Los hermanos Sandulache enamoraban a las víctimas para captarlas en su red de prostitución. Fingían que comenzaban una relación sentimental con ellas y las traían de Rumania a España. Una vez en el país, eran trasladadas en coches de lujo hasta los clubs de alterne donde eran obligadas a trabajar. Allí les requisaban la documentación y sus teléfonos móviles. Permanecían encerradas bajo llave y tenían que pedir permiso para salir a la calle, siempre acompañadas. Eran forzadas a tener relaciones sexuales sin protección y a abortar en clínicas clandestinas en el caso de quedar embarazadas. Su jornada laboral se iniciaba a las 17:30 horas y concluía a las 6 de la mañana durante los siete días de la semana.