Los relatos de las víctimas de abuso sexual de Jeffrey Epstein son verdaderamente horribles. Es por ejemplo el caso de Sarah Ransome, quien narró ante el juez el infierno que vivió en la conocida popularmente como 'isla de las orgías'. El caso del multimillonario estadounidense, que se suicidó en prisión el pasado 10 de agosto, ya está cerrado.
Era tal la desesperación de Ransome que, después de haber sido violada tres veces durante un día, decidió adentrarse en mar abierto pese al conocimiento de que un tiburón podría terminar con su vida. "Un tiburón habría sido mi mejor amigo en ese momento. Ni siquiera lo pensé, fue solo alejarme", ha asegurado en una entrevista a 'The Telegraph'.
Una decisión que finalmente no pudo llevar a cabo porque los agentes de seguridad la detuvieron al verla por las cámaras de vigilancia. Cuando Ransome conoció a uno de los agentes de Epstein jamás pensó que podría llegar a convertirse en una de sus esclavas sexuales. "No tenía idea del nido de avispas en el que había entrado. Era tan encantador y carismático", ha destacado.
Su terrorífica aventura no fue la única que se vivió en la isla Little St.James, el paraíso en el Caribe que pertenecía a Epstein desde 1998 cuando lo compró a un profesor por 7,95 millones de dólares. En tan solo unos años, el terreno de 300 hectáreas pasó a convertirse en el lugar de las perversiones del multimillonario y sus amigos.
Una auténtica mansión equipada con todos los caprichos de su propietario y custodiada por fuertes medidas de seguridad que evitasen las miradas indiscretas. Contaba incluso con una plataforma para aterrizaje de helicópteros y con un centro comercial. En tiempo récord, se convirtió en el centro de operaciones de la supuesta red de tráfico sexual por la que pasaron políticos, grandes empresarios y multimillonarios de todo el mundo.