Los paisajes de 'El río de la vida' son igual de auténticos que hace 100 años

Hilo Moreno 11/08/2016 18:00

La mezcla de literatura y viaje ha sido, y es, el motivo central de la mayor parte de las cosas que hago. Pocas cosas me producen tanto placer y en tan pocas encuentro tal inspiración. Los viajes y los libros se alimentan mutuamente y nunca se sabe si es uno el que inspira al otro o viceversa

Ahora me encuentro en el estado de Montana y no me quito de la cabeza El río de la vida. A algunos les sonará el título por la película de Brad Pitt, en la que lanza su caña en mitad del rio al tiempo que agita su melena dorada, y a otros del relato del mismo nombre cuyo autor es Norman MacLean. Yo me refiero a este último porque, entre otras cosas, la película no la he visto. La imagen que tengo de Montana es la que el escritor refleja en su libro, la misma que he tenido desde que lo leí y que apenas ha cambiado ahora que recorro sus paisajes. Únicamente ahora está enriquecida con el murmullo de las hojas mecidas con el viento y con el arrullo del agua que corre por sus ríos.

Imagen: Descendiendo con mi packraft el Blackfoot River en el estado de Montana / Hilo Moreno

El libro de MacLean, escrito a principios de siglo XX narra la historia de su familia dedicada a la pesca con mosca donde, según sus palabras: "En nuestra familia no había separación clara entre religión y pesca con mosca…". El entorno en que se desarrolla son las aguas y alrededores del río Blackfoot y en sus paginas refleja, entre otros, el tema tan recurrente de los escritores americanos de la relación del hombre con su medio, con una naturaleza salvaje.

Era inevitable, pues, dirigir mis pasos hacia ese río, al tiempo que me preguntaba cómo habría cambiado el escenario tras cerca de cien años desde el desarrollo del relato. Hinché mi pequeño barco azul bajo un pequeño puente y comencé a remar por el frondoso río. Apenas me encontré con nadie en los cerca de veinte kilómetros que recorrí. Las pocas personas con las que me crucé blandían sus cañas rematadas en una línea con mosca que revoloteaba sobre sus cabezas y se posaba sobre el agua a la espera de que alguna trucha la mordiese. Exactamente igual que en el libro de MacLean o en la portada de Brad Pitt. Me alegró ver la escena: libro y realidad, literatura y viajes, coincidían una vez más. Sorteé los últimos rápidos y remé los últimos kilómetros donde saqué mi packraft del agua en un meandro del río, satisfecho de revivir una pieza clave de la literatura americana y contento de ver cómo hay lugares que siguen siendo igual de auténticos tras más de cien años.

Imagen: El escenario de El río de la vida, el relato de Norman Maclean / Hilo Moreno

Si el río es la metáfora eterna del paso de la vida, esta sigue su curso en los valles de Montana, con los árboles verdes mecidos por el viento y las truchas serpenteando entre sus aguas a la espera de que algún pescador las atrape.