Cazador de auroras boreales

Hilo Moreno 10/05/2016 10:46

Si mi familia y yo dependiéramos de las presas que obtengo como cazador nocturno de auroras boreales hace ya tiempo que hubiéramos perecido de hambre. Llevo muchas noches pendiente de los pronósticos de la actividad electromagnética en nuestra atmósfera, mi cámara de fotos preparada y el café a punto en un termo para salir de caza en mitad de la oscuridad y hacer los kilómetros necesarios para captar las luces del norte, aunque con resultados bastante tristes, por no decir nulos.

Tengo la suerte de vivir en un lugar donde este fenómeno se puede observar. Hay quien dice, incluso, que desde la propia ciudad es posible algunas noches ver el espectáculo de luces verdes que bailan en el cielo silencioso. Yo no lo he visto aquí pero sí en muchos otros lugares del Ártico. O mejor dicho, no lo había visto hasta hace unos días y eso que he estado muy pendiente.

Expliquemos antes de qué se trata. Las luces de colores fundamentalmente verdes que se observan en el cielo despejado de noche son el resultado de la entrada en la atmósfera de partículas electromagnéticas que vienen del Sol. Estas partículas chocan con nuestra atmósfera que hace de escudo y las desvía hacia las zonas de la Tierra donde dicho escudo es menor, es decir, en los polos. Es por ello que sobre todo se observan en zonas situadas en latitudes más o menos cercanas al Polo Sur (aurora austral) o al Polo Norte (aurora boreal). Aún así es posible, aunque más difícil, observar el fenómeno de la aurora boreal o austral en todo el planeta si la actividad es muy fuerte o se dan las características adecuadas.

Otra condición importante es que el cielo esté despejado y hace unos días, aquí en Edmonton, lo estaba. También la actividad electromagnética era alta. Eso lo sé porque hay varias páginas web donde se indica cómo es dicha actividad y las posibilidades de contemplar el fenómeno a una hora determinada. Ayer los astros se alinearon y, justo antes de irme a dormir, la alerta roja se activó.

He visto muchas auroras y desde luego más bonitas y en un entorno más romántico, sin aplicaciones que me avisen de su aparición y con el único escenario de fondo que un paisaje nevado te puede dar. Ayer, tras saltar la alarma me fui directo al coche, termo de café y cámara en mano. Conduje cerca de 40 minutos buscando un lago alejado lo suficiente de la ciudad para que las luces de la urbe no impidiesen la apreciación de la aurora. Llegué a un descampado, apagué el motor del coche y esperé. El cielo estaba negro y las estrellas brillaban con fuerza pero de la aurora, ni rastro. Permanecí cerca de una hora, con el techo abierto y el respaldo reclinado para poder mirar hacia arriba sin lesionarme el cuello hasta que, claro está, me quedé medio dormido.

Al final opté por volver a casa, una vez más, con los manos vacías. Son ya unos cuantos los paseos nocturnos en coche a la caza de las luces del norte. Pero mientras volvía, un resplandor iluminaba el horizonte y decidí parar de nuevo e investigar de qué se trataba. Por fin la pude contemplar: una tenue aurora pintaba una franja del cielo de color verde. Un verde en movimiento que se encendía y apagaba suavemente durante un rato. Las fotos fueron complicadas pues no tengo el equipo adecuado ni el marco era el mejor pero al menos dan testimonio aproximado de lo que puede ser una aurora boreal. Animado por el encuentro permanecí mucho más tiempo a la espera de más, pero, una vez que desapareció, ninguna otra hizo acto de presencia en el cielo de Edmonton esa noche. Al menos que yo sepa.