Menuda mañana de lunes: las chicas de la redacción estaban todas agradecidas y emocionadas ante la visita del galán oficial de esta edición de Gran Hermano: el consultor santanderino Carlos Hoyas, séptimo expulsado de la casa. Gracias a mi espíritu de pasillero aguerrido conseguí instantáneas exclusivas de su visita. Hélas aquí con emocionantes y prácticos rótulos explicativos.
Y eso no fue todo. Las muestras de afecto y admiración por el muchacho continuaron a lo largo de toda la mañana. "Quiero que sea el padre de mis hijos", declaró una redactora de Telemanía que prefiere mantenerse en el anonimato. Otra afirmó: "es fantástico que un concursante de Gran Hermano sepa utilizar el teclado y acentúe todas las palabras". Porque, efectivamente, aquellos que habéis visto el chat en directo habréis notado que por primera vez un gran hermano...
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Para que luego digan que este programa es una ratonera de vagos y burros*
Desgraciadamente, la visita de celebridades de corte internacional ya no es noticia ni me da para escribir un inspirado post. ¿Por qué? Porque, desde que mis jefes tuvieron la fantástica idea de llevarse a los invitados al chat a un cuarto privado para ser grabados en vídeo durante el encuentro, a mí me han chafado cualquier posibilidad de captar cotilleos, tacos, comentarios inoportunos o malos olores corporales. Muy bonito.
Así que me fui a ver qué ocurría por los pasillos, que ya sabéis que es algo que siempre se me olvida. Estos días hace tanto frío en Madrid que mis paseos de un edificio a otro me están costando incontables estornudos y moquitos que acabarán pronto conmigo. Unas personas que parecen estar por encima del bien, del mal y de la temperatura exterior son las pretendientas de Mujeres y hombres y viceversa. Hoy me las crucé mientras yo iba de brazos cruzados y con mis dientes rechinando la novena sinfonía. Ellas, sin embargo, lozanas y de faldita corta, comentaban sus cosas mientras dedicaban una mirada de desdén a alguien que o bien era muy pequeñito o bien estaba agachado...
Cuando me di la vuelta, la vi: era Astry, la diosa de ébano y animal televisivo del año (sólo por detrás de Violenta Violeta Santander). Agazapada tras una caja de madera sobre la cual apuntaba una libreta, hablaba por teléfono diciendo lo siguiente:
-¡¡Llamo porque me he hecho un nuevo book!!
"Tú no necesitas book", me entraron ganas de decirle. "Tú eres tu propio book, Astry", pero no dije nada porque yo soy muy cortadito y tal. Y otras cosas que estaban pasando hoy en Telecinco son estas:
1. NO se estaba grabando Pasapalabra. Pensé que el día que viese esto sería lo último que viese debido a una crisis nuclear o a una invasión de muertos vivientes. Pero no: hoy no se escuchaban los aplausos ni se veía al público entrar y salir arreglado como quien va al teatro. Es posible que esta anómala situación tenga algo que ver con que mañana se entregará el bote de Pasapalabra (312.000 euros, nada menos, o sea, más que el ganador de Gran Hermano y por acertar unas cuantas palabritas en minuto y medio). Es posible que sólo en ese momento paren de grabar durante un día.
2. El simpático camarero centenario de la cafetería se parece cada día más y más al entrañable camarero anciano del Hotel del Norte en Twin Peaks. Esta cadena, rica en subtexto y homenajes, nunca deja de sorprenderme a la hora de hacer guiños a sus éxitos del pasado. ¿Para cuando una cocinera igualita que Lydia Bosch? O mejor todavía, ¿cuando se contratará a Lydia Bosch de cocinera? No creo que esté como para rechazar semejante oferta.