¿Cuál es la mejor forma de comer ostras?
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Las ostras se han convertido en uno de los imprescindibles de todo buen foodie, ya sea como complemento mientras se prueban otros bocados o como plato en sí mismo. Cada vez hay más recetas que se salen de la norma y que se van dando a conocer, pasando a ser mainstream y dejando de ser exclusivo de los amantes de la gastronomía.
Sabiendo escoger el lugar, casi cualquiera puede probar las mejores ostras, siempre y cuando no le importe pagar el precio, porque que puedan encontrarse cada vez en más lugares no es sinónimo de que cada vez sean más baratas. Ni se pretende.
Las ostras siempre han estado consideradas un producto de lujo, cultivarlas requiere tiempo y cuidado y eso hace que su precio sea mayor. Por eso es importante saber encontrar el mejor lugar para tomarlas, así como la mejor salsa para hacerlo. Suelen tomarse de forma puntual, por lo que disfrutarlas se convierte casi en una obligación, esperando que sea una experiencia tan deliciosa como memorable y, si puede ser, que se repita de vez en cuando.
De hecho, incluir las ostras como capricho en nuestra dieta es más una cuestión económica y logística (puede que nuestro restaurante preferido para comerlas no esté en nuestra ciudad, ni siquiera en nuestro país), pues se trata de un alimento nutritivo, rico en proteínas, vitaminas y minerales, que ayuda a reforzar el sistema inmune y se convierte en una gran fuente de energía.
Sus propiedades hacen que las ostras sean buenas para el corazón, para los huesos y para la piel, son bajas en grasas y también en calorías, por lo que, siempre que se tomen con moderación y en el marco de una dieta equilibrada (como casi todo), puede ser estupendo incluirlas en nuestros menús. Además, se consideran afrodisiacas.
La mejor forma de comer ostras: como disfrutarlas
Las ostras pueden ser el mejor de los aperitivos o un gran entrante, ideales para abrir boca y prepararnos para poder seguir degustando el resto del menú. Se pueden tomar también como un detalle durante una velada nocturna, acompañadas de alguna bebida. Es habitual maridarlas con vino blanco, pero se ha vuelto muy popular tomarlas con champán, aunque también hay quien opta por tomarlas con cócteles, como la Margarita o el Dry Martini. Quienes no quieran tomar alcohol pueden, evidentemente, tomarlas con agua o, si quieren que sea un poco más especial, apostar por el agua con gas.
Más allá de saber cuál es la mejor bebida para acompañarlas, tampoco está de más saber cuál es la mejor forma de comerlas. Para eso es esencial saber abrirlas, algo para lo que se necesita cierta habilidad y entrenar es la mejor manera de aprender; evita depender de que nadie tenga que abrir tus ostras por ti y, si por el camino tienes que comer algunas más y practicar hasta que salga perfecto, seguramente sea una experiencia más que bienvenida.
Uno de los elementos clave es el cuchillo que se emplea, uno que es específico para abrir ostras, tiene una hoja corta y puntiaguda y una empuñadura que evita que el cuchillo pueda deslizarse de nuestra mano y hacernos daño. A pesar de ello, es esencial proteger la mano que sujeta la ostra, por ejemplo, con un paño, evitando así que un despiste o mal gesto acabe en desgracia. Sujetando el cuchillo con la mano dominante, la ostra se sujeta con la otra, con la concha cóncava hacia abajo. El cuchillo se introduce entre las dos conchas en la zona en la que se unen las dos valvas, que es la más fina.
Se introduce el cuchillo de forma horizontal y con la punta, hay que cortar el músculo que uno ambas partes y que suele estar a la derecha. Después solo hay que hacer palanca y separarlas con cuidado.
Abrirlas es toda una aventura, pero comerlas es mucho más sencillo, porque lo más habitual es tomarlas crudas. Solo hay que cogerlas con la mano (la media concha que tiene la carne y el caldo de su interior) y colocar la parte más ancha cerca de la boca, levantando la concha suavemente para que la ostra se introduzca en la boca. Se mastican de manera suave para poder disfrutar de su sabor a mar. Las ostras deben tener una textura viscosa, por lo que si tienen una textura blanda, un color lechoso o un olor extraño, es recomendable no comerlas.
Si bien se comen crudas, esto no quiere decir que no puedan tomarse con algún acompañamiento, como un sencillo chorrito de limón o un aderezo o salsa tradicional, como una salsa mignonette clásica. En algunas ocasiones también pueden cocinarse, tomándolas a la parrilla, ahumadas, al horno o fritas, distintas opciones que pueden ser más del gusto de quien las prueba por primera vez, pero que de este modo se perderá la experiencia completa de tomarlas de la manera habitual.