Apertura gambito

telecinco.es 21/10/2009 08:10

En el juego del ajedrez un gambito es una apertura en que se sacrifica una pieza (generalmente un peón) para conseguir una ventaja. Podríamos decir que la casa espía está a la espera de su gambito particular en este inicio de la nueva fase del juego. Las dos 'Carolinas' han jugado ya varias partidas, podríamos decir que dos, estando a la espera del comienzo de la tercera, con la peculiaridad de que esta solo la jugará una de las dos.

Las dos partidas habidas entre Carolina y Carol han tenido un comienzo similar. En un principio, Carol ha intentado hacerse con un protagonismo que no ha sabido mantener después. Recuerdo la noche en que entraron ambas en la casa y a todos mirando con cierta extrañeza a esta concursante reserva que contaba anécdotas irrelevantes casi sin venir a cuento.

El caso era enlazar un tema con otro sin dar tregua a sus oyentes, que en parte éramos también nosotros. El pasado jueves, cuando recibían a los nuevos inquilinos de esa casa repetía el mismo comportamiento descrito, corregido y aumentado si cabe. En este caso tenía una baza más para cobrar cierto protagonismo, aparte de hablar sin parar (y sin sentido, que es lo peor). Me refiero a Arturo, el 'macho-man 2009' de Guadalix.

Cómo iba Carol a desaprovechar la oportunidad de arrimarse a ese concursante que se ha salvado varias veces de la expulsión, de igual modo que ha sucedido con Indhira, la chica con quien estuvo manteniendo una relación durante un mes. Aunque algunos quieran negar la realidad y reescribir la pequeña historia de los últimos cincuenta días, Arturo e Indhira han mantenido una relación más allá de unos ocasionales polvos. Como recordaba ella en una confesión vista en el diario de ayer: dormían juntos, se cuidaban, ella le daba sus galletas y él la preparaba el desayuno, entre otras muchas cosas. Es decir, compartían una vida dentro de esas asfixiantes cuatro paredes. Carol quiso ser la nueva Indhira, pero ese fue un movimiento equivocado en el tablero de la segunda partida que aún están librando.

Por su parte, Carolina afrontó la apertura de las dos imaginarias partidas de ajedrez libradas contra su tocaya de una forma distinta a ella y también diferente a como se muestra a posteriori. La divina negra sabe quedarse en un discreto segundo plano, dejando siempre claro que no se casa con nadie. Esto quiere decir para ella que puede decir las cosas más crudas del mundo, eso sí con el particular sentido del humor que se se gasta, pero también sabe apartarse, sentarse en el suelo y dejar que los demás fluyan. Esta es la principal diferencia en el juego de ambas. Mientras a una le gusta ver fluir a los demás, dejando que se muestren como son y, por tanto, evidencien sus errores; la otra pretende anular con su personalidad la de los otros. Esto le podría salir bien si tuviera el atractivo personal del que carece.

Durante la primera partida, siguiendo el símil ajedrecístico, ambas jugadoras mostraron un carácter bien distinto, invirtiendo en buena medida lo que mostraron en un principio. Digamos que Carolina sería la Kasparov de esta historia, una jugadora expresiva y abierta, que no reprime sus impulsos además de transmitir alegría. Su oponente, Carol, vendría a encarnar el papel de Karpov, taciturna y poco comunicativa, cerrada en sí misma como si estuviese jugando sola. Recordemos que ambos jugadores de ajedrez, la última gran pareja de contrincantes en ese juego, representaban algo más que distintas concepciones ante el tablero de los sesenta y cuatro escaques. De alguna manera también resumían las dos grandes tendencias políticas en una Unión Soviética en plena transformación. Karpov estaba mucho más identificado con el establishment del Kremlin, mientras que Kasparov era aperturista y, en cierto modo, embajador de la perestroika.

La comparación puede parecer algo disparatada e incluso serlo, pero también coincide en esa identificación digamos más política. Carol representa unos valores conservadores en cuanto a los comportamientos que Arturo ha destacado de forma muy positiva. Ella es defensora de la familia tradicional, idea que no cuadra en absoluto en Carolina y, por qué no decirlo, tampoco veo al resto de mujeres de ambas casas en esa misma línea. Arturo es de esos hombres que este gato moderno creía en extinción, me refiero a aquellos que quieren tener a su 'santa' en casa, decente y abnegada esposa, de moral estricta y recta en conducta, para luego buscar fuera a las liberales con quienes acostarse. Lleva todo este tiempo lamentando que sus compañeras de encierro no sean más liberales, para luego exaltar los valores tradicionales que podría simbolizar Carol.

Carol y Carolina libran esta semana su batalla final. La que gane esta partida seguirá en el juego y la otra no, algo que deberán decidir sus compañeros. En ese momento más que jugar sus propias partidas serán peones en manos de otros jugadores. Ellos estarán ante el momento clave de decidir qué pieza sacrificar. El otro día expresaba mis dudas ante la opción de Toscano, cuyas decisiones suelen responder a razones ajenas a su propio juicio. Este aspirante a jugador de póquer, a quien imagino jugando con cartas marcadas, fue el último en decidir en aquella ocasión que debieron pactar el nombre de tres nominados.

Entonces, en la primera ronda los de su supuesto grupo (es un concepto vedado a quienes no tienen principios ni saben de lealtades) habían votado por Hans hasta llegar a Juan, el pésimo estratega cuyo error al votar por Arturo puso en la palestra a su amiga Nagore. Toscano era el último en votar, y tras una larga duda se decidió por repetir el último voto por Arturo, a pesar de que su decisión era ya intrascendente. Recuerdo ese episodio para intentar adivinar lo que puede hacer ahora. Si vota el último y una de las dos contendientes va ganando puede decantarse por la mayoría o ir a provocar el empate. Por otra parte, si votase el primero no me cabe duda que lo haría por 'Carolina del Sur', de igual forma que harán Indhira y Tatiana. Arturo podría sorprender, pero lo más lógico es que votase por 'Carolina del Norte', la defensora de los valores tradicionales de la familia.

Como la misma Carolina se encargó de advertir a su compañera, esta le ha regalado el voto de Indhira por su tonteo con Arturo los primeros días. Afortunadamente ese culebrón ha sido superado y llevo un par de días viendo a Indhira bien, olvidados ya los llantos y temores por ver a la persona con quien compartió tantos momentos en la otra casa liándose con otra mujer. Pero esa renta negativa se llevará a la votación de mañana. La charla en el cuarto de baño entre ambas reservas me sorprendió por dos razones. Primero porque aparentemente no es de muy buena jugadora mostrar sus cartas o pretender enmendar un error del contrario. Esto vino a ser lo que hizo Carolina al avisar a su compañera del error en que estaba incurriendo. También me dejó pasmado ver un cuerpo moviéndose tras el cristal translúcido de la ducha, del que salió poco después Tatiana. Lo digo porque habían estado hablando de la votación que las enfrentará mañana, lo cual deben mantener en secreto.

Aunque en los últimos días he venido mostrando cierta distancia en la disputa mantenida entre Indhira y Arturo, intentando ver los errores cometidos por ambos y situándome en una posición equidistante, estaría siendo poco fiel a la realidad si sigo manteniendo esa postura. Debo confesar que se me ha empezado a atravesar Arturo, no tanto por su actitud poco considerada con Indhira, porque en eso sigo pensando que los dos han sido igualmente desconsiderados uno con el otro. Pero hay otra serie de detalles que me empiezan a desagradar demasiado, costándome un triunfo justificarlas con el argumento manido de que es un borrico y dice lo que piensa sin pensar en lo que dice.

Ayer mismo le veía en el resumen diario hablar de Melanie en unos términos muy desagradables. Realmente no puedo evitar cierto repelús ante este tipo de tíos que ven en las mujeres un sitio donde meter en caliente y poco más, como demuestra Arturo cuando dice que a Melanie "le metería un calzoncillo sucio en la boca y me la follaría". Es tal la acumulación de barbaridades que me está empezando a estomagar. Esto último lo decía ante una Carol complaciente, que en ningún momento parece dispuesta a contrariarle. Es la misma que hemos visto criticar a Indhira porque se ocupa mucho de su imagen personal. Pero ¿cómo puede tener tanto rostro?

Llevo días viendo a Carol más preocupada por su manicura que nadie en esa casa. Se acuesta con su espejo de mano al lado, como quien dice. Creo que no he visto nunca a nadie tan preocupado por su imagen. Ahora, llegando al paroxismo, imita a Indhira hasta en la forma de pintarse los ojos. Eso por no hablar de las prótesis de su sujetador, algo que no llevaría nadie despreocupado por su aspecto. Eso sí, está encantada con ella misma, lo cual demostró ayer cuando mirándose a un espejo decía: "Con el pelo así me parezco a Pilar Rubio". No sé quien es la tal Rubio porque mi TDT es muy selectiva y se niega a sintonizar algunos canales, pero me dicen que es un pivón.

En la casa 11 parecen enquistados en las mismas historias de hace una semana. Es como si el tiempo se hubiera detenido y estuviéramos viviendo continuamente el día de la marmota, como en 'Atrapado en el tiempo'. O sea, Ángel defiende a Rebeca una vez más hace un par de noches, aunque lo peor es que no sea capaz de asumir el pensamiento abstracto de Saray reprochando (como siempre) que defienda a alguien a quien conoció solo durante cuatro días en lugar de a quienes conoce de más tiempo (no mucho más, todo hay que decirlo). La única respuesta que se le ocurre es: "Cuatro días no, siete". Matiz importantísimo. Gerardo, por su parte, sigue en lo mismo de siempre, es decir... como expresarlo con precisión... quizá podría decir... ¿haciendo nada?

'Geranio' tiene una capacidad inédita para no hacer nada durante todo el tiempo. Es alucinante verle leyendo una revista femenina igual de absorto y esforzado como si estuviera ante un tratado de metafísica. En más de una ocasión me ha costado distinguir a este concursante del sofá. Es que él no se tumba como lo demás, se mimetiza. Diría que trabaja menos que el logopeda de Melanie, por lo cual dudo mucho "a día de hoy" que vaya a desestabilizar nada ni a plantear juego alguno. Le veo incapaz de cualquier cosa que conlleve un mínimo esfuerzo. El buen rollo acaba para Gerardo cuando tiene que trabajar, lo cual entiendo en el fondo.

Hablando de Melanie, he recordado una cosa que me dijo un profesor hace la torta de tiempo. Me estaba yo quejando del precio de mi matrícula de estudios en la secretaría de mi escuela y delante de un profesor, cuando este me dijo: "Si crees que la enseñanza es cara prueba con la ignorancia". No recuerdo bien pero diría que entonces no supe captar bien la ironía cómica de la frase. Hoy ya la entiendo bien, y no me cabe duda de que ante la tesitura planteada Melanie eligió lo segundo.

Aunque lo más 'marmota' de todo es la afición de Laura por crucificar a Gerardo. No se trata de que pertenezca al 'Club del Sastre' como dice Thomas White (aka Tomás Blanco), pues ya directamente le clavetea con saña en una imaginaria cruz. Cualquier cosa vale para concentrar en él todas la iras. La 'novia del Lidl' me deja ojiplático cuando dice que "es el prototipo de hombre con el cual jamás tendría algo". No sé qué parte me he perdido de esta historia. Ya sé, dijo que su primera experiencia sexual fue con un hombre, de raza negra concretamente, pero ¿no está casada con una mujer? Lo que más le enerva ahora es su querencia por el sobeteo. Ayer parece que le tocó el culo a Saray, sin saber con quien se está metiendo. De momento ha cantado línea. Seguimos para bingo.

Y no me resisto a contar que Saray sigue aficionándose a robarle comida a Rufa, la única habitante de la casa más loro que Pilarita. Aparte de que cierto concursante (canoro cantor y trillizo) fue sancionado hace un par de ediciones por hacer eso mismo, alguien debería decirle que lo poco gusta pero lo mucho cansa. Una cosa es probar el pienso y otra el grado de especialización al que está llegando. Ahora dice que le gusta todo menos las pastillitas rojas porque le recuerdan al pienso de su perro. Ergo, también le roba el pienso al pobre perro. No sé si puedo con esto. No, definitivamente no puedo.