En su declaración coinciden en que oía voces, que decía ser un enviado de la luz y que se sentía con el poder de influir sobre el mundo. Incluso su expareja asegura que sintió miedo cuando le descubrió contenido pornográfico en su ordenador.
Un retrato que para su defensa es esclarecedor. Viene a reforzar la tesis de la enajenación mental que el acusado sostiene donde dice que la pequeña le miraba con maldad y que su labor era acabar con ella.
Argumento que su defensa apuntala para reducir la condena y a la que la acusación popular no da ninguna credibilidad. “lo que no queda acreditado es si estaba tan mal, tan mal… Cómo no hicieron nada”, aseguran.
Mientras, junto al ministerio fiscal intentan que sobre este parricida pese la mayor pena contemplada en el código penal: la prisión permanente revisable.