Sálvame, 200 programas foto a foto

telecinco.es 19/02/2010 12:35

Ayer Sálvame cumplió 200 programas, 200 emisiones cargadas de sentido del humor, siendo líderes absolutos de audiencia, y sólo gracias a todos los que estáis siguiéndonos desde casa.

Ayer volví a coger mi cámara de fotos como antaño, para retratar algo que intuía sería irrepetible. Quise captar las mejores instantáneas de aquel momento para compartirlas con todos vosotros, y de esta forma, haceros también partícipes de esta celebración, con el siguiente álbum de fotos.

Sobre Sálvame se han vertido mil y una críticas, y yo particularmente, he hecho de vez en cuando alguna alusión del programa en este espacio. Pero es absurdo resumir o explicar a alguien qué es Sálvame si no lo ha visto en alguna ocasión, por lo menos a mí me resulta difícil de contar.

Pero me gustaría rescatar algo que mis compañeros de Telecinco.es, en su blog Ego5 publicaron con motivo de los primeros 100 programas, unas líneas llenas de cariño que cuando nos llegaron a la redacción del programa nos emocionaron a todos:

Por qué Sálvame es el mejor programa de la tele y el mayor espectáculo del mundo

El día que vimos debutar a Jorge Javier en el plató de Sálvame supimos que la revolución estaba en marcha. Eran más de la una de la madrugada cuando se emitió el primer programa, que entonces no era más que una suerte de debate de Supervivientes y nos pilló en la redacción, currando. Jorge Javier -el mismo que un día nos confesó que en el plató del Tomate se sentaba sobre un cojín para parecer un poco más alto- salía a conducir un nuevo espectáculo televisivo a pelo. O sea, de pie, sin mesa, sin silla, sin un triste sofá donde colocarse. Una alfombra circense -redonda y morada- era toda la red y el atrezzo que se permitía este experimento.

Desde aquella primera noche quedó claro que Jorge Javier había crecido durante su barbecho. No sólo porque fuera obviamente más alto -después del Tomate se fue a Barcelona, lo alimentó su madre y estas cosas se notan- sino porque era un presentador que estaba ‘de vuelta’, en los dos sentidos. Un tipo que no ambicionaba el éxito, ni el prime time, ni el aplauso (eso lo había conseguido ya) y pasaba ampliamente de las críticas (le habían zurrado ya hasta en el carné de identidad). O sea, un tío que buscaba básicamente, divertirse. Descojonarse, a ser posible. Y esas ganas de reír le habían entrado en medio de una crisis económica histórica. O sea, que se iba a liar. Porque cuando el talento tiene ganas de jugar y no le debe nada a nadie… hay que echarse a temblar.

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