Marisa vuelve al olivo de Paiporta que les salvó la vida a ella y a su hijo Luis: "Evitamos una muerte segura"
Cuando el agua casí les cubría por completo pudieron subir al árbol y salvarse. Desde entonces, sufre graves problemas físicos y secuelas psicológicas
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ValenciaCada vez que pasa con el coche por la salida de Paiporta, Marisa no puede evitar fijar la mirada en el olivo situado en el centro de una de las rotondas. Para ella es mucho más que un simple árbol decorativo. La tarde del pasado 29 de octubre, cuando el agua casi les cubría por completo, su hijo Luis y ella encontraron en este olivo su salvación. "Evitamos una muerte segura. Mi hijo Luis solo quería salvar a su madre, es un campeón. Él me empujó hacia arriba para subir al árbol y luego trepó él. Cuando ves la muerte de cerca solo quieres salvarte", recuerda Marisa mientras toca agradecida el tronco del árbol.
Durante las horas que pasaron aferrados a sus ramas, Marisa volvió a caerse, tragando gran cantidad de agua y lodo. Cuando por fin pudieron bajar, en el trayecto a casa, volvió a caerse hasta en cuatro ocasiones, una de ellas en una alcantarilla. "Un grupo de chicos árabes me sacaron de ahí, parecían arenas movedizas", asegura.
Casi once meses después, Marisa sufre las consecuencias físicas de esas horas. Un estudio de la Universidad de Valencia detectó hasta 30 agentes infecciosos en el agua y el barro que inundó la zona cero. "Sufro una necrosis en el estómago y en la pierna, de las que me van a operar en un mes, tengo la voz rota desde entoces y he perdido 15 kilos", explica.
A las lesiones físicas se unen las secuelas psicológicas. Tras la tragedia, Marisa se volcó en ayudar a los damnificados como ella. "Pasé varios meses repartiendo comida y lo que hiciera falta desde las 9 a las 7 de la tarde y cuando acabé caí en depresión. Ahora salgo a la calle desde que me levanto para no tener que pensar. Menos mal que tengo a mis tres hijos y a mis hermanas", dice emocionada.
Unos apoyos que le ayudan a seguir y siempre con una sonrisa en la boca. "Hay que salir adelante, pero es muy duro", asegura.
A pesar del sufrimiento, Marisa se reconoce como una afortunada. Esa noche vio y vivió situaciones que le han marcado. "Nunca olvidaré a ese hombre que estaba dentro de un coche sin vida", dice.
Lo que Marisa y su hijo vivieron asegura que se podría haber evitado si las autoridades hubieran avisado a tiempo, así como muchas de las 228 muertes. "Yo fui la que le dije de ir a merendar. Si hubiéramos sabido lo que iba a venir no hubiéramos salido de casa y poner la vida de mi hijo en riesgo", afirma.