'He vivido la tormenta de nieve más violenta que recuerdo en la Antártida'

Hilo Moreno 03/03/2016 16:56

Arranco con una confesión: me gusta el frío y el hielo. Lo reconozco. Inclinación, por otra parte, que hace posible que desarrolle mi trabajo en los lugares del planeta que lo hago. Ahora mismo, os escribo desde la base científica Juan Carlos I en la Isla Livingston, ubicada en la mismísima Antártida, y tras haber vivido una de las tormentas más violentas de nieve que he visto aquí en los últimos años.

Pero, antes de contaros nada más, empecemos por el principio. Esta es mi octava campaña antártica. Desde el verano austral del 2008 vengo todos los años a trabajar a esta base científica. Soy técnico de montaña y mi trabajo consiste en guiar a los científicos a los diferentes lugares donde desarrollan sus investigaciones. El resto del año lo dedico a otras expediciones por distintos lugares de nuestro planeta, por lo general polares, de ahí eso que os contaba al principio de las bajas temperaturas y los carámbanos.

Estos entornos te obligan a vivir pendiente del tiempo. La meteorología guía mi trabajo y mi ocio. Paso horas buscando predicciones meteorológicas para decidir qué podré o no hacer los siguientes días. Aquí, en la base de Livingston, tenemos la suerte de tener un predictor que, además de un gran profesional, es un buen amigo. Se llama Paco. La verdad es que intento no molestarle demasiado, pero es inevitable preguntarle constantemente cómo va a evolucionar el tiempo para organizar nuestros trabajos en el glaciar, en el mar o en la colonia de pingüinos más cercana.

Hace unos días, tuvo lugar un acontecimiento diferente: una gran tormenta de nieve y viento. Estas son bastante habituales en Isla Livingston, sin embargo, en este caso fue más fuerte, mucho más intensa. Quizás la más violenta que he vivido en estos últimos ocho años. Durante cerca de nueve horas el viento fue creciendo y tuvimos que refugiarnos en los iglús de fibra donde vivimos. No podíamos salir. Algunas rachas de viento alcanzaron los 136 kilómetros por hora y la base sufrió más daños estructurales de lo previsto. La nieve golpeaba con dureza a los que por necesidad teníamos que salir de los refugios y era vital agarrarse con fuerza para no ser tumbado por el viento. Un infierno blanco de nieve y viento. Como en muchos otros casos la predicción de Paco fue fundamental y pudimos dejar todo preparado la noche anterior para la del viento.

Al día siguiente la tormenta pasó dejando en la base un buen rastro de nieve y daños materiales. El mar quedó sumido en una calma total solo interrumpida por la aparición de alguna ballena en su superficie. Los científicos pudieron volver a sus trabajos y a sus investigaciones. La vida continuaba como si tal cosa en la base antártica.