Atención a la báscula: los cambios de peso podrían ser aviso de deterioro mental, según un estudio

El hallazgo redefine la típica afirmación de que “adelgazar siempre es bueno”
El método de la mano: claves de nutricionista para calcular las cantidades sin recurrir a la báscula
Un estudio reciente ha vuelto a poner bajo el foco una conexión poco tratada hasta ahora: la relación entre las variaciones importantes de peso en personas mayores y un deterioro cognitivo acelerado. Según dicha investigación, “los adultos de más de 65 años cuya masa corporal disminuyó o fluctuó más de un 5% experimentaron un deterioro cognitivo más rápido que quienes tenían un peso más estable”. En particular, los que mostraron mayor variabilidad de peso vieron tasas de declive “entre dos y cuatro veces mayores” respecto de quienes se mantuvieron estables.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron datos de 4.304 participantes con más de 65 años del estudio National Health and Aging Trends Study, y detectaron que los que mantuvieron un peso constante registraban las tasas más bajas de declive cognitivo.
¿Por qué podría afectar al cerebro?
El hallazgo redefine la típica afirmación de que “adelgazar siempre es bueno”. En este caso, los autores advierten que la capacidad de una persona de mantener un peso estable se relaciona directamente con la velocidad del deterioro cognitivo.
La clave estaría en que las variaciones importantes de peso podrían reflejar vulnerabilidades del organismo más amplias, como pérdida de músculo o masa magra, inflamación crónica, alteraciones vasculares o metabólicas que también afectan al cerebro. Un análisis más amplio encontró que una pérdida de peso superior a ese 5% en personas mayores no solo predice mayor declive cognitivo, sino también atrofia del hipocampo.
Las razones y por qué ocurre esto no están completamente definidas, pero se considera que “estas fluctuaciones de peso podrían indicar una inestabilidad metabólica que contribuye al envejecimiento acelerado, incluido el deterioro cognitivo”.

¿Qué implicaciones tiene esto?
Para personas mayores de 65 años, el mensaje clave que podemos extraer es distinto del habitual, ya que más que centrarse únicamente en adelgazar o ganar peso, la estabilidad del peso podría convertirse en un factor relevante para la salud cerebral. No se trata de quedarse en una interpretación del tipo de “ganar peso es bueno”, sino que en realidad variar peso de forma significativa podría ser una señal de alerta.
Desde el ámbito clínico, esto invita a valorar cambios de peso de más de un 5% como posible indicador de que el organismo atraviesa un estrés fisiológico visible también en el cerebro. De esta manera, el estudio recomienda que los adultos mayores comparen la evolución de su peso siempre en condiciones similares (a la misma hora, con ropa similar, en ayunas…) para poder así detectar variaciones importantes más fácilmente.
Con todo, no se deben lanzar conclusiones precipitadas: el propio estudio advierte que por su carácter observacional no establece una causalidad. Es decir, no está probado que la variación de peso cause el deterioro cognitivo, ya que podría ser, en cambio, un marcador temprano de procesos patológicos ya iniciados que estén relacionados con este problema.
También se señala que no en todos los casos observados se pudo determinar si la pérdida de peso fue intencionada, por ejemplo con una dieta, o involuntaria, debido a una enfermedad, lo que puede ser un detalle importante y definitorio a la hora de sacar conclusiones. Y aunque otro estudio analizó trayectorias de peso desde la mediana edad hasta la vejez, su conclusión fue que solo una trayectoria de reducción de peso podría asociarse con ese mayor declive cognitivo.
¿Qué pueden hacer los mayores y sus cuidadores?
En este contexto, conviene que personas mayores, y aquellos que les cuidan, no pierdan de vista el peso corporal como una variable más a vigilar, no solo por el corazón o las articulaciones, sino también por la preservación de las capacidades cognitivas. Eso implica llevar la cuenta del peso que se pierde o recupera rápidamente, y estar atentos a en qué momento puede ser útil una evaluación médica integral que incluya nutrición, función muscular, estado metabólico y pruebas cognitivas.
Además, mantener hábitos que favorezcan la estabilidad corporal, como realizar actividad física regular, seguir una alimentación adecuada o tener bajo control enfermedades crónicas, se perfila como estrategia a incorporar en la prevención de la demencia.
En definitiva, que no es solo cuánto pesas, sino cómo varía tu peso lo que podría estar reflejando procesos que afectan al cerebro. La estabilidad podría resultar tan relevante como la cifra en la báscula.

