La bronca entre Rappel y Alejandro rompe la calma reinante

telecinco.es 07/03/2016 10:03

Después del mal rollo que inundaba la casa la semana pasada, estos últimos días han servido para cambiar esa decoración y pasar al otro extremo. Los concursantes antes enfrentados pasaban a formar parte de una familia feliz, en la que Rappel es el abuelo, siendo Carlos y Raquel los padres de una prole formada por Laura, Alejandro y Fran, con Charlotte como novia de este último. El grupo no solo ha quedado diezmado tras el último abandono y la expulsión del jueves pasado, sino que se ha visto inundado por el espíritu de la casa de la pradera. Menos mal que anoche Rappel y Alejandro devolvieron a la casa el aroma de la bronca y el enfrentamiento.

Confieso que esta paz repentina me produce sentimientos encontrados. Por un lado, celebro el final del mal rollo, por mucho que sea más o menos provisional. Pero también me fastidia un poco haberme enojado por el episodio del cepillo de dientes y ahora ver a Charlotte diciendo que Carlos es su nueva ‘cuñi’. Han pasado de un extremo a otro en solo un día, demasiado rápido para ser asumido por este gato justiciero. Necesito más tiempo para perdonar. También ayudaría ver a Charlotte castigada por la audiencia con un alto porcentaje de votos para la expulsión. Como no me fío, me preparo para asumir que Carlos puede ser expulsado frente a Charlotte, lo cual sería una burla al sentido común.

La reconciliación entre Carlos y Charlotte me pareció sincera. Carlos es un tipo que no sabe de rencores. De alguna forma, Charlotte ha pasado a ser su protegida. Buenos consejos y mirada positiva hacia adelante han sido las herramientas usadas por Carlos, tan efectivas que Charlotte se disculpó en un par de ocasiones, la última durante la fiesta del viernes y en un tono más convincente que durante la gala del día anterior. Lo mejor de este cambio a mejor en la relación de estos dos concursantes ha sido la rabia e incomprensión con la que lo han recibido en el dormitorio de los pájaros.

El viernes vivimos una noche que desprendía auténtica magia en la casa. Nada de broncas ni malas caras, todos a gusto divirtiéndose y contagiando ese espíritu positivo a los que les estábamos viendo. Durante mucho rato pedí que las cosas quedasen así, congelando ese momento hasta el final. No me sobraba ninguno y la perspectiva de que más concursantes se tengan que ir despidiendo en las próximas semanas se me hacía cuesta arriba. Tuvieron que ser Rappel, Laura y compañía los que me devolvieron a un mundo más real y conocido. La hora del aquelarre nocturno no perdona, y esta vez le tocaba a Charlotte por su rápida reconciliación.

La interpretación en la casa de algunos episodios es igual de sorprendente por absurda que la hecha por algunos aquí fuera. Resulta que critican a un concursante por querer quedarse en la casa y actuar movido por ese objetivo. Si fuera así y Carlos perdona a Charlotte tan pronto porque considera que eso le ayudará a salvar esta próxima expulsión no estaría haciendo otra cosa que cumplir con su obligación. Si algo debe procurar un concursante es su permanencia. Este es un juego de exclusión competitiva en el que es imprescindible resistir y permanecer en el juego. ¿Acaso es esto criticable?

No sabría decir si Carlos realmente está convencido de que nunca se cepilló los dientes con el cepillo sucio o prefiere creerlo para facilitar las cosas. Y, ¿por qué no?, puede que desee evitar el ridículo ante sus compañeros de que ese cepillo que pasó por el retrete ha estado metido en su boca. Es humano y entendible, aunque esto también se le afea a Carlos, porque empieza a ser deporte nacional criticar cualquier cosa de este concursante. Así lo estoy percibiendo, incluso ante cosas que inequívocamente serían elogiadas en cualquier otro, y así ha sido en los más de tres lustros que lleva durando este programa.

Ahora resulta que Carlos hizo mal al no pelear salvarse él mismo el jueves pasado. Esto se dice cuando tantas veces hemos escuchado que un concursante firmaba poco menos que su sentencia de muerte catódica al decidir salvarse él mismo en lugar de ceder ese privilegio a un compañero. Como dije el viernes, Carlos puso a prueba a Fran y ese episodio sirvió para comprobar si era un simple aliado o algo más. La actitud de Fran revela que es un aliado ocasional, mosquetero eventual que no es movido por emoción ninguna sino simplemente por los beneficios de hacer un tramo de este viaje en compañía de supuestos amigos. Carlos y Fran no son amigos, eso está bien claro, pero hay razones evidentes que hubieran aconsejado que este último cediese el privilegio de la salvación a su compañero de viaje.

Carlos había estado nominado tres veces las cinco últimas semanas. Además, acababa de ser humillado al conocer el episodio del cepillo de dientes. Es legítimo que Fran luche como cualquiera por permanecer en el concurso y por eso evite el gesto generoso de reconocer que Carlos merecía la salvación. También es cierto que Carlos pudo forzar la decisión de Fran y no lo hizo. Y no admitió el sorteo porque dejar al azar aquello que es posible decidir es de mediocres o de cobardes. O ambas cosas a un tiempo. Fran no hizo nada que no fuera legítimo. Su decisión es lógica y entendible. Pero no cediendo ese privilegio demuestra su escasa valía.

Pierde la razón Carlos cuando dice después que deberían haber salvado a Rappel al ser el menos votado. El argumento no se sostiene y lleva al terreno del absurdo la cuestión. Luego vino el mosqueo de anoche mismo, cuando Carlos decía que querría llegar a la final con Raquel. De nuevo una polémica por expresar un deseo de ese tipo. A Laura le sirvió una cierta enemistad con Rappel que aún colea, y también pudimos comprobarlo anoche. Ella dijo que prefería llegar a la final con Carlos y Raquel, lo cual escandalizó a media casa. Algo parecido pasó anoche con Carlos, que comete la torpeza de ahondar en la desconfianza de sus aliados.

Fran y Alejandro desconfían de Carlos desde siempre, ni más ni menos de lo que este desconfía de ellos. Diría que esa desconfianza es lógica y buena. También creo que es merecida. Carlos desconfió de Alejandro de forma pública y ruidosa hace un par de semanas. Entre Fran y él siempre existió un recelo mutuo. Hacen bien en desconfiar unos de otros porque está cercano el momento en que tendrán que convertir su buena relación en enfrentamiento sin cuartel. Amigos no han sido nunca, pero es que pronto serán solamente rivales en el juego. No hay más.

A pesar de que a Fran y Alejandro les une su desconfianza, la relación que ambos tienen con Carlos es bien distinta. Fran ya avisó de que no volvía a la casa para ser soporte de nadie. Apoyado en la votación por aquellos que tienen como favorito a Carlos, quiso advertirles que haría su propio concurso, lo cual podía suponerse. No llevaba ni un día en la casa y advertía a Alejandro de que tuviera cuidado con Carlos, posiblemente por su perfil de ganador ahora desdibujado, entre otras cosas por la ridícula marea de opiniones contrarias cuyo fin es facilitar el triunfo de Laura. Nada une a Fran con Carlos salvo el interés, por lo cual de momento permanece bajo su manto de protección. Sin embargo, Carlos es un maestro para Alejandro, y le reconoce como tal.

Como dice la brillante Ravenous (@ravensitka), Alejandro mete la pata cuando siente que su maestro se aleja y cuando le siente cerca se derrite. Carlos le da confianza y se siente a gusto bajo sus alas. Alejandro necesita a Carlos y se beneficia de esa alianza entre ambos. No hay relación de amistad tampoco, porque no es posible entre maestro y “Padawan”. La diferencia entre la relación que Alejandro tiene con Fran y con Carlos se puso de manifiesto anoche, después de su discusión con Rappel. Fran le daba la razón a Rappel, pasando de su amigo. Sin embargo, Carlos hablaba largo rato con Alejandro, mostrándole su complicidad y logrando tranquilizarle. Alejandro se desahogaba y escuchaba a Carlos con arrobada admiración. Al final la desconfianza será mayor hacia unos que hacia otros.

La bronca que rompió ese sosiego de los últimos días en la casa fue a consecuencia del cambio obligado en la prueba semanal, que homenajea a Cervantes en el 400 aniversario de su muerte. Carlos, Alejandro y Rappel andan en la cinta una distancia equivalente al recorrido que hace el Quijote, mientras que el resto de concursantes escenifican versiones libres de pasajes de esta obra, una de las más importantes de la literatura universal. Rappel estaba siendo un poco comodín, andando menos kilómetros diarios o a menor ritmo que sus dos compañeros. El programa propuso que la audiencia decidiera a través de la app quien de los andadores debía pasar a formar parte del grupo teatral, y el elegido fue Rappel. A su vez, el grupo debía decidir quién ocupaba el lugar de Rappel, y aquí vino la polémica. Con dificultad y mucha discrepancia decidieron que fuera Charlotte.

Laura quería aprovechar esta circunstancia para dejar de ser la directora del grupo. Como tal debe preparar las escenas, hacer de apuntadora y pasar el autocue para que los actores no pierdan el hilo, aunque tras tanta repetición se saben sus papeles de memoria. Laura no se considera valorada y prefería cambiar de labor, cosa que no logró. Rappel ocupará el puesto de Charlotte y hará los papeles menores asignados a esta concursante, incapaz de memorizar sus cortos textos. El grupo no consideró que Rappel fuera capaz de hacer el trabajo de Laura, lo cual enfrentó a esta con todos, especialmente el adivino y Raquel. Más tarde, Alejandro hacía una observación a Rappel sobre lo que debería haber pasado, y ahí se produjo el enfrentamiento entre ambos.

El fondo del asunto es de poca trascendencia. Aquí hay un trasfondo mucho más importante. Rappel es refractario a que nadie le diga lo que debe hacer, mucho menos si es Alejandro. Por su parte, este no toleró que Rappel le hablase de forma despectiva. El trasfondo del que hablo es tan simple como que no se tragan. Es así desde siempre, pero ahora pesa el hartazgo de un Alejandro incapaz de analizar con precisión lo que sucede. Acierta en que Rappel le ha tratado como un mindundi y ya está harto de ello. Por eso estalló anoche, con toda la razón del mundo. Los gestos y palabras de desprecio por parte de Rappel son frecuentes y repetidos. Tal vez Alejandro no sea capaz de verlo, pero lo de Rappel es puro clasismo. Y de la peor estofa.

Lo demostró anoche Rappel cuando, más fuera de sí que nunca, alude a que Alejandro tiene animales en su casa, despreciándolo por ello. Cuánta gente hay que vive en pequeñas ciudades y tienen tanto un pequeño huerto como una granja modesta para su propio suministro. Una cosa y otra, o incluso las dos, son habituales en muchos pueblos. ¿Acaso eso vale para descalificar a Alejandro? También le desprecia porque utiliza muchas palabras malsonantes de forma habitual, lo cual señala Rappel después de decir que él hace lo que le “sale de los cojones” y otras lindezas parecidas. Carlos era poco menos que un muerto de hambre desgraciado por no tener servicio en casa, y eso que tiene varias casas en países diferentes, y un coche más caro que ese Ferrari del que tanto presume Rappel. Por tanto, Alejandro debe ser un pobre desgraciado que vive entre animales y dice palabrotas. Creo que le molesta hasta su acento. Rappel es clasista hasta decir basta. Y, además, no dice más que tonterías.

Si algo me gusta de Alejandro es la frecuencia con la que se le ve que va a calzón quitado, sin importarle lo más mínimo agradar o no a los demás. Dije un día, y repito, que es fiel y leal a sí mismo, lo cual no es poca cosa. En eso se parece a su maestro. Carlos y Alejandro sin freno ni medida, a calzón quitado diciendo lo que piensan, son una fuerza imparable. Pura gasolina que alimenta este programa. Esencia de Gran Hermano que inunda los sentidos sin llegar a entrar por nuestras pituitarias. Lo de estos dos es puro sentimiento. Por eso quiero más concursantes como ellos. Y, por supuesto, deseo verlos en la final. Aunque a veces parece una misión imposible.

Moleskine del gato

Anoche supimos que se incorporarán dos nuevos concursantes, a elegir entre cuatro candidatos de los que nos ofrecieron unas sencillas pistas. Una ganadora de reality, un excéntrico arquitecto, un colaborador de Telecinco que nunca ha estado en un reality y la exnovia de un hombre muy famoso. Ylenialloraba en plató, destrozada y amenazando no volver al Debate porque con una de las supuestas candidatas habría tenido muy mala relación. Por su parte, Yago Hermida, concursante de GH 12, decía que los cuatro nombres tras esas pistas son Laura Campos, Dani Santos, Miguel Frigenti y Samira Salomé. No pongo ni quito. Yo ni idea, oiga.

Muy apropiado el modelo elegido para la foto en un tuit de Belén agradeciendo el apoyo a sus seguidores.

Laura es de esas personas que se creen superiores, lo cual les permite ridiculizar a sus semejantes por cosas tan nimias como no saber lo que es ser un bohemio. Cuanto más la conocemos me doy cuenta de sus enormes lagunas de conocimiento. Podría hacer un monográfico de pifias y meteduras de pata de la señorita Matamoros durante todo el concurso, pero iré solo a lo de este fin de semana. Ya hablé en su día del ‘flautista de Amélie’ y otros ejemplos, pero como directora del grupo teatral se está destapando. Y ahora que lo pienso, si no fuera por su obsesión compulsiva en contra de algún compañero (primero Javier y ahora Alejandro) muchos estaríamos hablando de Laura como un mueble en la casa. No sé si en este caso es un mueble caro, pero al menos es bonito.

Dice Laura que X en números romanos es 10, y entonces XX es 21. Un número menos en Canarias, o algo. También duda de si IV es cuarto y para ella L es 30. Van a tener razón los que recomiendan que si se apunta la clave de la alarma de seguridad de casa en la propia alarma se haga en números romanos, porque muchos cacos no saben leerlo bien, ni mucho menos rápido. Otra de Laura: ayer hablaba de varios capítulos del Quijote que no eran sucedáneos, en lugar de sucesivos. Y, para no hacer sangre, una más. Dice Alejandro que el futbolista David Beckham fue nombrado sir (caballero del Imperio británico) y le corrige Laura afirmando que no es sir sino lord. Pues va a ser que no.

No se trata de ridiculizar a nadie por algunas dudas y errores, o directamente por su ignorancia. Pero es que se trata de Laura, la misma que lleva más de dos meses ridiculizando a otros por ignorantes. Le dijo la sartén al cazo. O, como ella diría, le dijo la sartén al mango.

Los porcentajes ciegos estaban anoche así al cerrar el Debate, tras el correspondiente y habitual sorpasso: 36,7 %, 40,0 %, 11,2 % y 12,1 %. También supimos que el tercero más votado (color verde) es Rappel.