No sé si te voy a convencer

telecinco.es 13/09/2018 09:04

Los concursantes han estado preparándose para el comienzo de esta aventura. Ya se han peleado con sus maletas y algunos han venido a la capital para mañana dejarse acompañar hasta Guadalix de la Sierra, en lo alto de una colina donde se llega por una zigzagueante carretera. No quiero pensar en los nervios y la tensión que estarán viviendo ahora mismo. La suerte está echada. A partir de ahora estáis en nuestras manos y no vais a salir de nuestras conversaciones. Os convertiréis en uno de nuestros entretenimientos preferidos. Esto es así.

Se supone que me dirijo siempre a los incondicionales de Gran Hermano. No es muy probable que lean esto quienes están contra el programa de forma convencida. A pesar de esto, y como mero ejercicio teórico, me planteo si sería capaz de convencerte a ti que reniegas de GH. Pienso si sabría hacerlo y, siendo sincero, me inclino a pensar que no.

No sé si te voy a convencer, pero estaría bien probar. ¿Cómo puedo hacerlo? Se me ocurre usar el humor como instrumento. Uno de los caminos más eficaces para evitar parecer dogmático y no arriesgarse demasiado a conseguir el efecto contrario al pretendido es usar el humor. Pasa que en muchas ocasiones lo intento sin éxito. Sin ir más lejos, ayer mismo probé a hacer algo de humor faltando a la gente que se ocupa de programas con poca audiencia, pero luego me di cuenta de que igual no se entendía la humorada.

A veces pienso que me hubiera gustado ser monologuista. Afortunadamente, no lo he intentado nunca. Es posible que provocase entre mis espectadores otras sensaciones, pero no la risa. Tiendo a ponerme grave, no puedo evitarlo. Me cuesta invertir esa tendencia, y pocas veces quedo satisfecho cuando empleo la ironía y dejo escapar un humor bastante habitual en mi vida diaria. Que el humor se me resista no quita para que pueda recomendar ver GH VIP desde el humor, sin más intención que la de divertirse un rato. Los enojos vendrán después, porque resulta inevitable sentir algún ataque a las propias convicciones contemplando las reacciones de otros y escuchando sus conversaciones.

El rechazo al exhibicionismo en el que se basa esta experiencia se difumina hasta desaparecer a partir del momento en que observamos gente quedando realmente mal delante de las cámaras. El planteamiento teórico de un grupo de personas que aceptan exponerse a la observación de los demás para mostrar su peor cara puede sorprender y alejar aún más a los nada convencidos. ¿Son tontos?, ¿por qué lo hacen?, ¿qué necesidad tienen?, son algunas de las cuestiones que se suelen plantear.

En el momento que se deja de pensar en las motivaciones ajenas se ve la cosa de otro modo. Es el espectador quien debe adivinar los porqués. Es parte de la gracia, aunque antes debemos haber comprobado que cuando muchos nos esforzamos por ofrecer una buena cara y mostrar lo más positivo de nuestras vidas compartiendo en Internet las mejores fotos que hacemos, hay un puñado de gente que nos deja ser testigos de lo peor que hay en ellos. Y también de lo mejor, lo sé.

Si divertirse observando a Ángel Garó o Aramís Fuster no es suficiente ni te motiva hacer conjeturas sobre por qué han aceptado encerrarse en una casa. Si no te maravilla comprobar lo bueno y lo malo de un puñado de personas sin que estas puedan hacer nada por evitar mostrarlo (casi) todo. Si no te parece interesante meditar sobre tu vida y analizar tu propia personalidad comparando tus actos y reacciones con las de algunos concursantes, así como las respuestas de estos ante los actos y reacciones de otros. Si realmente todo esto no te vale, tal vez debas plantearte verlos como funambulistas en la cuerda floja. Concursar en GH no requiere ningún talento. Todos somos talentosos en algo, pero eso da lo mismo en este concurso. Talento hace falta para sobrevivir y no se reconoce lo suficiente.

El funambulista sabe bien mantener el equilibrio. Ese es su talento, o cuando menos el que pone de relieve ese trabajo. Ahora bien, dando por bueno que es un buen profesional, el interés de verle atravesar la cuerda floja tiene algo de indecente. Porque aparte de observar la belleza de su actuación no vale negar que algo más nos atrapa, y no es otra cosa que la posibilidad (más o menos remota en función de la profesionalidad del funambulista) de que pierda pie y caiga al vacío. Por mucho que sea algo no deseado y nuestra mente esté concentrada en lanzar un mensaje positivo para evitar la caída, íntimamente sabemos que eso es posible. Y le pone un plus de interés.

Digo siempre que GH es un juego de exclusión competitiva. El objetivo de los concursantes es ir eliminando a los demás hasta quedar uno solo y triunfante en esa casa. Como espectadores sabemos que están en la cuerda floja. Unos más que otros. Los más expuestos a caer son los nominados, aunque todos están igual de expuestos. En buena medida, ellos mismos son su principal peligro. En cualquier momento pueden convertirse en su peor enemigo. Y a pesar de que compiten en grupo, la lucha es cuerpo a cuerpo. En este sentido, es un juego de exclusión competitiva y también un juego de suma cero.

En cada nominación la batalla es de todos contra todos. Como muchos concursantes se encargan de señalar en ocasiones: concursan solos. Entran solos y salen solos de esa casa. Por eso el expulsado pierde lo mismo que gana cada uno de sus compañeros. Así hasta que solo quedan dos. Y dado que sigo dirigiéndome a ti que no ves GH, pretendiendo hacerte cambiar de opinión, te recomiendo que mires con interés los tropiezos sin necesidad de esperar la caída definitiva de los concursantes, o sea, el momento de su expulsión.

Mucho mayor interés encierra observar los tropiezos de todos y darse cuenta de lo frágil que es la cuerda floja sobre la que se mueven. Es enorme el morbo de verlos desplomarse mucho antes de llegar a su meta (que, salvo en el caso del ganador, es la gran caída). Todo lo cual podemos hacer sin dejar de mirarlos con humor, considerándolo una simple diversión. Y sin que dejen de ofender nuestros principios y más íntimas convicciones, lo cual nos hace reafirmarnos en unos y otras. Y, por supuesto, preguntándonos siempre qué hacen ahí, por qué se exponen o si realmente sus vidas van a cambiar, como se dice tantas veces.

Dudo mucho que fuera a convencer a nadie con estas reflexiones. Igual tampoco es el día más indicado, porque horas antes de la primera gala toca decir eso de que hoy es el día y poco más. La oferta que lancé ayer de hacer esto juntos sigue en pie. Y, bien pensado, creo que ese era mejor argumento que todos los de este escrito. Esta noche tenemos una fiesta y, en buena medida, no parará nunca durante los próximos meses. Parece un buen plan.