Deudas

¿Es normal vivir endeudado? Cómo detectar si estás “normalizando” esta situación y cómo solucionarlo

Una pareja revisando su situación financiera. Telecinco.es
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Vivir con deudas se ha convertido en rutina para muchas personas, convirtiéndose en una situación casi indistinguible de su vida más cotidiana. Obtener dinero con el que financiar sus proyectos más complejos, pagar las compras a plazos o mantener tarjetas con saldos permanentes, es ya algo habitual, hasta el punto de que no extraña el comentario de: “todos tenemos algo pendiente”. Pero, ¿es realmente normal depender del crédito?, ¿O estamos cayendo en un fenómeno emocionalmente más peligroso que económico?

Y es que el endeudamiento ha dejado de percibirse como excepción para convertirse en una práctica socialmente aceptada. Vivimos en una sociedad donde el crédito ha sido normalizado y moralizado, interiorizado casi como parte de nuestra rutina en lugar de como una decisión consciente que afecta al resto de nuestra economía. El problema no es sólo financiero, también simbólico: hemos resignificado el crédito como algo “normal” en la vida adulta .

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Tiende a minimizarse su impacto, pero las consecuencias emocionales de vivir bajo la presión constante de la deuda son evidentes. Un estudio británico detectó que más del 25% de personas con enfermedades mentales sufrían estrés financiero, frente al 9% de quienes no tenían deudas. Distintos expertos se han posicionado, vinculando el estrés emocional directamente con el endeudamiento crónico. El estrés crónico, la ansiedad constante y la sensación de estar atrapado en una rueda financiera son efectos característicos de este desbalance.

¿Cómo saber si estás normalizando la deuda?

Por supuesto, hay pistas que indican que estamos normalizando este tipo de situaciones, y es precisamente en estos aspectos en los que debemos autoevaluarnos para salir de dudas.  

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En primer lugar, debemos ser conscientes del peligro de relativizar esta situación. Si a pesar de las dificultades, nos escudamos en frases como “no es para tanto” o “todos lo hacemos” lo que estamos haciendo es minimizar un problema que, probablemente sea más grande. Es decir, que uno de los primeros indicios es que la deuda deja de generar alarma o incomodidad.

Otro signo preocupante es ignorar el estado real de las finanzas. Evitar consultar el saldo de la cuenta, no revisar los extractos bancarios o desconocer cuánto se debe en total son actitudes frecuentes entre quienes han incorporado la deuda como parte de su día a día. A ello se suma el uso constante de recursos como el crédito revolving, los pagos aplazados o los microcréditos, sin una planificación clara para devolverlos.

También es habitual que, pese al sobreendeudamiento, no se busque ayuda profesional ni se considere modificar los hábitos de consumo. Este inmovilismo se sustenta en la creencia de que no hay alternativa viable o que “ya es tarde” para solucionarlo, lo cual perpetúa el ciclo.

Reconocer que se ha caído en esta trampa psicológica es el primer paso para revertir la situación. La deuda no debe ser una norma vital, y existen herramientas, que van desde asesoramiento financiero hasta planes de reestructuración, que permiten recuperar el control sin caer en la resignación.

Cómo reconocer si tu situación es insostenible

La línea que separa una deuda manejable de una situación financiera insostenible puede ser más difusa de lo que parece. Muchas personas conviven con préstamos, pagos aplazados o saldos pendientes sin ser plenamente conscientes de que están atravesando una etapa crítica. Sin embargo, hay señales claras que conviene observar.

El primer indicador es la proporción de deudas que pagas e ingresos que tienes. Si lo primero supone más del 35% de tus ingresos netos, deberías preocuparte. Este umbral marca el punto crítico recomendado para no comprometer tu salud financiera.

Otro punto de alarma es cuando necesitamos tirar de tarjetas y préstamos para cubrir nuestras necesidades básicas, lo que indicaría que la situación de endeudamiento se ha convertido en algo estructural y, por tanto, peligroso. 

El malestar emocional también es un termómetro importante. Sentimientos constantes de ansiedad, culpa o angustia vinculados al dinero, así como evitar conversaciones sobre finanzas o posponer decisiones importantes por temor a no poder afrontarlas, pueden indicar que la situación ha superado el umbral del equilibrio económico.

Cómo revertir la normalización de las deudas

Salir del bucle de la deuda no es sencillo, pero empieza por un paso fundamental: tomar conciencia de que estar endeudado no debería ser una constante en la vida adulta. Para romper esa normalización, el primer paso es evaluar de forma honesta la situación financiera actual. Esto implica sentarse a revisar todos los compromisos adquiridos, calcular cuánto se está pagando en intereses y entender cómo afecta al presupuesto mensual.

Una vez identificados los focos del endeudamiento, es importante trazar un plan realista. Priorizar el pago de las deudas con mayor interés o aquellas que generan más presión es clave para ganar oxígeno económico. Estrategias como la bola de nieve (empezar por las deudas más pequeñas) o la avalancha (empezar por las más caras) pueden ayudar a recuperar el control poco a poco. El objetivo no es solo pagar, sino recuperar la sensación de autonomía sobre el dinero.

En paralelo, conviene revisar los hábitos de consumo. Muchas veces el endeudamiento no es fruto de una emergencia, sino de una acumulación de pequeñas decisiones impulsivas. Cuestionar si cada gasto es realmente necesario, evitar el “me lo merezco” como excusa para consumir y empezar a construir una mentalidad de ahorro son pasos esenciales para desmontar el ciclo.

Buscar apoyo también puede marcar la diferencia. Desde asesores financieros independientes hasta organizaciones especializadas en educación financiera, existen recursos para quienes quieren salir del endeudamiento pero no saben por dónde empezar. Incluso compartir la situación con personas de confianza puede ser un alivio y una forma de asumir el compromiso del cambio.

Finalmente, no hay que perder de vista que revertir la normalización de la deuda es también un trabajo emocional. Significa romper con creencias arraigadas, como que “todo el mundo está endeudado” o que “es normal vivir al límite”. Asumir que otra forma de gestionar el dinero es posible, y es el primer paso para empezar a caminar en esa dirección.