El rodaje de 'Agárralo como puedas' ha unido a estos dos artistas más allá de la cámaras
La nueva fase de Pamela Anderson que está inspirando a las mujeres de 50 más allá del maquillaje: "Sentí que era importante ser más natural"
Cuando nos fijamos en las historias de amor que copan los titulares en los medios, lo cierto es que las historias de reconstrucción emocional en la madurez apenas tienen espacio. Por lo general la industria cultural prefiere el vértigo juvenil, los flechazos tóxicos y los romances imposibles. Sin embargo, el vínculo recientemente confirmado entre Pamela Anderson (56 años) y Liam Neeson (72), que nació durante el rodaje de la nueva entrega de ‘Agárralo como puedas’, desarma ese guión. No es solo una de las parejas sorpresa más importante del verano de 2025, sino que también son todo un ejemplo de cómo la serenidad afectiva puede emerger tras haber vivido dando bandazos emocionales durante décadas.
Pamela Anderson llega a esta historia desde un pasado mediático saturado: matrimonios tempestuosos con Tommy Lee, Kid Rock o Rick Salomon; exposiciones constantes en la prensa rosa; y relaciones marcadas por la intensidad más que por el equilibrio. En sus propias palabras, había alcanzado un punto de no retorno en su vida: “Ahora estoy en calma. Ya no necesito que el amor me salve. He aprendido a salvarme sola” declaraba en una entrevista con Harper’s Bazaar.
Liam Neeson, por su parte, permanecía emocionalmente blindado desde la trágica muerte de su esposa Natasha Richardson en 2009. Su negativa explícita a volver a enamorarse parecía definitiva hasta ahora. “Estoy más allá de todo eso”, dijo en su momento, pero su reciente confesión a People rompe esa barrera: “Estoy locamente enamorado de Pamela. Es fantástica. No tiene un ego enorme. Solo hace su trabajo”.
Un vínculo que rehúye el ruido y abraza lo cotidiano
A diferencia de los relatos sentimentales espectaculares, que suelen estar forjados a base de escándalos y flashes, la relación entre Neeson y Anderson se construye en los márgenes de la normalidad. No hay titulares incendiarios ni exclusivas millonarias. Hay galletas y pan casero que ella deja en su camerino. Hay un abrigo que él le presta cuando hace frío. Hay una cena con los asistentes de producción. Detalles, sí, pero también señales de un afecto que se cuece a fuego lento. En palabras de Anderson para Entertainment Weekly, “Creo que tengo un amigo para toda la vida en Liam. Tenemos una conexión muy sincera y cariñosa”.
La prensa internacional ha retratado su romance con un tono poco habitual para este tipo de casos: sin morbo, sin cinismo, con una suerte de ternura adulta. Se trata de una dosis bienvenida e inesperada de luz y afecto en un verano saturado de posados forzados y sonrisas irreales para redes sociales. En la premiere de Londres de la película que comparten, el abrazo espontáneo de Neeson y el beso que Anderson le dio en la mejilla, y que quedó capturado por decenas de cámaras, no fue una maniobra promocional como las que hay a decenas, sino un gesto sincero de afecto visible entre los dos artistas.
Más allá del guion que interpretan, ambos parecen reescribir el suyo propio. Tras décadas de amores excesivos o dolorosos, ahora encuentran un lugar donde el afecto no es una tormenta, sino un refugio. El gesto de Neeson, que siempre ha sido una persona de lo más esquiva con la prensa, cuando ha verbalizado sus sentimientos por Pamela es, en sí mismo, una rareza mediática. Y su afirmación lo confirma: “Ella no tiene necesidad de demostrar nada, y eso es lo que más me atrae”.
Amar sin reconstruirse a través del otro
Lo que hace único este vínculo es que no nace desde el vacío, ni desde la necesidad de completarse mutuamente. Pamela Anderson ha declarado en repetidas ocasiones que su presente es fruto de una apuesta deliberada por el sosiego, por la recuperación de su eje personal. “Ya no busco mariposas. Busco conversación, mirada y paz” apuntaba hace no mucho.
Esta afirmación va en línea con lo que los especialistas en psicología afectiva señalan una vez pasados los cincuenta. Y es que a partir de esa edad las prioridades cambian y se pasa a valorar la reciprocidad serena, la comunicación fluida y la autenticidad emocional por encima del impacto hormonal del enamoramiento juvenil.

Eso mismo es lo que pone en relieve también el caso de Tim Burton y Monica Bellucci, otro romance entre dos personas que parecen pertenecer a mundos distintos, pero que comparten un código afectivo común: sensibilidad artística, afecto contenido y admiración mutua. “Es alguien a quien puedo mirar mientras dibuja durante horas”, decía Bellucci. “Eso es lo que ahora entiendo por intimidad”.
En el caso de Anderson y Neeson, la madurez no se traduce en conformismo, sino en profundidad. No hay ansiedad por formalizar, ni declaraciones grandilocuentes. Hay actos. Hay escucha. Hay complicidad discreta. En un verano saturado de amores de plató que desaparecen con la edición, su historia brilla precisamente por no buscar el foco.
En definitiva, en tiempos en los que el ruido sentimental cotiza más que el vínculo real, Pamela Anderson y Liam Neeson encarnan una rareza luminosa: el amor que llega cuando uno ha dejado de perseguirlo, y que no busca deslumbrar, sino acompañar. Lo extraordinario no es que se hayan enamorado. Lo verdaderamente notable es que, después de tantas tormentas, hayan sabido reconocerse en la calma.


