Muere Johanna Mazibuko a los 128 años: esta mujer sudafricana nació a finales del siglo XIX

Johanna Mazibuko, nacida el 11 de mayo de 1894, conocida como la mujer más longeva del mundo, murió el pasado 3 de marzo a los 128 años en su domicilio de Jouberton, una provincia del noroeste de Sudáfrica. De esta forma, nació en el siglo XIX y murió en el XXI, sobreviviendo a dos guerras mundiales, dos pandemias (la gripe española y el covid), el apartheid, la revolución rusa y otras muchas efemérides históricas.

Esta mujer sudafricana poseía documentos que probaban su nacimiento, pero nunca tuvo dicho reconocimiento oficial por parte del Libro Guinness de los Récords. De este modo, la persona más anciana del mundo, después de la muerte de la monja francesa Lucile Randon, el pasado mes de enero a los 118 años, es María Branyas, una mujer catalana de 116 años que vive en la residencia Santa Maria del Tura en Olot (Girona).

La vida de Johanna Mazibuko

Johanna no sabía leer ni escribir, puesto que nunca fue al colegio, pero tampoco lo necesitó para convertirse en una mujer fuerte. Una de sus nueras, Thandiwe Wesinyana, confirmó que el deceso tuvo lugar el viernes 3 de marzo, posiblemente a causa de un derrame cerebral que sufrió el pasado 14 de febrero y por el que estuvo un par de semanas ingresada en un hospital.

En declaraciones que recoge el diario británico 'The Sun', Wesinyana reconoció que "la comunidad está entristecida" porque "todos hemos perdido a una madre" y afirmó que con su suegra se va una parte importante de su vida.

"Nos encantaba rezar juntas y pasábamos la mayor parte de nuestros días bebiendo té y hablando. Ya no sé con quién me voy a divertir. Se ha abierto una herida, me duele el corazón y estoy destrozada", indicó Thandiwe.

Johanna se casó con un anciano viudo, Stawana Mazibuko, quien, según manifestó ella, nunca le faltó de nada. Entre ambos sumaban siete hijos y más de 50 nietos y bisnietos. Además, Mazibuko tenía 11 hermanos, tres de los cuales, más jóvenes que ella, siguen todavía vivos.

Hace poco, a sus 128 años, admitió que echaba de menos la granja de maíz en la que creció y la comida que tomaba cuando era niña porque "entonces no había problemas" y los alimentos, como la leche fresca o las espinacas, tenían mucho más sabor.

Asimismo, según señalan varios medios, se preguntaba ante sus familiares y amigos cuándo iba a fallecer, dado que el mundo le había cansado y estaba aquí "sin hacer nada".