Buenas tardes.
Esta tarde los estudios de Telecinco se han visto impregnados de belleza, clase y saber estar en cuanto entró una persona por la puerta: yo. Y luego todo eso se magnificó cuando puso un pie Virginia, ganadora de Operación Triunfo (recordemos, para los despistados, quién fue el perdedor: IVÁN). Virginia está aquí para ser la estrella invitada de Está Pasando, que recordemos que hoy, encima, recupera a Lucía Riaño.
¡Oh, día de reunión de grandes en la cadena de Fuencarral! Ni aunque se acabase el hambre en el mundo sería más feliz.
Pues yo, claro, allá que me fui a conocer a nuestra segunda concursante favorita de Operación Triunfo tras Esther. Virginia es menuda en persona, más delgada que en la tele y blanquita como Alaska, Siouxsie o Naomi Watts. Me la encontré en el pasillo donde cuelgan los retratos de la Santa Trinidad (nunca he dicho que eso de la Santa Trinidad no es cosa mía, es algo que me dijo Maxim Huerta, y hasta hoy me he sentido culpable por haber estado robándoselo durante todo este tiempo, pero confieso al fin*).
Que me enrollo, que contaba que Virginia llegó al pasillo largo del edificio A hablando por teléfono, porque la estaban entrevistando. Su representante era de lo más simpático y amable, contrariamente a la gente que suele acompañar al resto de triunfitos, que son:
¿Y por qué a Virginia le acompañaba otro si se supone que todos vienen representados por Telegenia o esas cosas así? Bueno, misterios. Mis compañeros de Telecinco.es se pusieron después a entrevistar a Virginia y yo saqué esta bella instantánea (los bocadillos no son del todo reales, ojo):
Virginia, a la que se ve que aún no se le ha subido la fama a la cabeza (y cuando se le suba estará en todo su derecho y yo lo celebraré, porque para los que no lo sepan, para eso está la fama, para subírsele a la cabeza a aquellos que la alcanzan), dio besos a todo el mundo y estuvo en todo momento solícita.
Y sonrió poquito.
Y eso es algo que la honra, porque sonreir está muy bien si tienes arte para ello, pero muy a menudo está a punto de convertirse en algo paródico y cutre. Del mismo modo que engrandenció a Virginia no ponerse a hacer pucheros en la gala final (o esa impostura que llamaron gala final) cuando se proclamó ganadora y mantenerse en sus trece como durante todo el concurso, ahora la engrandece no poner esa sonrisa boba que uno cree necesaria ante una cámara. Porque empiezas sonriendo de soslayo y acabas así, como en este cuadro que adjunto:
Hoy ha pasado otra cosa digna de figurar en este rincón, donde tantas injusticias he denunciado (mucha gente ya se me acerca en el comedor a hacerme consultas sobre los derechos del ciudadano). La máquina de Coca Colas del pasillo largo del edificio A se me volvió a tragar un euro. Y eso no es el asunto, la miga está en que cuando me acerqué a la cafetería a preguntar a quién tenía que quejarme para recuperar mi moneda (o dos, si me daba cambio en monedas de cincuenta, o cinco, si eran de veinte, o diez, si eran de diez) me emplazaron a volver mañana por la mañana, pues el sistema de refrescos en maquinitas -de los huevos- dependía de una empresa externa y con ellos tenía que consultarlo. En Telecinco resulta más fácil conseguir que remodelen una sala VIP que recuperar una moneda de euro de la máquina de refrescos.
Y no quiero despedirme sin remarcar el exitazo que tuvo el post sobre la final de OT, que siempre atrae a miles de fans a dejar su opinión. Dejaron tantos comentarios que esto parecía Lo que me sale del bolo. De todos, aquí copio mi favorito e invito a su autora, 246_monica, a dejar más comentarios por aquí:
Toda una pensadora de nuestro tiempo.