El empresario de coches que dobló el salario a sus empleados y logró éxito económico
Iván Fernández, autor del libro ‘Innovadores’, nos cuenta cómo Henry Ford cambió el paradigma económico
El guitarrista mutilado que dio origen al heavy metal: "Es una historia de transformación"
En 1914, Henry Ford sorprendió al mundo industrial al anunciar un aumento radical de salario: sus obreros pasaron de ganar aproximadamente 2,34 dólares a 5 dólares al día, lo que a su vez era equivalente al doble de la media del sector en aquel momento. Esta decisión, que implicó también la reducción de la jornada laboral de nueve a ocho horas y la creación de tres turnos diarios, generó una oleada de solicitudes de empleo, contabilizándose hasta 30.000 en pocas semanas.
Sirvió también para reducir el absentismo laboral del 10% al 2,5%. Pero más allá del gesto de Ford, esta decisión económica redefinió los pilares del éxito empresarial, al demostrar que cuidar al trabajador no solo es ético, sino altamente rentable. Esta historia y 49 más nos las cuenta Iván Fernández en su libro ‘Innovadores’, donde recupera 50 personajes que hicieron las cosas diferente.
Revolución productiva y expansión del mercado
Ford no invirtió en salario por caridad, sino por convicción económica: pagar bien para retener talento, reducir rotación, aumentar la productividad y, de paso, convertir a sus trabajadores en consumidores de los mismos coches que fabricaban. El modelo T no solo se montaba en sus fábricas; también era aspiración de quienes lo ensamblaban.
“Ford entendió que, si cuidaba a su gente, ellos cuidarían de su empresa”, explica Iván Fernández, autor del libro ‘Innovadores’, donde rescata las pequeñas historias detrás de grandes transformaciones. En su obra, Fernández subraya que innovar no siempre implica inventar: “A veces es simplemente hacer lo correcto cuando nadie más se atreve”.
Según estudios de Harvard Business School, con este movimiento la eficiencia obrera se disparó entre un 40% y un 70% tras el incremento salarial. El modelo no solo reforzó el rendimiento individual, sino también redujo ciertos costes, dado que al mejorar la estabilidad, Ford redujo gastos en formación y reclutamiento masivo, además de eliminar cuellos de botella en la cadena de montaje.
El fenómeno se amplificó por mera lógica de mercado: al doblar salarios, Ford atrajo a los mejores mecánicos y operarios de Detroit, rompió con el yugo de la mano de obra precaria y disparó la reputación de su fábrica. Su anuncio del “Five Dollar Day” se convirtió en titular internacional. La medida, vista como un gesto paternalista por algunos sectores conservadores, fue interpretada también como un manifiesto a favor de la clase trabajadora.
Pero Ford no era socialista: era un pragmático brillante. “Las grandes ideas no nacen siempre de grandes momentos, muchas veces surgen del error, del caos o del simple aburrimiento”, señala Fernández. La clave está en entender el fracaso como parte del proceso, no como un final.
Lección perpetua de innovación empresarial
La historia de Ford es mucho más que un hito salarial: es una lección sobre innovación no tecnológica, sino organizativa. Como señala Fernández, “la historia no solo la escriben los grandes, sino también los tercos, los raros y los que se atrevieron a pensar distinto”. Al doblar el salario, Ford no inventó una máquina nueva, sino una lógica distinta: pagar más para producir mejor.
Fernández recalca que este tipo de innovaciones nacen de la “rabia y la curiosidad” por cuestionar lo convencional, no de una ruptura técnica. El salario de 5 dólares fue una respuesta directa al caos de rotación (370%) y absentismo que sufría la empresa, hasta el punto de que se decía que tenían que contratar a 1.000 trabajadores para mantener 100 puestos estables. Y lejos de ser un despilfarro, fue una apuesta por la sostenibilidad interna, por retener talento y por expandir el mercado. Hoy, esa estrategia sigue funcionando a las mil maravillas. Y es que, cuidar al equipo significa cuidar al negocio.
Ford demostró así que un salario elevado puede generar retorno económico sin necesidad de apelar al sacrificio de los trabajadores. Él mismo declaró que invertir en su gente fue “uno de los mejores movimientos para reducir costes”. La economía circular aplicada al empleo cultivó fidelidad, conocimiento acumulado y cohesión operativa. Y, como resultado secundario, abrió paso a la clase media estadounidense y estimuló el consumo masivo, cimentando una prosperidad industrial y social.
Hoy, en la era de la automatización, la inteligencia artificial y el escepticismo global, la experiencia de Ford sigue teniendo vigencia: aumentar el salario no siempre encarece; a menudo, es la mejor inversión para aumentar la calidad, la estabilidad y el impacto económico. Porque entre el salario y el éxito no existe una línea dividida: lo que separa ambas es una estrategia coherente que integra al trabajador como eje central.
