En los primeros años del siglo XXI nadie habría creído que los asuntos marcianos serían observados aguda y atentamente por inteligencias humanas. Algunos lectores, sin duda, habrán reconocido en la primera frase de este articulo las primeras palabras de la novela de H.G Wells ‘La Guerra de los Mundos’, publicada en 1898, con alguna conveniente alteración del texto.
En la obra el novelista británico describía una invasión a la Tierra desde el planeta rojo en la que los marcianos avanzaban imparables a bordo de sus vehículos, los trípodes. En las próximas semanas los humanos les mandaremos tres de los nuestros.
Tres misiones están previstas para las próximas fechas: la ‘Perseverance’ de la NASA, la ‘Tianwen-1' de China y la ‘Hope’ de Emiratos Árabes Unidos, la primera incursión en una misión de esta envergadura de un país árabe. Había una cuarta prevista, la ExoMars, de la Agencia Espacial Europea (ESA) en colaboración con la Agencia Espacial Rusa (Roscosmos), pero se ha tenido que retrasar hasta la próxima ventana de lanzamiento de misiones a Marte que se abrirá en 2022.
Elegir el momento para lanzar nuestras naves invasoras es crucial ya que la Tierra y Marte orbitan el Sol a distancias distintas y hay que calcular el mejor momento para que el viaje sea lo más corto y eficiente posible. Ese momento, esa ventana, se abre a mediados de este mes de julio y se cerrará a finales de agosto.
La de este verano no es, ni mucho menos, la primera invasión de artefactos humanos en Marte. Llevamos enviando sondas al planeta rojo desde 1960 con dispar fortuna. Llegar hasta allí, y lo que es más difícil, posarse en la superficie, es una empresa extremadamente complicada. De las cerca de medio centenar de misiones que se han enviado allí en los últimos 60 años menos de la mitad puede considerarse que alcanzaron con éxito todos sus objetivos.
Muchas misiones, en espacial las primeras, y más concretamente las rusas, sufrieron fallos en el lanzamiento, algunas se estrellaron antes de salir, otras se perdieron en el espacio, otras, como la Mars 1, logró llegar hasta Marte, envió su posición y nunca más se volvió a saber de ella.
La NASA también ha tenido sus fracasos, la Mariner 3 sufrió un fallo en el lanzamiento en 1963, perdió el rumbo y acabó dando vueltas alrededor del Sol. Ahí sigue todavía.
Sonado fue también el fiasco de la misión Mars Cimate Orbiter que se estrelló contra el suelo marciano por un problema tan simple como una confusión en las unidades de medida de distancia utilizadas. El Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, encargado de programar los sistemas de navegación de la sonda, usó el sistema métrico decimal (metros, kilómetros), pero la empresa que se encargó de construir la nave, Lockheed Martin Astronautics de Denver, programó la nave con el sistema de medida anglosajón (millas, pulgadas, pies) por lo que al llegar al destino la sonda no supo colocarse en la posición correcta y acabó estrellándose contra el planeta el 23 de septiembre de 1999.
El principal talón de Aquiles de las misiones europeas a Marte han sido siempre los ‘aterrizadores’. La sonda Beagle-2, de fabricación británica y que iba adosada a la Mars Express Orbiter de la ESA se cree que se estrelló en 2004, nunca llegó a saberse que pasó exactamente con ella, y el módulo Schiaparelli que viajaba a bordo del orbitador ExoMars Trace Gas Orbiter de la agencia europea también se perdió al impactar contra el suelo marciano en 2016.
Sin embargo, y a pesar de los fracasos, Marte es un destino de lo más atractivo para las agencias espaciales que pueden permitírselo, que son muy pocas. Hasta la década de los 2000 Marte fue territorio exclusivo de Estados Unidos y la Unión Soviética (Federación rusa desde los años 90). Sólo Japón hizo un intento antes de entrar en el siglo XXI que terminó en fracaso.
A principios de siglo comenzaron a llegar las misiones europeas, China lo intentó en una misión conjunta con Rusia en 2011 y fracasó, pero India sí logró poner en órbita una sonda en 2014.
Este verano China se lanza a por su segunda oportunidad en Marte, la primera en solitario, y una nación nueva, los Emiratos Árabes Unidos, se la juegan por primera vez en una misión interplanetaria apostando por algo tan complicado como ir a Marte.
Quizá por lo titánico de la hazaña el Gobierno de Emiratos Árabes Unidos, que es el promotor de la misión espacial, ha bautizado su nave a Marte como ‘Hope’ (Esperanza). Su sonda tiene previsto partir rumbo a Marte en algún momento a partir del 15 de julio desde el Centro Espacial Tanegashima en Kagoshima, en Japón.
La misión de ‘Hope’ es la de producir el primer mapa meteorológico global de Marte. Su sonda pretende orbitar el planeta rojo en una enorme órbita elíptica sobre la superficie, mucho más lejos de lo que lo hacen el resto de sondas de diferentes agencias espaciales que ya están allí. La misión tiene una duración prevista de dos años y hará un seguimiento de las variaciones climáticas del planeta, lo que pretende servir de ayuda para futuras misiones tripuladas. Además, la sonda ‘Hope’ espera arrojar luz sobre cómo Marte perdió su atmósfera que en un pasado remoto fue similar a la de la Tierra.
Pero ‘Hope’ no es sólo una misión científica. Se trata de la primera incursión interplanetaria promovida por una nación árabe. La idea del proyecto ha surgido del propio gobierno con una fecha límite de llegada muy clara: el 2 de diciembre de 2021, el día que se cumplirá el 50 aniversario de la fundación de Emiratos Árabes Unidos como país. Se trata pues de una apuesta política además de científica que persigue ensalzar el espíritu nacional con un logro tecnológico sin precedentes.
Para alcanzar el éxito el gobierno emiraití no ha reparado en gastos y ha tirado de talonario para contratar a ingenieros con experiencia previa en misiones de la NASA, en su mayoría procedentes de la Universidad de Colorado.
La apuesta espacial de Emiratos también busca generar un cambio en la cultura del conocimiento en su propio país impulsando las titulaciones de ciencias puras. Se han inaugurado cinco nuevos cursos de pregrado en este tipo de materias en las Universidades del país y las autoridades buscan despertar el interés de los niños en la exploración espacial.
Los chinos fallaron en su primer intento en Marte con el orbitador Yinghuo-1 (luciérnaga) que cargaron a lomos de una nave rusa en 2011. La nave se perdió. Sin embargo, tras ese fracaso China ha acumulado una serie de victorias en el espacio. En 2013, se convirtió en el tercer país en aterrizar una nave espacial en la Luna, y repitieron la hazaña el año pasado alunizando en el extremo más alejado de nuestro satélite. Han sido los primeros en hacerlo. Además, han probado con éxito la nave que llevará a los ‘taikonautas’ a la estación espacial china que se espera que esté terminada en 2022.
Para su primera misión en solitario en Marte China ha hecho una apuesta ambiciosa. Su misión, bautizada como Tianwen-1, que significa "búsqueda de la verdad celestial”, consta de un orbitador, un módulo de aterrizaje y un vehículo explorador con 13 instrumentos científicos a bordo, el pack completo. El lanzamiento está previsto para partir desde una isla del sur de China a finales de julio para llegar a su destino en febrero del año que viene.
La “búsqueda de la verdad celestial” china tiene previsto estudiar la atmósfera marciana desde la órbita y la superficie a pie del terreno, desde la geología marciana pasando por la presencia de agua o signos de vida pasada o presente.
Según la propia Academia de Tecnología Espacial de China en Beijing la misión a Marte supone un reto muy superior a cualquier otra misión espacial que hayan emprendido antes. Marte está 1.000 veces más lejos que la Luna y se parece muy poco a nuestro satélite. Es un planeta con su propia atmósfera y con una gravedad muy superior en el que hay que aterrizar en un terreno rocoso, lo que, según la Agencia Espacial China, convierte a esta empresa en algo mucho más arriesgado que cualquier otra cosa que hayan intentado antes.
Quizá por todos los posibles contratiempos que pueden presentarse en el camino el gobierno chino está guardando un fuerte secretismo en torno a esta misión y la poca información que se publica suele aparecer en medios estatales chinos.
La “verdad celestial” de China guarda en secreto lo que está costando el proyecto, el lugar exacto y la fecha de lanzamiento, así como el lugar elegido para aterrizar en Marte. El plan, sin embargo, sí se conoce. Si todo sale como está previsto, cuando la nave llegue a la órbita marciana liberará el módulo de aterrizaje y el vehículo explorador protegidos por un cono esférico y ambos entrarán en la atmósfera marciana. Aterrizarán ayudados por un paracaídas y después el rover, que pesa unos 200 kilos, desplegará sus paneles solares y bajará al suelo marciano por una rampa. Se espera que exploré la superficie de forma autónoma durante unos 90 días, o soles, que es como se conocen los días en Marte. El orbitador servirá de enlace de comunicaciones durante ese periodo para después descender de órbita y examinar el planeta durante un periodo de un año marciano, unos dos años terrestres.
La misión china lleva instrumentos y cámaras para estudiar la composición del suelo marciano y las rocas, para buscar, de forma específica, evidencias de agua y como esta ha alterado las características geológicas del planeta. El equipo también lleva sensores e instrumental para recopilar datos atmosféricos sobre temperatura, presión del aire, velocidad y dirección del viento, así como para estudiar los campos magnéticos y gravitacionales en Marte.
Al igual que sucedió con el primer prototipo de transbordador espacial el nombre del nuevo rover de la NASA que tiene previsto rodar por la superficie marciana se ha elegido por votación popular. Aquel transbordador, que nunca llegó a ir al espacio, se llamó ‘Enterprise’ por la nave insignia de la flota estelar en la conocida serie Star Trek. Al nuevo rover lo han bautizado como ‘Persevarance’ (perseverancia), un nombre que parece acertado si tenemos en cuenta que en lo que respecta a exploración marciana los mayores éxitos y la mayoría de los descubrimientos más destacados los han llevado a cabo misiones de la NASA.
La agencia espacial estadounidense fue la primera que logró posar naves en Marte a principios de los años 80. Las misiones Viking fueron las primeras que enviaron imágenes desde la superficie del planeta. La NASA fue también la primera en lograr que un pequeño vehículo de exploración se diera un paseo por Marte, el Pathfinder en 1997. Sus rovers Spirit y Opportuniity, que llegaron al planeta rojo en 2004, funcionaron y enviaron información durante mucho, muchísimo tiempo más del que estaba previsto, y su hermano mayor, el Curiosity, lleva explorando el cráter Gale desde 2012 enviando datos y fotografías de la superficie.
El ‘Perseverance’ es un paso más en la exploración de Marte por parte de la NASA. Se trata de un vehículo muy similar al Curiosity, pero con importantes mejoras. La más impactante, quizá, es que llevará a bordo un pequeño helicóptero que usará para explorar el terreno a vista de pájaro y que será el primer ingenio construido en la Tierra que vuele en la atmósfera de otro planeta.
Además, el ‘Perseverance’ extraerá rocas del suelo marciano con su brazo robótico y las guardará en los 43 tubos de recogida de muestras de lleva en su vientre. La idea, si todo sale según lo previsto, es que esas muestras se depositen en algún lugar de la superficie para que una misión posterior, posiblemente en 2031, las recoja y las traiga de vuelta en lo que sería el primer viaje de retorno desde Marte con material geológico para estudiar aquí en la Tierra.
El principal objetivo del ‘Perseverance’ es encontrar pistas que ayuden a los científicos a desvelar cuestiones como si alguna vez Marte albergó vida. Para ello, el rover cuenta con un conjunto de instrumentos diseñados tanto para analizar la atmósfera del planeta como para perforar en su suelo.
El ‘Perseverance’ lleva versiones avanzadas de los instrumentos del 'Curiosity'. Entre ellas un analizador químico que dispara un láser a las rocas para identificar los átomos de las que están compuestas, un sistema de cámaras capaz de hacer zoom a zonas de interés y crear mapeados en 3D de las mismas, incluso lleva un experimento que intentará producir oxigeno a partir de la atmósfera rica en CO2 de Marte como prueba piloto para buscar formas de ayudar en la futura exploración humana del planeta. Además cuenta con espectrómetros de rayos X y ultravioleta para analizar la geología marciana y hasta micrófonos para recoger los sonidos del planeta.
La idea de los ingenieros de la NASA para este nuevo vehículo ha sido la de copiar, en la medida de lo posible, al Curiosity que tantas alegrías les ha dado durante los últimos ocho años. Sobre todo para ahorrar costes, aunque el importe final de la misión se ha ido a los 2.700 millones de dólares, casi 360 millones más de los que en principio se habían previsto.
El lugar escogido para el aterrizaje también se ha elegido con minucioso detalle. El ‘Perseverance’ tiene previsto tocar Marte en el cráter Jezero, de 45 kilómetros de ancho, al norte del ecuador marciano, en un lugar que una vez, hace ya mucho tiempo, fue un lago en el delta de un rio. Lo que los científicos esperan es que sea el lugar ideal para encontrar posibles vestigios de vida en el pasado marciano.
Su lanzamiento se llevará a cabo desde Cabo Cañaveral, en Florida, entre el 30 de julio y el 15 de agosto. Se espera que llegue a Marte el 18 de febrero de 2021.
En los últimos 30 años a la pregunta ¿Cuándo iremos los humanos a Marte?, la respuesta solía ser: dentro de 30 años. Siempre la misma. Ahora, sin embargo, parece que se están poniendo en marcha programas internacionales, e incluso privados, que prometen llevarnos hasta allí en la década de 2030, y lo que es más importe, que podrían conseguirlo.
El programa Artemis de la NASA, en colaboración con otras agencias espaciales como la europea, la japonesa y la canadiense, tiene como objetivo poner a la primera mujer en la Luna en 2024 y prevé la primera misión tripulada de Marte para 2033 si todo sigue el plan previsto.
El otro gran programa en marcha para llevar humanos a Marte es el que ha puesto en marcha Elon Muskk a través de su compañía Space X. La nave para hacerlo posible ya está en pruebas y se llama Starship. Varios prototipos han saltado por los aires en diferentes tests pero la idea de Musk es seguir construyéndolos para ir aprendiendo de los errores hasta lograr el desarrollo de una enorme nave de 108 metros de altura diseñada para trasladar pesadas cargas al espacio y llevar humanos al planeta rojo en algún momento de la década de 2030.
La invasión humana de Marte comenzó hace 60 años. En ese tiempo hemos lanzado medio centenar de misiones con un éxito algo inferior al 50%. Varios satélites humanos orbitan el planeta recogiendo datos, y cuando unos llegan al final de su vida útil otros acuden para reemplazarlos. Cinco rovers se han paseado por sus cráteres y por sus llanuras, uno aún continúa haciéndolo y este verano habrá dos más en camino.
La carrera espacial de la guerra fría tuvo a la Luna como objetivo. La nueva carrera espacial mira más lejos, al planeta rojo, y hay más contendientes en la pelea. Lo que no cambia es la línea de meta. El primero que dé un “paso” gana.