Actuar ante un ataque de ansiedad: varios jóvenes explican su experiencia a la hora de gestionar una crisis nerviosa

  • Durante un ataque de pánico es normal experimentar mucho malestar, por eso hemos preguntado a varios veinteañeros por su forma de gestionarlo

Sufrir un ataque de pánico o ansiedad no es plato de buen gusto. Sientes presión en el pecho, tu vista se vuelve borrosa o incluso hiperventilas, y mientras tanto no paras de preguntarte cuándo acabará y qué es lo peor que puede pasar. Algo que recalcamos los psicólogos es que de ansiedad nadie muere. Aunque sientas palpitaciones, tu corazón no se va a parar. Aunque se te emboten los oídos, no vas a quedarte sordo. Aunque te cueste respirar, no te vas a ahogar. Sin embargo, se pasa muy mal. Por eso hemos recopilado los testimonios de varios veinteañeros que sufren o han sufrido ataques de pánico diagnosticados por un profesional.

Qué es un ataque de pánico

Un ataque de pánico o de ansiedad es un conjunto de síntomas que generan mucho malestar, entre ellos:

  • Palpitaciones.
  • Sudores fríos o mucho calor.
  • Temblores.
  • Dificultad para respirar.
  • Dolor en el pecho.
  • Náuseas o ganas de ir al baño.
  • Mareo o sensación de que estás aturdido y te puedes desmayar.
  • Hormigueo en las extremidades.
  • Sensación de que todo es como un sueño irreal.
  • Miedo a perder el control, a que te de un infarto, a que esta sensación dure siempre o incluso a morir.

Como veis, la mayoría son síntomas físicos muy desagradables y aunque durante el ataque creemos que vamos a estar así eternamente, lo habitual es que dure entre 5 y 15 minutos.

A veces estos ataques son inesperados, pero también es posible que surjan solo en determinadas situaciones, por ejemplo antes de un examen, al hacer una presentación oral delante de mucha gente, en una fiesta, al subir en un ascensor… Las posibilidades son infinitas y dependen de la historia de cada persona.

En cualquier caso, el primer paso es ponerte en manos de un psicólogo. Ningún artículo de internet sustituye la terapia. Sin embargo, si ya estás recibiendo ayuda profesional y quieres conocer experiencias de otras personas que padecen ataques de ansiedad, hemos recopilado varios testimonios que pueden serte de utilidad.

Alexis (24 años):

“A mí me daban ataques de ansiedad cuando estaba en la universidad, sobre todo cuando me preguntaban algo en clase. Al principio lo que hacía era huir y evitar ir a clase, pero me di cuenta de que así sólo estaba huyendo de mis problemas. Tenía que enfrentarme a lo que me generaba tanto miedo. Esto no lo aprendí por mi cuenta, necesité ir al psicólogo para que me enseñase herramientas con las que afrontar la ansiedad en la universidad.

Cuando retomé las clases hablé con mis profesores y les conté mi problema. Expliqué que a veces me daban ataques de ansiedad cuando hablaba delante de mucha gente, pero que quería aprender a hacerlo en vez de evitarlo. Me comprendieron muy bien. Creo que contar abiertamente lo que me pasó en vez de ocultarlo fue un paso fundamental para superar mis ataques de ansiedad.”

Helena (26 años):

“Hace mucho tiempo que no tengo un ataque de ansiedad, pero cuando me dan lo que hago es concentrarme en la respiración. En mi caso, durante los ataques de ansiedad hiperventilaba, así que mi psicóloga me enseñó una forma de respirar calmada y profunda, que es la respiración diafragmática.

No sé si funciona porque de verdad respiro mejor o porque me ayuda a distraerme cuando estoy teniendo un ataque, pero sin duda hace que en esos momentos tan horribles la ansiedad dure menos tiempo y puedo retomar lo que estaba haciendo.”

Javi (23 años):

“Empecé a sufrir ataques de ansiedad cuando me saqué el carné de conducir. Recuerdo que la primera vez iba por la autopista y empecé a sudar, a notar que estaba mareado y a ponerme muy nervioso. Pensé que me estaba desmayando por el calor del verano o algo, pero en realidad lo que pasaba es que me daba miedo conducir.

Una parte de mí quería que dejase de coger el coche, pero lo necesitaba para ir a trabajar en verano. Seguí conduciendo y cuando me mareaba intentaba mantener la calma: ponía el aire acondicionado, mascaba chicle, ponía música movidita para estar activo, y si aun con eso seguía mal, paraba en el arcén, respiraba profundamente y seguía. Con el tiempo superé mi miedo.”

Cristina (21 años):

Lo que más me ha ayudado para la ansiedad es saber pedir ayuda. Al principio intentaba gestionar los ataques yo sola. No quería preocupar a mis padres y me daba un poco de miedo asustar a mis amigos con mis problemas de salud mental. Vivía avergonzada y eso hacía que tuviese más ataques y que encima fuesen más intensos.

Fui al psicólogo de la universidad y le conté todo lo que sentía. Me dijo que necesitaba apoyo social, que no podía cargar el mundo entero sobre mis hombros. Me costó, pero empecé a abrirme con mis padres y con mis amigos y el 99% de la gente me ayudó todo lo que pudo y más. Además, cuando hablas de estas cosas, te das cuenta de que hay mucha más gente como tú.

Saber que no estaba sola y que las personas a las que quiero me apoyaban fue muy sanador.”

Este artículo no sustituye la consulta de un psicólogo. No te autodiagnostiques y ante cualquier duda ponte en manos de un especialista. Sólo un profesional cualificado puede proporcionarte un tratamiento con rigor y adaptado a tus necesidades.

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