dependencia de la defensa de lo justo es lo mejor y peor de este concursante, también su intensidad está en esa misma frontera. Y, en todo caso, proporciona Gabaldón un perfil llamativo e interesante de concursante.

Creo que ha sido un buen concursante, que ha vivido esta experiencia con tanta pasión como el que más. Ojalá hubiera tenido en cuenta que las cosas no siempre son blancas o negras, mostrando una mayor flexibilidad a la hora de analizar lo que estaba ocurriendo en su entorno. En tal caso habría sido casi perfecto. También ha fallado queriendo jugar con la pena en esta recta final. No me ha gustado su apelación a la poca suerte que ha tenido siempre o a una necesidad económica que seguramente es común en todos. Esto no es una obra de caridad ni debe ganar quien más lo necesite, sino quien más haya logrado enamorar a la audiencia.

Moleskine del gato

Los porcentajes ciegos estaban así anoche en el Debate: 46,6 %, 21,9 %, 16,8 % y 14,7 %. Recordemos que antes de la triple expulsión del jueves las cosas andaban de esta forma: 33,8 %, 17,1 %, 12,1 %, 11,7 %, 9,8 %, 13,3 % y 2,2 %. Así es que el segundo y el cuarto son los que más han crecido. Y el tercero es el que menos. Pienso que los nombres tras estos porcentajes pueden ser, en el mismo orden, los siguientes: Hugo, Gabaldón, Yangyang y Rubén. Si no me equivoco, que puede ser que sí, habrían crecido más desde el jueves los votos a Gabaldón y Rubén. No se deje el lector engañar por las apariencias. Las matemáticas dicen que el más votado va cediendo terreno, por mucho que en apariencia haya crecido mucho.

Como sucede tantas veces, no es tan importante la diferencia entre el primero y sus competidores como la evolución de estos porcentajes. Y esa tendencia es a que el segundo recorte distancias. Ya sé que algunos pueden pensar que pretendo incentivar el voto, pero ni me llevo nada de eso ni me ha pedido nunca nadie que haga algo semejante. Lo digo porque aunque haya un apoyo mayoritario a Hugo en la comunidad de seguidores, especialmente entre los que podríamos llamar seguidores core, lo único que puede hacer ganador a este concursante, igual que al resto, son los votos.

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