Siempre es muy importante confiar en nuestro instinto y ser cautelosos a la hora de proporcionar información sobre nuestras finanzas o realizar transacciones en línea, especialmente en esta época, repleta de estafas online, fraudes digitales, sitios web que imitan a fuentes legítimas y métodos cada vez más sofisticados para robar nuestro dinero.
Los ciberdelincuentes saben que habrá un porcentaje del grueso de la población que picará en sus intentos de fraude y suelen perfeccionar sus métodos a medida que detectan puntos débiles en nuestra forma de gestionar nuestra vida digital. Cada mes surgen nuevas formas de estafa y reformulaciones cada vez más avanzadas de métodos como el phishing, el smishing o el spoofing, que se valen del robo de datos o la suplantación de identidad para acceder a nuestra información personal más sensible.
Al enviar dinero o realizar cualquier tipo de transferencia online, tenemos que asegurarnos primero de que el destino es legítimo y cerciorarnos de que la cuenta bancaria a la que enviamos el dinero es auténtica y procede de una fuente verificada.
Los ciberdelincuentes saben que imitar a una fuente de autoridad (un banco, por ejemplo) es garantía de éxito cuando el aspecto visual y el tono de la comunicación es prácticamente indistinguible del original. Los métodos que utilizan son muy variados: pueden enviarnos un correo electrónico o un mensaje de texto que parece provenir de nuestra entidad financiera para solicitarnos cierta información.
Aquí está la clave: un banco nunca nos pedirá por correo electrónico información sensible relativa a nuestros datos, incluida la que tiene que ver con nuestro número de cuenta, nuestra clave o nuestra huella biométrica. Tampoco nos solicitará que transfiramos dinero a otra cuenta bancaria por ningún motivo. Aquí estaría la primera señal de alerta. Si recibimos una llamada, un SMS o un correo electrónico en el que se nos pide que realicemos cambios importantes o transfiramos dinero, como en este caso reciente, hay que sospechar.
También tenemos que verificar las posibles discrepancias en la información proporcionada por el banco o la persona que nos contacta. ¿Cuáles podrían ser?
Por ejemplo, si un estafador utiliza un extracto bancario alterado para solicitarnos una transferencia a una determinada cuenta podemos fijarnos en diferentes detalles para detectar el fraude: un número de cuenta que no coincide con los números de ruta, errores tipográficos, variaciones en los tipos de letra en el mismo documento, cambios injustificados de tamaño del texto en distintas secciones, suma de transacciones erróneas o números redondeados (los estafadores los utilizan para que las cifras parezcan más convincentes)
Las comprobaciones de los segmentos o partes del número de cuenta son esenciales. Es lo que se conoce como SICA.
En total, una cuenta bancaria española tiene 24 dígitos.
Una buena manera de verificar su autenticidad es a través de herramientas en línea que nos permiten comprobar la validez de un IBAN (Iban Calculator.com; Iban.es) o las que algunos bancos ponen a disposición de los profesionales para comprobar datos de terceros, si, por ejemplo, un autónomo quiere comprobar si un cliente está dado de alta en el registro de pagos.