En busca (que no captura) del deseado y misterioso lobo de Yellowstone

Hilo Moreno 01/08/2016 17:42

Si hay algún animal que se me haya escapado durante los viajes que he hecho y que siempre he querido ver en libertad sin conseguirlo es, sin duda, el lobo. He visto cientos de sus huellas e incluso restos de cadáveres recién devorados por ellos, pero el lobo en sí, nunca. Y no ha sido porque no lo haya intentado.

El lobo, para bien o para mal, se ha convertido en un símbolo. Un símbolo de la naturaleza, de la relación de los hombres con ella y de la conservación de la misma. Y si hay algún lugar donde ese símbolo se haya llevado hasta extremos difíciles de asimilar, convirtiéndolo en polémica nacional y ejemplo a nivel mundial, ha sido en el Parque nacional de Yellowstone.

Hasta ahí me dirigí tras pasar unos días remando en los ríos de su Parque nacional vecino, el del Grand Teton. Esta vez nuestro objetivo no era recorrer ningún río sino poder observar algún ejemplar de lobo gris, la subespecie que habita en el parque nacional más antiguo de nuestro planeta. Para ello fuimos al valle de Lamar, una de las estribaciones del parque en la que se encuentran las manadas más activas y más 'fáciles' de ver.

*Imagen: el valle Lamar en el Parque nacional de Yellowstone / Hilo Moreno

Llegamos a dicho valle tras conducir tres horas y coincidiendo con las últimas horas del atardecer, aquellas en que los lobos son más activos y cuando hay más posibilidades de verlos. El valle Lamar está recorrido por el río del mismo nombre que serpentea suave por su fondo. A sus lados descienden laderas sin apenas árboles lo que hace más fácil el avistamiento de fauna. Entre estas laderas hay praderas de hierba verde y fresca y grupos pequeños de árboles que salpican el paisaje.

Este valle contrasta con el frondoso paisaje del resto del parque nacional y a primera vista se entiende que sea un sitio excelente para el avistamiento de animales en general, no sólo de lobos.

*Imagen: Antílope en el valle de Lamar, en el Parque nacional de Yellowstone / Hilo Moreno

Llegamos pues con las últimas luces y recorrimos las pendientes suaves del valle con la mirada atenta a cualquier indicio interesante. En cualquier otra situación hubiese sido un éxito de no ser porque íbamos buscando al lobo. Manadas de bisontes pacían en las praderas y a menudo teníamos que parar el coche para dar paso a alguna pareja de antilopes que querían cruzar la carretera. También vimos gran cantidad de aves, marmotas y ciervos. Pero nosotros realmente buscábamos al lobo.

El sol se puso y llegamos al campamento, en cuya entrada encontramos un oso negro. Pasamos un rato observándole con la inquietud de quién tiene que acampar con semejante plantigrado en las inmediaciones y decidimos ir a comunicárselo al encargado del campamento. Este resultó ser un amable hombre mayor que llevaba mucho años viviendo en el valle y quien conocía mejor que nadie los secretos del mismo.

Resultó ser la persona adecuada para saber acerca del paradero del lobo. Nos habló de una manada compuesta de diez adultos que vivía en un pequeño valle aledaño. Una de sus hembras acababa de dar a luz ocho cachorros y estos debían de tener unas diez semanas de vida, una edad con la que salen de su madriguera y comienzan a jugar por los alrededores.

Nos dio la localización de la madriguera y nos contó cómo los lobos son animales sensibles al impacto en su territorio, por lo que es mejor avistarlos desde la lejanía y no penetrar en su territorio. Ello podría hacerles abandonar la zona durante un tiempo con el consecuente peligro para los lobeznos. Tendríamos que limitarnos a observarlos en la lejanía, prácticamente desde el coche.

*Imagen: Gruop de aficionados esperando para ver el lobo / Hilo Moreno

Dormimos esa noche, inquietos, pero dormimos y nos despertamos con las primeras luces para ir al encuentro de los lobos. Llegamos al lugar indicado donde encontramos a dos o tres personas que permanecían apostadas con sus telescopios en un apartadero de una pista de tierra repleta de baches y grandes charcos. Una de ellas era un nativo americano con una melena negra que le caía hasta la cintura y que nos invitó rápidamente a mirar por su telescopio al tiempo que nos hablaba de los últimos sucesos.

Al mirar a través de la lente pude observar un pequeñísimo agujero hecho en mitad de la pendiente desde el cual se veían restos de tierra recién escarbada:claramente una madriguera, pero del lobo, de momento, ni rastro.

Continuará...