DRAMA (y tal es el drama que ni foto pongo)

telecinco.es 02/02/2009 22:49

Soy tonto. Hace cosa de dos meses me dijo mi jefa, persona abyecta y vil convincente y ecuánime donde las haya:

-Pasillitos: tu blog ya no lo lee ni Dios.

Y después, con una sonrisa y tras hacer una pausa de esas que anuncian que se acerca el Apocalipsis, agregó:

-Te vamos a hacer un vídeo.

Esa última frase era mía, pero le siguió el mismo proceso que siempre sigue a mi inmediata negativa cuando se trata de inmortalizarme en movimiento. Es un proceso parecido a una borrachera, porque acabas haciendo justo eso que te juraste no hacer jamás, ni cuando las estrellas se alineasen para formar las palabras HAZLO en el cielo mientras alguien te muestra un maletín con millones de euros y te dice: AHORA. Un proceso así confuso que nunca recuerdo pero en el que siempre acabo diciendo "bueno, vale", a sabiendas de que durante el mismo instante en el que pronuncio esas mismas palabras la idea me parece todavía más terrorífica que cuando decía que no. Pero los científicos no saben todavía qué maléficas conexiones cerebrales hacen que esto ocurra. O, en todo caso, si hay algún tipo de conexión neuronal en mi cerebro o aquello es una verbena en la que todas bailan sueltecitas.

Resumiendo: el proceso al que me refiero a ese que se produce cuando, queriendo decir no, dices todo lo contrario.

Además esta vez había otro motivo de peso:

-El vídeo podría ser grabado por el centro -dijo mi jefa, que conoce mis puntos débiles-. No tendrías que venir aquí.

Mezclad, amiguitos, las conexiones neuronales propias de un idiota que no diferencia entre los conceptos de "sí" y "no" con la oferta laboral de no ir hasta la carretera de Fuencarral un día que hacía un frío de mil demonios. Pues tate. Hola, humillación. Hasta siempre, dignidad, me hubiera gustado que nuestros lazos hubiesen sido más estrechos.

Los dos simpáticos cámaras y a la sazón protagonistas de Becarios (bueno, en realidad la cámara sólo la utiliza uno, el grandote, nunca entenderé muy bien qué hace el otro exactamente) llegaron una mañana a una casa que no es la mía, sino la de otra persona, pero que en el vídeo aparecía como mía. Yo llevaba toda la mañana con sudores fríos pensando en una excusa para decir que no podían venir. ¿Yo haciendo de nuevo el imbécil en un vídeo en la web de Telecinco? Le había prometido a mis abuelos que no volvería a hacerlo. Se lo había prometido a mi madre, que me había llamado las veces anteriores de descastado para arriba. Me lo había prometido a mí mismo, qué demonios, como cantaba Nick Kamen en el único éxito de su carera.

Tenía una lista de excusas maravillosa:

1. "Me he despertado con el síndrome de Arperger y carezco totalmente de empatía. Me da igual que esto sea vuestro trabajo y hayáis venido hasta aquí para nada, podéis volveros por donde habéis venido."

2. "Me he despertado con el síndrome de la Tourette y por mí os podéis ir a tomar por el culo de aquí ahora mismo, joder, ¡¡¡me cago en la madre que os parió a los dos!!!"

3. "He sido infectado con una extraña radiación muy contagiosa. Os invito a grabarme si queréis, amigos, pero si tenéis cierto aprecio por vuestra glándula tiroides y por la vida en general, yo iría a grabar al vecino de enfrente".

4. La cuarta y última opción era sencillamente quedarme muy callado mientras llamaban al timbre. Pero siempre estornudo cuando intento llevar a cabo esta práctica, así que hubo de ser descartada.

Al final me decidí por otra cosa mucho más sencilla y escapista. Me bebí una botella de un litro de cerveza. Y luego otra. Las botellas de litro de cerveza son unas cosas horribles que conforman, junto a las pipas y la comida ajena, la dieta principal de todo tipo de hippies y perroflautas. ¿Qué hacían dos botellas de litro de cerveza en la nevera del Pasillero, ser formal e ideológicamente muy alejado de estas tribus de chichinabo anteriormente mencionadas?

Es que ya os dicho que esa no era mi nevera. Ni mi casa.

Era, concluímos, la casa de alguien con muy pocos principios de gourmet. Pero si bien soy muy elegante, también soy muy fan del concepto "de perdidos al río", "si hay que hacerlo, hagámoslo con una botella" y "qué más da ocho que ochenta". Así que bebí.

La temática del vídeo respondía a este post escrito aquí hace ya un par de meses. En él contaba como un día me perdía por la estepa madrileña y me daba de bruces con Antena 3, descubriendo que existen otros canales además de Telecinco. Por lo tanto, entendía el concepto y uso del mando a distancia, una cosa que yo jamás había usado hasta entonces y miraba con una mezcla de extrañeza y ternura (porque tenía unos botoncitos tan redondos y bonitos).

El vídeo se grabó. Los protagonistas de Becarios se fueron por donde habían venido.

Y al día siguiente me volvió la consciencia. Me dirigí a mi jefa, que tecleaba en el ordenador para desarrollar el siguiente diálogo:

-Jefa.

-¿Sí? -respondió sin dejar de teclear.

-Que te quería pedir como favor personal, por todo lo que tenemos en común, que el vídeo de ayer se destruya y se olvide en el limbo de los vídeos que nunca debieron nacer.

-¿Sí? -respondió sin dejar de teclear.

-Sí. Me da mucha aprensión que lo vea gente que me respeta y me quiere. Y me gustaría, a partir de ahora, sólo escribir y no salir en vídeos. La gente piensa que en los vídeos parezco subnormal y tienen razón. Me pongo muy nervioso.

-¿Sí? -respondió sin dejar de teclear.

-Sí. ¿Te parece bien si nos olvidamos de él y me dedico a escribir en el blog y ya?

-¿Sí? -respondió sin dejar de teclear.

-Sí. Bueno, entonces, ¿sí?

-Sí -respondió sin dejar de teclear.

Me alejé feliz de allí, yendo a celebrar mi triunfo con un nuevo café de la máquina de capsulitas. Mientras tanto, mi jefa giraba la cabeza aún sin dejar de teclear y preguntaba:

-¿Me hablaba alguien?

Hoy a las cuatro de la tarde, dos meses después de tan terribles eventos y cuando sus secuelas ya casi se habían perdido en mi memoria... el vídeo estaba ahí. En la portada de la web. Hice ochenta llamadas y mande una cantidad de mails para la que los matemáticos aún no han inventado un número, pero supera el billón de billones y podríamos bautizar ya como el vergonzotrillón. Y cuando conseguí hablar de nuevo con quien tenía el poder de devolverme la dignidad, la cosa fue más o menos así:

-Es que tú nunca me pediste que quitásemos el vídeo y yo nunca te dije que lo haría. ¡Con lo gracioso que estás, Pasillitos! -me dijo mi jefa.

-Quítalo.

-No.

-Quítalo.

-No.

-Quítalo.

-No.

-Quítalo.

-No.

-Quítalo.

-Luego.

Sinceramente, no sé si el vídeo sigue ahí a esta hora de la tarde-noche de lunes. Tampoco lo he visto ni pienso. En la redacción han dicho que por qué no quiero que sea público, si estoy muy gracioso. Graciosas son muchas cosas. Gracioso es un payaso resbalando con una piel de plátano, cayéndo sobre el bordillo de la acera y rompiéndose el coxis. Yo me partiría. Gracioso también es ver a un perro persiguiendo su propia cola porque su dueño, en un acto de crueldad mental, le ha puesto una piza en la punta.

¿Y por qué soy tan tonto de dedicarle una entrada entera a este vídeo, lo cual le dará más popularidad? Porque puede que lo eliminen de la página principal, pero en su maldad infinita, las responsables de la web no podrán evitar la tentación de dejar un link que haga fácil la localización del vídeo y mi posterior humillación pública. Porque quien lo fuese a ver lo va a ver igual. Y porque así aprovecho para justificarme, que es lo que más me gusta en el mundo. Uno hace estas cosas por el mismo motivo por el que envía mensajes a las seis de la mañana a quien no debe o sigue comprando productos precocinados aún a sabiendas de lo mucho que engordan. Y porque soy tonto, pero eso ya lo dije al principio de este texto. Y es la manera ideal para cerrarlo.