Carta a los Reyes Magos (y lo de las bolas de chocolate)

telecinco.es 23/11/2017 09:33

Va faltando poco para los turrones y empieza a ser el momento de mandar mi carta a los Reyes Magos. Para los que sean republicanos o sigan la tradición de Papá Noel todavía queda menos, aproximadamente un mes. Aunque no sea de las tradiciones más inveteradas, es costumbre de este gato echar la carta para los concursantes. He de confesar que en algunas ediciones lo he visto complicado y para no parecer demasiado faltón he pasado de puntillas por las fiestas obviando el apartado regalos. También advierto que llevo más de una semana queriendo hacer esto y por fas o por nefas no he podido.

Hoy hubiera titulado: “El caso de las bolas de chocolate en polvo”. Haciendo publicidad de la marca comercial sería: “El caso de las bolas de Cola Cao”. Pero igual me dicen que no ponga marcas, ya veremos. El caso es que me he plantado, porque aplazar un día más mi no tan tradicional carta de Reyes Magos era lo último que me apetecía. En contra de seguir la tradición está que en la presente edición entraron más concursantes que nunca. Espera, no estoy pensando en poner regalos para los 100, me refiero a los 20 que se quedaron finalmente. Entre que algo debo decir de las bolas de cacao y repartir regalos entre tanto concursante me debo obligar a ser particularmente escueto, además de dividir la carta en dos partes. Hoy irá la dedicada a aquellos que todavía siguen en el juego, y otro día la de los ya expulsados. No se admiten reclamaciones ni habrá explicaciones sobre las peregrinas ideas, totalmente improvisadas, que plasme en estas dos cartas.

Antes de la carta lo del expediente cacao, como digo. Resumiendo mucho, por las razones antes dichas, Carlos se quejó de que había volado un bote de chocolate en polvo en menos de un día. Cuando digo que voló quiero decir que lo gastaron, no alucinemos. Tal que lo estrenaron ayer y no llegó al final del día. Acusaba el ‘bellotero’ a Maico porque estuvo haciendo unas bolas de chocolate con ese polvo de conocida marca. La cosa consiste en añadir un poquito de agua al polvo y amasarlo como haciendo pelotillas que van creciendo hasta alcanzar un tamaño considerable. Se puede ver en la imagen que encabeza este escrito de lo que estoy hablando. También se le vio a Maico, e igualmente figura en esa imagen, haciéndose una taza de chocolate con ese mismo producto. Gastó un sobre completo y, no teniendo suficiente, le añadió algo del bote.

Con toda lógica le acusaban de haber contribuido a que se gastase el polvo de chocolate. Al último que se le vio con el bote en la mano fue precisamente a Carlos, que debió darle la puntilla. Algunos dicen que el chef había escondido antes parte del producto, pero no me consta. En todo caso, resultará siempre curioso que quienes han estado escondiendo comida protesten porque otros acaban con algo que les regala el programa. Carlos se ha estado aprovechando durante semanas de su privilegiada situación en la cocina para manejar los víveres a su antojo, con evidente complicidad ante lo que hacían sus amigos. Un concursante que ya no está por decisión del programa escondió cantidades importantes de comida, lo mismo que algunos de su grupo. Es posible que otros hayan hecho también un uso privativo de ese bien común que es la comida. Menos común desde que el programa permite hacer parte de la compra de forma individual o en grupúsculos de concursantes.

Ahora nos quejamos por un bote de cacao regalado y consumido en el día, pero nadie le pide explicaciones a Carlos por gastar 300 gramos de arroz para hacer un snack crujiente hecho con pasta de arroz sin saber si iban a superar la prueba o no. Diría que algunos se han hecho dueños de la cocina desde el principio y ahí siguen. Y cuando digo de la cocina incluyo la comida, que es lo importante. ¿Tenían razón ayer? Pues claro. Pero no se puede desligar eso de todo lo demás, particularmente de que el arroz sale del presupuesto común de la compra y el maldito cacao lo regala para hacerse publicidad la marca que no debo citar, o quizá sí por eso mismo, pero como no lo sé mejor me callo.

De pillo a pillo, Maico dice que gastó tres cucharadas para hacer las bolas de cacao. Diría que es imposible de tan poco sacar tanto. A ver, que no he probado a hacerlas, entre otras cosas porque no me parece nada apetecible. Solo verle haciendo esas pelotillas se me revolvía un poco el estómago, en especial cuando se acercó Yangyang para probarlas. Digamos que hubo cierta complicidad en esto. Carlos le preguntó a Rubén si había participado, como si se tratase de una fechoría. Se hizo el fuerte y reconoció que sí. Ante concursantes como Carlos (o el propio Hugo, a quien lleva dos días apuñalando con saña por la espalda) reacciona siempre Rubén de forma acobardada, aunque luego contando su conversación se hacía el machito y sacaba pecho de paloma.

No ha faltado quien lo haya probado y con una cucharada de cacao y una pizca de agua no se saca más que una pequeña pelotilla. Esta magia que hace Maico no se explica. Salvo que en lugar de tres cucharadas gastase más de medio bote. Me inclino por esta opción, porque creer en la magia a estas alturas me pilla algo mayorcito. Reconozco que me divierte ver que desaparece el cacao porque alguno en la casa hace lo que le rota. Ver a Maico haciendo pelotillas de cacao tamaño king size me parece gracioso porque sé que eso provocará la ira de los que tanto tienen que callar. Así que no me voy a dejar influir por otras cosas y aplaudo el rostro de hormigón armado de Maico diciéndole al “bellotero” en su cara que solo ha gastado tres cucharadas. Con un par.

Esas “otras cosas” serían la traición que Maico y Rubén, con la presencia casi ectoplasmática de Miriam, están tramando desde hace un par de días. Es una ironía del destino que quien puso a Rubén de fantasma y sigue bromeando con eso llamándole “fantasmita” tenga ahora ese papel de aparición mariana, hierática y silente, ante el despelleje que practican durante todo el día su querido Rubén y Maico. Miriam recupera la normal movilidad para retozar en el césped artificial del jardín con Rubén. Aquí es casi todo muy artificial, el césped tanto como el retoce de estos dos. Pero cuando llega el momento de sacar los puñales ella permanece paralizada, como un auténtico fantasma. Solo sale de su parálisis para apuntar algún viejo reproche a Hugo, la nueva bestia negra de los que eran sus afines.

Tengo meridianamente claro que Hugo se ha dado cuenta a la perfección de la maniobra de estos tres, que llevan dos días haciéndole el vacío casi todo el rato, inusualmente juntos y de cháchara continua. Sabemos de buena tinta que Hugo es extraordinariamente intuitivo. Imposible que no sepa lo que se cuece a sus espaldas. Unas espaldas machacadas por el continuo apuñalamiento que están sufriendo. Además, como diría Lorena: “Sabe más el perro por viejo que por diablo”. O algo así, le faltó decir. Hace bien en callar y esperar cómo se desarrollan las cosas. Si tienen algo que decirle habrán de dar el primer paso. Rubén dice que hoy la va a liar, pero ya sabemos que él es como Scarlett O'Hara, muy de "ya lo pensaré mañana".

Carta de Reyes (primera parte)

Queridas majestades, confieso que siempre he sido republicano, pero visto lo visto tengo la tentación de hacerme más monárquico que Luis María Anson, de los Anson (pronúnciese sin tilde, que no la lleva) de toda la vida. Acudo un año más (tras alguna ausencia, lo sé) a vosotros para pediros unos regalitos. Que no son para mí, no pido para vicios ni para drogas, es mejor pedir que robar, somos siete hermanos, no tenemos nada… y tal y tal. Al lío, voy con la lista. Como dicen los conferenciantes coñazo: seré breve.

Carlos: Un saco de bellotas (estaba cantado). Un frasco con desinfectante para que lo use cada vez que chupa la cuchara, antes de volverla a meter en el guiso. Un manual de urbanidad y buena convivencia, por si le hiciera falta (que igual va a ser que sí).

Carlota: Un flyer con barra libre en La Posada (al final me llamará alguien de comercial por hacer publicidad) desde esta noche. O esta noche, más bien. ¡Inamovible! Dicho de otro modo, el último cambio de cámara cuando pronuncie la clave no tan secreta. Una medicación para lo suyo del odio, si es que existe.

Gabaldón: El libro de la justicia romana según Ulpiano. Este concursante es ‘la justicia’, y debe tener las mejores herramientas para dictarla. Unos sobrecitos de tila para cuando Yangyang le altera. Y mucha fruta buena.

Hugo: Un kit de primeros auxilios para curarse las heridas que dejan las puñaladas por la espalda. Bronceador para que soporte sus lunes al sol, y los martes, miércoles, jueves... El hueco que le corresponde en la lista de honor de ganadores de este concurso.

Lorena: Un paquete de compresas para que recuerde siempre que ella volvió al mejor sitio en el peor momento. Stop (se me ha pegado de Hugo).

Maico: Un juego nuevo de puñales porque a este ritmo va a necesitarlos. La réplica del maletín que ahora cree estar acariciando porque el de verdad se aleja galopando, aunque tampoco lo tuvo nunca cerca. Un disfraz de persona normal para que así le traten sin perjuicios por ser quien es.

Miriam: Otra pulsera, porque esa que exhibe tan ufana ya me está cansando. Un pase pernocta que le permita salir y volver a entrar de esa casa cada fin de semana, a ver si así se entera de una vez de la movida. Una guía del buen concursante, aunque dudo que ni con esas.

Pilar: Decenas de paquetes de pañuelos de papel. Una máquina que transforme su llanto en risa, que la tiene bien bonita y contagiosa. Lentes correctoras para su escaso ojo clínico a la hora de elegir compañeros de viaje, a ver si así evita quedarse sola a cada rato.

Rubén: El vídeo con la historia de su concurso para que lo vea del tirón y sepa qué es justamente lo que no debería hacer si tuviera otra ocasión. Otro juego de puñales como el de Maico, pero de plástico, que los niños no deben jugar con armas blancas. Un pañal para cuando se decida de una vez a hablar con Hugo, reutilizable para cada vez que entra en un conflicto o le toca hablar en los posicionamientos.

Yangyang: Un brebaje para que después de beberlo suelte burbujas por la boca cada vez que dice “¿sabes mentiendes?”. Firma del contrato con una editorial puntera para escribir el ‘Manual del bienqueda’, próximo best seller. Toneladas de cariño del de verdad, no el que ha tenido de casi todos, amigos y enemigos, en esa casa.

He intentado hacer buenos regalos. Lo prometo.

Moleskine del gato

Me hace gracia una de las razones por las que Gabaldón se altera tanto cuando Yangyang hace una de las suyas y dice que prefiere salir ella de la casa y que se queden los otros nominados, o cosa similar. Lo había pensado antes, pero ayer tuve la necesaria confirmación de ello. Piensa que eso beneficia a esta concursante. De verdad que lo piensa. No sé si lamenta no usar la misma táctica, ya sea porque no se le haya ocurrido o por no ser capaz de mostrar semejante descaro. O sencillamente cree que la china le va a comer la tostada y eso le hace rebotar. No digo yo que no vaya a ser así y al final Yangyang se nos cuele en la final, pero no va a ser precisamente por esto.

Esta noche tenemos una fiesta. Con Jorge Javier Vázquez de anfitrión presentando otra expulsión necesaria, nominaciones como nunca han sido y el próximo episodio de una traición que ni la de Bruto a Julio César. Los ‘idus de noviembre’, deben ser. Pillen palomitas.

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