Si una travesía tranquila puede salir mal, saldrá mal... o eso fue lo que nos pasó

Hilo Moreno 25/11/2016 13:57

Hinchamos nuestros 'packrafts' en la orilla del gran lago y pasamos largo rato acoplando todo el material que llevariamos encima, bicicletas incluidas, claro. Nos pusimos a remar durante algo más de una hora sobre el agua calmada como un plato mientras atardecía y todo se teñía de una luz roja e intensa. Con el sol ya medio oculto entre las montañas llegamos a una pequeña playa desde la que se accedía en apenas un centenar de metros a una cabaña donde pasamos la noche.

Llegamos al refugio cansados y mojados tras la navegación. Noruega cuenta con una red de cabañas y refugios por toda su naturaleza y algunas de ellas, como en este caso, son tremendamente bonitas y acogedoras.

Encendimos un fuego que calentó el alma y secó la ropa tras tantos días durmiendo en la tienda. Cómodamente en la cocina de nuestro nuevo refugio preparamos una gran cena aprovechando algo de la comida que suele haber a disposición del visitante y cenamos, ya de noche, por fin secos y calientes.

Esa noche dormimos entre edredones nórdicos de plumas y nos despertamos muy tarde tras una jornada agotadora, y una noche profunda y descansada.

Desde el lago en que nos encontrábamos sale un río que desciende, encajonándose en un valle, hasta el aparcamiento donde finalizaríamos nuestra travesía. Con nuestros 'packrafts' avanzamos remando con la bicicleta encima hasta el inicio del río, en principio tranquilo y con un volumen de agua suficiente para remar sin problemas.

El sol lucía con fuerza, la corriente del agua nos empujaba suavemente y avanzábamos sin esfuerzo. Todo apuntaba a un fin de viaje tranquilo y, por fin, relajado: pero nada más lejos de la realidad.

El río comenzó a perder caudal y a acelerarse generando más y más rápidos sembrados de bloques de piedra en los que, en la mayor parte de los casos, nuestros 'packrafts' se quedaban atrapados, y había que salir de la embarcación para liberarlos.

Descender un tramo de aguas bravas con una bicicleta encima no es nada fácil y esa fue la tónica a partir de ese momento hasta prácticamente el final del viaje. Los tramos de rápidos se sucedían y el caudal se estrechaba a medida que avanzábamos.

En un meandro del río dejé mi 'packraft' junto a la orilla para estudiar desde tierra un rápido que aparentaba más dificultad de lo normal. Mientras observaba el agua intuyendo una vía lógica de descenso y hacía señales a Joan para parar, éste lo intentó en la orilla y rebotó contra mi embarcación liberándola de tierra firme y dirigiéndose ambos hacia el rápido.

La imagen de ver tu propio kayak (vacío) entrando en un potente rápido junto con el otro barco totalmente descontrolado hizo que me quedase alucinado e impotente contemplando la escena. Joan volcó pero logró aferrarse a ambas embarcaciones con soltura, pasar la serie de rápidos flotando por el agua y no perder, en toda la maniobra, nada del material.

Pasado el susto continuamos el descenso calados y con los primeros síntomas del frío y la humedad que penetraba en nuestro cuerpo. El avance era muy lento y rápidamente comprendimos que sería muy complicado llegar hasta el punto que habíamos considerado como objetivo del día.

Los rápidos se sucedían y los porteos eran cada vez más incomodos y fríos. La noche cayó sobre nosotros cuando estábamos totalmente calados saliendo de otro rápido y decidimos montar campamento junto a la orilla, calados y ateridos de frío.