Bea, choni encuentra su Pigmalión

telecinco.es 20/12/2016 09:09

Hoy toca daguerrotipo de Bea, penúltimo de la temporada. Con el de Meri cerraremos edición mañana. Solo faltará esperar a la final y confirmar el nombre del ganador, presumiblemente ganadora. Antes de ir con Bea me gustaría hacer una breve reflexión sobre lo ruidoso que se ha vuelto el plató últimamente. No es una impresión personal sino algo claramente demostrable. Hace unos años el plató de Gran Hermano era un lugar donde el público expresaba en ocasiones su estado de ánimo y reaccionaba de forma excepcional y selectiva con vítores o abucheos. Ahora eso se ha convertido en una molestia constante.

Recuerdo que al comienzo de GH 8 se hizo el experimento de incorporar las hinchadas al plató. Antes de entrar al mismo, el concursante expulsado atravesaba una pasarela repleta de gente. Ya dentro había grupos con pancartas animando a los concursantes nominados. De alguna forma copiaba algo que se hacía en el Big Brother de Reino Unido, pero la tradición en España era otra. Poco duró este cambio y a las pocas semanas se volvió a recuperar la calma en plató.

Nunca se han reprimido las reacciones del público en ese plató. La tensión es palpable y ha mostrado siempre el distinto grado de interés ante una expulsión o la elección de un ganador. Solo recuerdo una ocasión en que Mercedes Milá no pudo evitar responder con una pequeña reprimenda al público por el abucheo a Rebeca (GH 11) cuando entró a plató expulsada por la audiencia. Mucho se habla del 95 % con el que salió Nagore, pero esta compañera de edición fue expulsada una semana más tarde con el 92,5 % de los votos. Fue probablemente el mayor abucheo que se ha escuchado en ese plató.

En el otro extremo, ninguna final se vivió con tanta intensidad como en GH 10, con un público en tensión esperando el triunfo de Iván Madrazo. Estas muestras las guarda mi memoria como aportaciones importantes del público en plató. La diferencia con lo que sucede ahora es que no se abuchea ni vitorea de forma selectiva. En realidad, del público no nos está llegando una información sobre las sensaciones que un determinado concursante genera sino que se utiliza el abucheo de forma sistemática, mezclado con aplausos y otras expresiones de apoyo. Por tanto, el público solo está aportando un ruido innecesario y molesto, que altera el normal funcionamiento del programa.

En el lado bueno está que el plató se siente siempre vivo, sin necesidad de que nadie jalee al público o lo anime a expresarse. En muchos estudios de televisiones de EE. UU. sigue habiendo los cartelitos de “aplausos” y “risas” que se encienden cuando los productores del programa quieren requerir sendas reacciones del público en plató. La figura del regidor sirve muchas veces para esto mismo. En el plató de Gran Hermano el regidor (ahora son dos) nunca ha hecho esa labor porque el público se expresa siempre libremente.

No creo que deba reprimirse esa libre expresión, que siempre he defendido. Pero sí me gustaría que se recobrase un poco la calma perdida, eliminando el molesto ruido de fondo que no aporta nada porque se repite siempre y por igual, tanto ante el concursante más amado como ante el más odiado. Los aplausos y abucheos antes aportaban cierto grado de información a los concursantes en el momento de conocer si están o no nominados. Ahora es complicado sacar conclusiones porque se aplaude y abuchea sin medida.

Ignoro cuál es la solución ante esto. Creo que entre la solemnidad impuesta en otros tiempos y este desmadre tan exagerado tiene que haber un término medio. La primera vez que estuve presente en ese plató, sentado en las gradas de público, salió expulsado Nicky (GH 6) y un grupo de exconcursantes lo celebró con confeti y gran alborozo. Su actitud fue censurada porque la muerte virtual de un concursante es un momento solemne que no debía celebrarse. Bueno, ni calvo ni con tres pelucas (no hablo de Miguel, es una expresión). Aquello era excesivamente restrictivo y el enorme jaleo de ahora es un sindiós.

Daguerrotipo de Beatriz

¿Necesitábamos una historia así? Chica de barrio, choni que quisiera ser pija, encuentra chico pijo. La historia de la choni y el pijo sería una evolución adaptada a los tiempos que vivimos del cuento del príncipe y la doncella. El cuento no podía ser más atractivo porque la chica encuentra en realidad su Pigmalión. Bea ha estado dispuesta a cambiar levemente su aspecto por complacer a Rodri. Por el camino quedaron unas extensiones del mismo rosa que su cabello real. No creo que tarde en teñirse de un color menos estridente, más acorde con su nueva condición de plebeya venida a más.

Bien pensado, no es que estuviéramos necesitados de una historia tan poco convincente como prefabricada. Lo que tiene de bueno es que rompe con el esquema de la ganadora en las últimas temporadas. Es un final a estrenar, consumido en cómodos plazos, que se nos ofrece con todas las facilidades. Y viene alicatado hasta el techo, oiga. ¿Cómo desaprovechar esta oportunidad? ¡Compro! Bueno, no. Mejor no ir tan deprisa.

Bea es parte del cuento muy a su pesar. A ella siempre le llamó la atención Rodri y creo que son sinceros sus deseos de hacer durar la relación fuera. Nunca ha abandonado la duda de si las intenciones de Rodri son sinceras. Es choni, pero no tonta, y se ha dado cuenta como todos de los ritmos impuestos por su ‘chiconino’. Ella mejor que nadie es testigo de una oportuna observación hecha por Rodri tras volver Adara del apartamento. Allí estuvo precisamente con Bea y se salvó de la expulsión. En realidad, se salvaron las dos, porque Bea llevaba la caja de Montse. Otro atractivo a añadir a su historia. Si gana sería la primera expulsada que vuelve a la casa para terminar llevándose el maletín.

Lo observado por Rodri, que compartió con Bea a su regreso tras un fugaz paso por plató, fue que todos en la casa se habían apresurado a intentar formar carpeta al ver que se salvaba Adara otra vez. Recordemos que la primera carpeta en la casa, única durante semanas, fue la de Adara y Pol. Ergo, tener carpeta era sinónimo y garantía de salvación para Rodri. Durante esa misma estancia en el apartamento, Bea tuvo los primeros indicios de que había esperanzas con Rodri. Blanco y en botella, ¿no es cierto?

Esta es la edición de las primeras veces, lo cual no es fácil después de tantos años. Junto a la primera vez que ganaría una concursante expulsada aquello de la expulsión por una escasa diferencia de solo tres llamadas. Puedo seguir enumerando primeras veces. Veamos, es la primera vez que una pareja forjada en la casa transmite más frialdad que un témpano de hielo. No puede haber menos química entre los dos, a los que siempre veré como amigos que comparten un mismo interés. Se llama maletín. La relación entre Rodri y Bea no hay por donde cogerla. Juntos vivieron su hora sin cámaras y sin sexo. Diría que hasta sin ganas.

Pero, ¿qué más da? ¿Acaso una fruslería como esta puede acabar con un cuento tan oportuno? El triunfo de Bea rompe con el estereotipo de mujer independiente e indomable, que no necesita apoyarse en un tío para ganar este concurso. Una mujer sufridora y burlada, despechada a veces, que vive el amor y el desamor dentro de la casa. Lo de Bea es otra historia. Ella es más bien una Eliza Doolittle dócil, que vende naranjas en lugar de flores y ha llegado a la final junto a su particular profesor Higgins. La peluquera junto al chico con dos carreras, que habla inglés y francés. ¿No es ideal todo?

Lo curioso es que Bea nos intentó convencer al principio de que no se colgaría de un tío, y rechazaba la idea de que ganara de nuevo una chica por tener o haber tenido una relación dentro de la casa. Se olvidó de aclarar que mientras no fuera ella esa chica, me imagino. Aunque para algunos la esperanza blanca en esta final es Meri, reconozco que hace semanas lo era Bea.

Bea era la única que parecía poder mantener su relación hasta el final. Salvo la de Adara, todas las demás historias se habían ido al traste. En la trastienda de la casa se cultivaban calabazas para abastecer la demanda habida. La caja de Montse no solo le dio una vida extra a Bea. También salvó de la quema esta historia moderna de choni peluquera y pijo con estudios, dispuestos los dos a abrir mentes. Y chequeras.

Nada importa si Bea se nos presentó como copia de copia, una Ylenia descafeinada que repetía expresiones aprendidas en la escuela de Gandía Shore, cerca de Picassent. Da igual si sus formas han sido poco refinadas casi todo el tiempo. Tampoco cuenta que no haya sido leal con nadie, solo atenta a su interés personal, capaz de decir a cada uno lo que quería escuchar. En eso ha sido justa, ha tratado por igual a amigos y enemigos porque a todos ha traicionado. Todo esto queda ensombrecido porque ahí está súper Rodri, que ha logrado convertirla en una señorita y aplacar sus ánimos muchas veces. Cortar sus extensiones no dejaba de ser un sinónimo de cortar su lengua chabacana. Rodri le enseñó a pedir perdón y aunque no pasaría por una dama de la alta sociedad en Ascot ya no es la Bea que conocimos al principio.

Bea fue también esa chica que sabe escuchar. La primera en saber que Meri había tenido bajo las sábanas algo más que besos con Alain. Confidente y confesora, se apoyó en Meri para compartir historias dispares aunque comunes de desamor. Recuerdo como uno de los momentos más divertidos de esta edición cuando Adara y Bárbara daban sus consejos en El Club para que Bea se ligase a Rodri. Porque Bea es una mujer más frágil e insegura de lo que aparenta, de trato agradable, mientras se esté bien con ella.

La Bea impulsiva dejaba paso a una Bea comprensiva con Noelia, cuando supo que estaba colada por Rodri. Su Rodri. El súperhéroe a un sofá pegado. Habló con ella y le expresó todo su apoyo. No es que estuviera dispuesta a compartir al tumbaíto, pero sí a comprender y apoyar a Noelia. Lástima que pocos minutos después de hablar con ella fue primero al ‘confe’ para decir que ya lo sabía hace tiempo. Luego se lo contó a Rodri, que nunca lo ha confesado, pero creo que también lo supo y se hizo el loco. Una cosa es ser comprensiva y otra leal. De eso no tiene costumbre.

El gran mérito de Bea ha sido obtener su cuota de protagonismo en medio de una edición con personalidades tan marcadas. Estando Bárbara o Clara, lograr sacar la cabeza un poco es todo un triunfo. Y la pequeña Bea lo ha conseguido. También ha logrado llegar a la final, y lo ha hecho con quien quería: su ‘chiconino’ y una amiga. La choni se convertirá en princesa si agarra el maletín. No seré yo quien diga que sería un maletín inmerecido. La audiencia es soberana y se hace el moño donde le da la gana. Si gana Bea lo hará por méritos propios, pero también será el final de un cuento necesario.

Moleskine del gato

Amigos, ‘coñito guerrero’ ha vuelto. La misma red de contactos en Internet y los mismos anuncios engañosos, ofreciendo sexo en un teléfono que casualmente coincide con el que puede hacer ganadora a una concursante de Gran Hermano. La diferencia entre este guerrero y el de otras veces es que ahora no es uno sino varios. Tanto Bea como Meri tienen el suyo. Sobre guerreros ya lo hemos visto todo.