Envía politono "¿YO TE CAIGO MAL?" al 5557

telecinco.es 13/11/2008 16:04

Hagamos memoria: el debate presidencial de Nixon y Kennedy en 1960, el enfrentamiento en Telecinco de Aznar y González en 1993, la reunión cinematográfica de Freddy Krueger y Jason Vorhees en 2003 y el encuentro entre Iván Santos Mora y el Pasillero en 2008. Son los únicos antecedentes medianamente comparables a lo que España vivió a eso de las doce del mediodía de hoy, 13 de noviembre, cuando Ana Rosa volvió de publicidad, alzó la vista y la miró, a ella, a su aminemiga número uno: María Teresa Campos.

Pero pongámonos en antecedentes. La calles estaban vacías cuando me dirigía a Telecinco y el ambiente era insano. No miento si digo incluso que tres coches de policía rondaban las instalaciones de la cadena cuando llegué. Que podían estar por allí haciendo su ronda o simplemente buscando a unos malhechores, sí, pero estoy seguro de que no era casualidad que decidiesen pasarse por allí por si algo ocurría.

Pese a que los rumores son firmes respecto a la relación que tienen ambas estrellas de la televisión, ellas nunca han hablado directamente de su relación. Hoy Ana Rosa lo haría: "Nunca hemos tenido una amistad personal", declaró.

El ambiente en el plató es jovial a la vez que intrigante cuando entro con mi vasito de café con leche. Un hombre sexagenario me aborda violento, demostrando que entre el público la tensión ha hecho mella.

-¿¿¿De dónde has sacado ese café??? ¿¿¿Por qué los del público no tenemos café???

Todavía estamos en publicidad. Pese a que Ana Rosa está fuera echándose el cigarrito (para lo cual, dado el frío que hace fuera, se pone una sudadera de hombre de Tommy Hilfiger sobre su vestido), María Teresa ya está allí. Saluda efusivamente a la gente del equipo que conoce y recibe las miradas de todos. Maxim Huerta también se ha acercado a hablar con ella. Óscar Martínez entra y sale hablando por teléfono (y dice en un momento dado a alguien del equipo: "¡no dejáis de tocarme los huevos!"). Me fijo en que la pared que tenía todo tipo de pintadas horribles sobre el programa ha sido pintada de negro, como había sugerido uno de los hombres presentes en el plató días antes. No han pensado que los tacos también se pueden pintar con tipex.

Alguien me dice lo siguiente:

-Ana Rosa se ha puesto los tacones más altos que tiene.

Y me fijo en que María Teresa, muy probablemente, también. Pese a ello, Quintana le sigue sacando una cabeza. Cuando la voz informa de que queda poco para volver de publicidad, empieza el acercamiento. Ana Rosa entre en el plató, sortea las vías de la cabeza caliente y los cables de colores del suelo y se acerca al corro que rodea a María Teresa.

No se besan. Ninguna de las dos muestra mucho interés por la presencia de la otra a menos de dos metros.

"Pero ojo", pienso yo mientras doy ruidosos y groseros sorbos a mi café caliente ante la mirada aún envidiosa del sexagenario, al que no le pienso dar ni una gota. "Es posible que no se saluden porque ya se han visto anteriormente y se han dado los besos de rigor". Así que pregunto a alguien si ya ha habido un encuentro anterior.

Y me dicen:

-No.

Como quedan pocos segundos para empezar, las dejan solas y entonces sí se produce un conato de conversación, que no puedo oír porque sus micrófonos no están abiertos. ¡Maldigo mi estampa!

Los colaboradores están encantados. Belén Esteban se acerca una silla hasta un monitor para seguir la entrevista en primera línea. No apartará la vista hasta el final. Alessandro Lecquio no estará presente durante la entrevista al completo, pero pasados diez minutos se sienta en uno de los sofás de piernas cruzadas y no pierde ripio. Nacho Abad, siempre colgado del móvil para estar informado de los más escabrosos detalles de los crímenes que se cometen en ese mismo instante a lo largo de la Península Ibérica, mostrará más desinterés por el evento, pero acaba sentándose junto a Lecquio y, en un momento dado, apoyando su cabeza en el hombro del italiano en señal de camaradería.

La entrevista no necesita comentario. Ha sido una sucesión de politonos en potencia. Es necesario volver a verla una y otra vez hasta que nos sepamos los diálogos al completo para repetirlos de noche bebiendo gin tonics. O para causar sensación en el cine cuando se estrene QUINTANA VS CAMPOS: THE MOVIE.

A la vez que un documento audiovisual para la posteridad, como ya lo es la llegada del hombre a la Luna, parece que el encuentro fue también una limadura de asperezas. Cuando la entrevista terminó, Ana Rosa dio paso publicidad y ya no estaban en el aire, la despedida en off fue mucho más emotiva que el encuentro: se dieron un abrazo, dos besos y unas gracias mutuas que parecían sinceras. ¿Cómo pudo eso emocionarme a mí, amante como soy de la gresca, las puñaladas y el mobbing laboral? A lo mejor es cierto ese dicho de que todo el mundo adora un final feliz.

Pero aún quedaba otro encuentro, un petardito después de la bomba. María Teresa se dirigía entre algodones a la salida del plató cuando, justo en la puerta, se encontró con Belén Rodríguez, que entraba en ese momento. Se dieron un beso y hablaron tiernamente como quién intercambia opiniones sobre los niños (y digo yo que hablarían de la eterna y jamás olvidada Doña Adelaida). Y si la gente habla del enfrentamiento entre Campos y Quintana, ¿nadie recuerda las tremendas broncas en directo de Campos a Belén Rodríguez por equivocarse-con-los-papeles? Hoy, día de encuentros y reconciliaciones, fue un día tan feliz en Telecinco que ni la grabación esta tarde de El juego de tu vida puede mejorarlo.

Hoy la televisión ha sido, por lo que tuvo de emocionante, de morboso, de informativo, de autorreferencial y en resumen, de tremendamente entretenido, que para eso está, más televisión que nunca. Y yo, por supuesto, me lo pasé bomba. Y, la verdad, creo que después de este entente cordiale prefiero vivir en un mundo en el que las dos mejores comunicadoras del país se lleven a matar. Es el caos el que hace que el mundo avance, no la calma. Y también el que nos da conversación para el resto del día y, si cabe, para el resto de nuestra vida: si la entrevista llega a ser un intercambio de halagos me pego un tiro.