Navegar siempre fue mi sueño: empiezo en kayak por las aguas de Formentera

eltiempohoy.es 18/09/2017 12:45

Desde pequeño el mar me ha fascinado. En los veranos de mi infancia pasaba largos días a remojo, buceando cerca de la playa de piedras junto a la que vareaba, y saliendo muchos días en la barca de mis tíos.

Años más tarde, cuando la naturaleza se convirtió en mi principal lugar de recreo, tuve que elegir entre el mar y la montaña, y me decanté por esta última. A ella me he dedicado desde que empecé a trabajar y, desde las alturas, siempre he añorado pasar más tiempo cerca del océano, navegar y estar más tiempo en el agua salada.

Mi trabajo en la base antártica me ha hecho acercarme de nuevo al mar. Pero solo como pasajero, como paquete. Para llegar a mi lugar de trabajo tenemos que navegar durante cuatro días por uno de los mares más peligrosos del planeta.

Una vez en tierra, en la isla donde trabajo, es muy frecuente salir en zódiac, ver ballenas y hacer las cargas y descargas de los barcos que vienen a abastecernos. Siempre me he quedado con la miel en los labios, con el regusto de aprender a navegar y vivir más aventuras dentro del mar.

Después de muchos años pensándolo me he comprado un kayak. Creo que es lo máximo a lo que puedo aspirar. Sueño con grandes aventuras a bordo de 'Cirilo', pues así ha sido bautizado. Lo más probable es que estos sueños se queden en eso, en sueños, pues el mar me impone mucho respeto y dudo que reúna el coraje suficiente para emprender grandes singladuras. Pero como la aventura es sólo un estado mental, lo importante es cómo uno lo viva y las ideas que se le ocurran por el camino.

Mi primera idea ha sido dar la vuelta a la isla de Formentera. Ahí he pasado un par de semanas este verano y he paleado por primera vez sobre 'Cirilo' aprovechando sus aguas calmas y trasparentes. He estudiado sobre los mapas y sobre el terreno las entradas y salidas para dar la vuelta a la isla y, tras muchas pruebas, me eché a navegar.

El aprendizaje en estas cosas es rápido: en seguida me di cuenta de que no me iba a atrever a dar la vuelta a los dos cabos principales de la isla con sus zonas de acantilados en las que es imposible bajar a tierra. Paleando cerca de la playa con sus grandes arenales y su mar tranquilo todo permanecía bajo control.

Pero, al doblar determinadas zonas costeras, aquellas en que el viento comienza a aparecer y levanta olas que, aunque no demasiado grandes, movían mi embarcación más de los deseado. En esos sitios decidí que ir solo no era una buena idea, al menos hasta que no le pille un poco el truco a esto de palear en un estrecho kayak de mar.

Hice varios intentos, pero en ninguno de ellos conseguí dar la vuelta a el Cap de Barberia y al pilar de la Mola. Volveré, acompañado, pero volveré, para terminar lo que empecé espero que antes de volver en diciembre a mi trabajo en la Antártida. Las zonas por las que sí que he paleado me han parecido de una belleza increíble, incluso en una isla increíblemente masificada en verano la perspectiva desde el agua te hacía pensar en una isla casi virgen.

He pasado por bonitos embarcaderos tradicionales de pescadores que construían sus pequeños puertos ganando la debilidad de las pequeñas caletas formadas en sus abiertas costas. He visto manta rayas y peces de varios tamaños.

También he paleado junto a enormes y elegantes veleros así como pasado cerca de decenas de embarcaciones con la música a todo volumen y la tripulación tomando copas en cubierta. Hasta me han invitado a subir a bordo… ¡ellos no saben lo que me cuesta entrar y salir de 'Cirilo' cuando estoy en el mar!

Al final he terminado mi primer verano como navegante con el rabo entre las piernas, como un auténtico marinero de agua dulce pero con la promesa de volver y terminar aquello que empecé: dar la vuelta a esa isla y a muchas otras sigue siendo uno de mis principales anhelos.