Un joven de 17 años en Burgos, este martes. Dos hermanas mellizas de 12 años en Oviedo, el pasado viernes. Dos gemelas, también de 12 años, en Sallent (Barcelona), en febrero. Todos, casos similares y recientes de adolescentes que se han suicidado, o lo han intentado, utilizando el mismo método.
Todos, protagonistas involuntarios de portadas y tertulias de los medios de comunicación donde sus historias se han narrado con demasiado detalle. La pregunta es casi inevitable ¿Ha habido efecto contagio? "Estas noticias están llegando a menores que se sienten identificados con el dolor de esos adolescentes que han hallado una salida a sus problemas en el suicidio. Es fácil que piensen, pues yo voy a hacer lo mismo", lamenta María de Quesada, periodista y presidenta de La niña amarilla, una asociación para la prevención del suicidio desde la comunicación.
De Quesada insiste en que es positivo hablar de las conductas suicidas para evitar que esta lacra se convierta en un tema tabú, pero advierte de que debe evitarse especificar los métodos utilizados o los escenarios donde se ha producido para no desencadenar un efecto contagio. "Hemos pasado de un extremo a otro, de no hablar nada del suicidio a hacerlo con pormenores que solo causan sufrimiento e imitación. La evidencia científica nos dice que la forma en la que comunicamos importa: puede ser preventiva o causar efecto contagio, que es lo que está pasando ahora", asegura.
"Lo primero es tener claro cuándo es noticia un suicidio y cuándo no lo es", indica la periodista. "Por norma, los suicidios de personas anónimas, que no conocemos, no deberían ser noticia, a no ser que detrás del hecho haya problemas sociales asociados, como el acoso, el bullying, los desahucios o la violencia, por ejemplo. En estos casos se puede comunicar el suicidio, pero sin centrarse en los detalles individuales, sino en la problemática que se esconde detrás" recalca.
"Cuando es un personaje público también hay que informar de ello, y por último en el caso de que el suicidio se haya producido en la vía pública con consecuencias para terceros", destaca. "Pero hay que hacerlo siguiendo unas recomendaciones y fijándose en el objetivo esencial, que es la prevención", propone de Quesada.
"Es evidente que los medios de comunicación pueden tener un papel activo en la prevención del suicidio", destaca de Quesada. Ya en el año 2000, la Organización Mundial de la Salud publicó una guía, que actualizó en 2017, con consejos a la hora de comunicar un suicido. También el Ministerio de Sanidad español presentó un manual en este sentido y distintas organizaciones embarcadas en la prevención del suicidio tienen su decálogo para estas situaciones.
"Son recomendaciones que todos deberíamos conocer, no sólo los periodistas, porque todos podemos en un momento dado tener un familiar que se ha suicidado y vernos en la tesitura de tener que dar nuestro testimonio a los medios. Entonces, si el periodista no está formado y la persona que lo cuenta no sabe cómo hacerlo, el resultado puede ser un desastre, porque se van a filtrar un montón de informaciones que lo que producen es, efectivamente, el indeseado efecto contagio", advierte de Quesada, que avanza algunos de los consejos que se deberían tener en cuenta a la hora de informar sobre este delicado asunto:
"Antes de dar una mala información sobre suicidio que puede causar un efecto contagio, es mejor no darla", concluye de Quesada. "Hay que plantearse si queremos contribuir a provocar más muertes o ser agentes de prevención. Hay que tratar este tema de la manera más cuidadosa, más respetuosa posible. Siempre desde la luz, no desde la muerte, aportando salidas y esperanza. Es algo serio, lo que está en juego es la vida".