Pablo logra a sus 16 años la medalla de plata en las olimpiadas matemáticas: el mérito invisible de los genios del número
La madre de uno de los participantes ha escrito una carta en la que revela que el sistema no apoya el talento matemático
Los participantes se enfrentan a seis problemas que requieren razonamiento, creatividad y entrenamiento a niveles altísimos
OurenseSe llama Pablo, tiene 16 años y acaba de lograr una medalla de plata en la Olimpiada Internacional de Matemáticas, celebrada entre el 13 y el 20 de julio en Australia. Junto a otros cinco jóvenes, formaba parte del equipo que representó a España en la competición académica más exigente del mundo: la olimpiada matemática internacional. Sí, se llama “olimpiada” por algo.
Con su medalla, Pablo pone en valor una pasión —las matemáticas— que en otros países tiene reconocimiento, prestigio y recursos. En España, en cambio, tiene otro nombre: voluntariado, invisibilidad y abandono institucional.
“Hay la misma exigencia que en una olimpiada deportiva, aunque en este país nadie lo sepa”, denuncia su madre, Silvia Fernández, profesora de matemáticas.
El lado brillante: una medalla que sabe a oro
La prueba no es un juego. Los participantes se enfrentan a seis problemas que requieren razonamiento, creatividad y entrenamiento a niveles altísimos. El equipo español de este año, formado por estudiantes de entre 15 y 17 años, ha logrado dos platas, dos bronces y una mención de honor.
Una hazaña. Más aún si se tiene en cuenta que España fue de los últimos países en llegar: tras 36 horas de viaje y un jet lag demoledor, apenas tuvieron unas horas para descansar antes de competir. “Llegaron el 13 a las dos de la madrugada. La prueba empezaba el 14 a las ocho y media. Compitieron con una mano atada a la espalda”, resume la madre de Pablo. Australia costea los vuelos y la estancia durante la competición, pero es cada país quien debe sufragar las noches adicionales. Un gasto que no hizo España.
La cara B: excelencia sin recompensa
La carta abierta que ha escrito su madre tras la competición es demoledora. A diferencia de lo que ocurre en países como Vietnam, Rumanía, Brasil o incluso Portugal, España no ofrece ninguna ayuda, beca o reconocimiento oficial a estos alumnos, ni siquiera tras obtener medalla en una competición internacional. No hay convalidaciones, ni plazas reservadas en facultades, ni itinerarios adaptados como sí ocurre con deportistas de élite.
“Hay alumnos que hacen olimpiadas, consiguen medallas y luego se quedan fuera de la facultad de Matemáticas por una décima en la nota de corte. Ya ha pasado. Y volverá a pasar”, lamenta Silvia.
Un logro que nace del esfuerzo... de otros
En el caso de Pablo, su formación ha sido posible gracias al trabajo desinteresado de un profesor del IES As Lagoas, Carlos Ferreiro, que organiza talleres de matemáticas en su tiempo libre. También ha preparado a la hermana mayor de Pablo, medallista en otras olimpiadas. Pero, como recuerda su madre, ningún país puede depender del altruismo para formar a sus talentos. “Las matemáticas dan una enorme satisfacción personal, pero ningún país llegará lejos dependiendo solo del voluntariado”, advierte Silvia.
España ha participado en 43 ocasiones y en ninguna ha conseguido el oro. La diferencia con otros países no está en el talento, sino en las condiciones. Pero si hay algo que esta historia deja claro es que las medallas en matemáticas también pesan. Solo que en España siguen sin hacer ruido.