Pesadillas y terrores nocturnos: ¿en qué se diferencian?

  • Pesadillas y terrores nocturnos se diferencian, entre otras cosas, por su intensidad: el terror nocturno es mucho más angustioso

  • Además, el terror nocturno se asocia con la edad: es frecuente que afecte solo a niños y que desaparezca a los 9-10 años

  • ¿Por qué sacamos un pie fuera de la cama al dormir?

Casi todos los niños -y los no tan niños- atraviesan fases o momentos en los que experimentan pesadillas y, en el peor de los casos, terrores nocturnos. Aunque ambos están relacionados con el sueño y el descanso, la realidad es que se trata de fenómenos distintos que se relacionan con los miedos que nos afectan a cada uno de nosotros, y que pueden volverse más tangibles durante la noche y mientras tenemos la mente menos distraída. ¿En qué se diferencian pesadillas y terrores nocturnos? ¿Qué podemos hacer para evitarlos y para ayudar a nuestros hijos a superarlos?

Pesadillas y terrores nocturnos: diferencias y cómo tratarlos

Si algo tienen en común pesadillas y terrores nocturnos es que ambos se relacionan con nuestros miedos, aunque ambas manifestaciones son distintas y, en cierto modo, los terrores nocturnos pueden ser más problemáticos.

Son frecuentes en los más pequeños, aunque también pueden afectar a los adultos, especialmente en el caso de las pesadillas, que funcionan como reflejo de aquello que nos preocupa en la vida real. Determinadas técnicas de relajación, remedios naturales para descansar mejor... pueden servirnos como ayuda para lograr el estado de calma y paz mental necesario para descansar más tranquilos, dejando atrás nuestras preocupaciones y recuperando así fuerzas durante la noche.

Estas son algunas diferencias entre terrores nocturnos y pesadillas:

  • Los terrores nocturnos son menos frecuentes que las pesadillas. Dado que los terrores nocturnos son más 'graves' y angustiosos, también son menos frecuentes. Se trata de una manifestación del miedo o de la ansiedad de corte más extremo y más desagradable para quien lo experimenta, por lo que se podría decir que se trata de un paso más allá de la mera pesadilla, mucho más común.
  • Los terrores nocturnos son más intensos que las pesadillas. Esta es otra diferencia importante. Normalmente los terrores nocturnos se manifiestan de forma muy intensa, y es frecuente que quien los experimenta se despierte bruscamente, grite o se mueva de forma muy agitada. También pueden aparecer sudores, taquicardia... y es probable despertarse desorientado y sin reconocer por unos segundos a las personas que acudan a consolarnos. En cierto modo, el terror nocturno se entremezcla en mayor medida con la realidad, y tardamos más tiempo en tomar consciencia de que estamos a salvo. La pesadilla, en general, suele resultar menos intensa, y basta despertar para sacudirnos esa mala sensación.
  • Las pesadillas nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Al contrario, los terrores nocturnos se asocian más a la infancia y es frecuente que se experimenten durante un periodo determinado de tiempo, de forma repetida, para desaparecer poco a poco una vez superado el miedo concreto de que se trate. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad, a la presencia de 'monstruos' o similares. Las pesadillas, sin embargo, nos suelen acompañar a lo largo de nuestras vidas, si bien tan solo aparecen cuando se dan las condiciones para ello: una etapa de estrés, un duelo, una preocupación puntual, un dolor emocional de cualquier tipo...
  • Los terrores nocturnos se asocian a la entrada en la fase REM. Esta fase de sueño profundo es la que se asocia con los episodios de terrores nocturnos. En concreto, se dice que el paso del sueño ligero al sueño profundo es el momento en el que pueden producirse estos desagradables terrores. Las pesadillas pueden aparecer en cualquier momento del descanso.

Sea cual sea el caso, no existe una 'cura' específica para los terrores nocturnos o las pesadillas: lo mejor que podemos hacer es intentar desenredar los miedos que las provoquen, tanto en nosotros mismos como con nuestros hijos: hablar de ello, normalizar la sensación de miedo y enseñar al niño que no hay nada que temer, haciéndole sentir protegido, es la receta universal para superar estos episodios. Normalmente, en el caso de los terrores nocturnos, éstos suelen desaparecer hacia los 9-10 años. En los casos más extremos (gran intensidad y repetidos episodios que no mejoran con el paso del tiempo) puede ser buena idea consultar a un profesional

Igualmente es recomendable utilizar técnicas para reducir el estrés, así como crear un ambiente relajado antes de dormir. El orden en la habitación, una luz suave antes de meternos en la cama, música relajante... y un periodo de tránsito entre la actividad y el descanso, son factores clave para llegar relajados a la cama y conectar con el sueño de una forma paulatina y mucho más saludable.

Lógicamente, esto pasa por evitar todo tipo de pantallas en la cama y, de forma óptima, durante las dos o tres horas previas al momento de irnos a la cama. Está demostrado que la luz que emiten este tipo de dispositivos nos mantiene activos cuando, en realidad, lo que deberíamos intentar es que la oscuridad vaya induciendo poco a poco el estado de relajación necesario para conciliar el sueño de forma óptima.