Los méritos de Meri para convertirse en la digna sucesora de `las cuñis´

Kiko Hernández 19/12/2016 16:02

Antihigiénico y escatológico, así definiría el comportamiento de esta concursante sin caer en descalificaciones. Durante los últimos días, conectar con la casa en directo se ha caracterizado en una sucesión de fotogramas en los que podíamos observar a Meri metiéndose el dedo en sus orificios nasales con constancia y tesón, como si tuviera la firme creencia de que sus probabilidades para encontrar petróleo son increíblemente mayores a las que hacerse con el maletín de los 300.000 euros.

Gracias a Dios, su ardua tarea tenía por medio sus adorados pañuelos. Meri no tiene por costumbre hurgarse en la nariz sin barreras. Eso sería una cochinada más antigua que el hilo negro, y Meri opta por la innovación en estado puro.

La catalana ha convertido en toda una experta en el arte de diseminar por el medio y juguetear de diversas maneras con sus secreciones nasales. Sus compañeros no han parado de quejarse de la falta de higiene de la que hace gala esta chica convirtiendo la casa de Guadalix en todo un campo de minas.

Sus pañuelos llenos de mocos decoraban de forma barroca todas y cada una de las zonas. Encimera, sofá, suelo, camas… La negativa de Meri a recoger semejante guarrada acabó con la paciencia de sus compañeros, que se morían del asco ante ese dantesco panorama en el que debían andar con extremo cuidado para no pringarse de sustancias viscosas no deseadas fruto de la enorme generosidad de Meri.

Como consecuencia ante tal situación y después de haber intentado hacer entrar en razón a esta chica en varias ocasiones, Miguel optó por recopilar un simbólico montoncito de pañuelos sucios que encontró por la habitación que todos comparten, y ponerlo sobre la cama de Meri para ver si así se daba cuenta de su error. Pero el error lo cometió Miguel…

Y es que para Meri todo se trata de un juego. Al igual que los niños no ven nada malo en comerse lo mocos, Meri no encuentra dónde está el problema en juguetear con ellos.

Así hemos sido testigos de cómo Meri lanzaba a la cara a Miguel pañuelos repletos del amor que destila de sus napias como si se trataran de armas arrojadizas. O, imagino que fruto del aburrimiento, Meri convertía el pañuelo que acababa de llegar a su máxima capacidad de almacenamiento en una mascarilla facial improvisada, haciendo dos agujeros al kleenex y poniéndoselo en la cara. Todo muy normal. Pero su obra maestra estaba aún por llegar.

Cuando Meri llegó a la habitación y se encontró algunos de los pañuelos sucios que ella había esparcido estratégicamente por la habitación encima de su cama, exigía a Bea una explicación. Cuando consiguió que su compañera jurara que no habían sido ni Rodrigo ni ella y tuvo claro que su recogida de basura había sido obra de Miguel, no dudó en poner en marcha su brillante plan mientras entonaba “¡Se va a cagar, este va a tener ración doble! Tranquila, se los va a comer, pero de verdad…”.

Meri cogía todos sus pañuelos y, acto seguido, se ponía de pie descalza en la cama de Miguel. “Primero de todo le voy a pasar los mocos por la almohada. Pá qué se te contagie”

Y para asombro de sus compañeros, eso hizo. Cogió la almohada de Miguel y comenzó a restregar con fuerza todos sus mocos en ella. Inmediatamente, dio la vuelta a la almohada y repitió el mismo proceso mientras cantaba “¡Ohh moquitos!” haciendo caso omiso a las palabras de Rodri que apuntaban a que su comportamiento era “una cerdada”.

Pero no satisfecha con su hazaña, añadía “¡Y cállate, qué va a dormir con ellos incluidos! Se los voy a poner por dentro” mientras ahuecaba la funda de la almohada de Miguel y depositaba dentro todos sus pañuelos sucios explicando “¿No le hacen tanta gracia mis mocos? ¡Pues hale, a dormir con ellos!”.

Rodrigo volvía a decir a Meri que eso era “una guarrada” pero ella sentenció con un “¡Ahí se quedan! A mí me los han puesto debajo de la cama” a lo que su compañero contestaba con la obviedad “Pero son tus mocos…”. Aunque Meri lo tenía claro: “¡Ah! Y eso no te da derecho a ponérmelos”.

Y se supone que ella sí está en todo el derecho de hacer una cochinada de esas características sólo comparable a la penosa jugarreta que protagonizaron Charlotte y Belén Rueda a Carlos Lozano en GhVIP restregando su cepillo de dientes en el váter. La escatología en estado puro. La ganadora ideal.

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