Las lluvias reactivan la crisis del agua en Valdeorras tras el mayor incendio de Galicia: "Los vecinos necesitan saber que no están solos"
Los alcaldes denuncian falta de respuesta institucional y reclaman refuerzo de medios
Vecinos y voluntarios mantienen tareas de limpieza en los montes calcinados para evitar nuevos colapsos
Las lluvias que regresaron estos días a Valdeorras, en la provincia de Ourense, trajeron consigo nuevos cortes de agua y turbidez en las redes de abastecimiento de varios municipios. El motivo sigue siendo el mismo que desde el fin del verano: el arrastre de cenizas y lodo de los montes calcinados durante los incendios de agosto, los mayores registrados en Galicia desde que existen datos.
En A Rúa, buena parte de los vecinos abren el grifo sin que salga una sola gota. El Concello se ha visto obligado a cerrar la entrada de agua al depósito principal para evitar que el barro y los residuos saturen el sistema. «Mientras no pare de llover no podemos limpiar las captaciones», advierten desde el gobierno local. En Somoza, donde lograron llenar el depósito antes de que el agua se enturbiase, temen quedarse sin suministro. En otros puntos, como A Rúa, se han habilitado alternativas: los afectados pueden recoger botellas en la estación de tren y ducharse en el pabellón municipal.
La situación es similar en Vilamartín de Valdeorras. El lodo y las cenizas arrastradas por las precipitaciones afectan a Arcos, San Miguel, Valdegodos y al propio casco urbano. El uso del agua para consumo humano y electrodomésticos está restringido, mientras los operarios locales tratan de proteger las captaciones con medidas de emergencia.
Una comarca devastada que no logra recuperarse
El fuego que arrasó Valdeorras a mediados de agosto calcinó más de 32.000 hectáreas, 40.000 si se suman los frentes de Pena Trevinca y Casaio, dejando tras de sí aldeas destruidas y una tierra sin vegetación capaz de frenar la erosión. Ahora, con la llegada del otoño, los efectos del incendio se multiplican: las lluvias arrastran la ceniza y el suelo quemado hacia los cauces fluviales, colapsando los sistemas de captación de agua.
Pese a los trabajos de voluntariado y a las actuaciones de emergencia de la Xunta y de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil, los concellos insisten en que las medidas son insuficientes. Reclaman un plan conjunto de acción que incluya la protección de los montes, refuerzo de los abastecimientos municipales y ayuda económica directa.
Desde la Consellería de Medio Ambiente, la Xunta recuerda que más de 400 voluntarios participan en labores de esparcimiento de paja para evitar la erosión, y que se actúa en unas 200 hectáreas. La Confederación, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, señala que mantiene doce brigadas limpiando cauces y captaciones. Sin embargo, ambas administraciones insisten en que su intervención está limitada por competencias y permisos.
Vecinos movilizados para no caer en el olvido
Mientras la administración debate responsabilidades, los vecinos de la comarca siguen viviendo las consecuencias de aquel agosto negro. En A Rúa y Vilamartín, el reparto de agua embotellada se ha convertido en rutina y los voluntarios trabajan cada fin de semana en la limpieza de manantiales y montes.
En Monterrei y otras zonas de la provincia, colectivos vecinales preparan actos simbólicos bajo el lema “Do verde ao negro hai só un paso”, para recordar que los incendios no terminaron cuando se apagaron las llamas, y que los daños colaterales, falta de agua potable, pérdida de fauna e inseguridad vial siguen muy presentes.
Los regidores de Valdeorras reclaman un mensaje claro de las instituciones: "Los vecinos necesitan saber que no están solos". De momento, sin embargo, la lluvia vuelve a convertir en barro los restos de los incendios de este verano.