Canales consigue salir del barco encallado dando lástima
El noveno salto del helicóptero lo hizo anoche Antonio Canales por decisión de la audiencia votante (72 % de los votos). Una decisión condicionada al afirmar que está enfermo e intentar manipular el voto presentándose como el habitante del barco encallado que más necesita pisar tierra firme en la isla del pirata Morgan. Si fuera verdad que está enfermo habría sido convenientemente evacuado y un informe médico decidiría si tiene que volver a casa abandonando el concurso definitivamente. Pero Antonio confunde estar enfermo con tener unas heridas en las piernas que se hizo realizando la primera prueba de recompensa, así como un dedo hinchado porque se ha clavado el machete en la palma de la mano. He de decir que no veo gran diferencia entre el grosor de un dedo y otro (lo cual mostró haciendo una especia de doble peineta a la audiencia), pero doy por buena su explicación y me creo que esa lesión de dificulta subir la escalerilla para acceder al barco. Lo que no puedo dar por bueno es que por ninguna de esas heridas necesite más que nadie dejar de ser encallado. Y, por supuesto, decir que está enfermo es una innecesaria exageración.
Le salió bien a Antonio adoptar el traje de víctima y jugar la carta de la pena. El bailarín puede caer muy bien a la audiencia, pero no me cabe duda de que su decisión de anoche fue por lástima. Y sienta un precedente, porque mucho me temo que el concursante pueda basar en esto su concurso, más teniendo en cuenta los buenos réditos que le dio anoche. Canales solo obtuvo un voto (de Valeria) entre sus compañeros para formar parte de la dupla que se sometería a la decisión de la audiencia. El otro elegido sería Carlos, que recibió cuatro votos. Palito y Agustín también tuvieron un solitario voto de sus compañeros, por lo que Valeria hubo de desempatar al haber sido la primera en votar por sorteo. A la hora de hacer los alegatos, mientras Antonio se hacía el enfermo, Carlos pedía que se votase a su rival porque lo necesitaba más. Valeria y Carlos completaron el traje de víctima a su compañero.
No tengo motivo para pensar mal de Carlos, por lo que confío en su buena intención renunciando al privilegio que se disputaban. Aunque, ciertamente, en un reality hay que ir trabajándoselo lentamente y desde el primer día. Anoche Carlos sembró para recoger más tarde, quedando como el compañero generoso que prefiere ceder un privilegio por humanidad. Es indudable que lo hizo, y que le vaya a beneficiar con vistas al futuro no significa que no fuera sincero. Veo un lado positivo en tener a Antonio en la isla, y es lo útil que pueden resultar sus rajadas. Ya empezó anoche mismo. Antes de contar al resto de supervivientes el buen gesto y la ayuda que había tenido de Carlos para lograr llegar hasta allí no tuvo reparo en hacer una radiografía de ese compañero que no sé si sería del agrado del mismo.
“¿Han estado bien o ha habido peleíllas?”, preguntaba Olga. Y entonces comenzó Antonio a rajar: “Carlos es muy positivo, muy protagonista, muy valiente, la verdad. Hace muchas cosas, menos mal que la audiencia ha dejado que vuelva con ellos. Pero claro, cuando ya empieza a decir cosas a los chicos… es muy mandamás, muy intenso”. Probablemente llevé razón y Carlos sea de esos concursantes con espíritu de capataz, que se arroga con derecho a pedir explicaciones a los demás, pero llama la atención que sea casi lo primero que cuente a su nuevo grupo. “Pregunta quién se comido los cocos”, contaba Antonio, así como de soslayo. Obsérvese la habilidad para introducir en su definición del compañero el término “protagonista” arropado entre “positivo” y “valiente”. O sea, una de cal y dos de arena.
Antonio fue igual de “amable” con Agustín. “Agustín ahí está, manteniendo su personaje”, afirmaba. Este hombre no da puntada sin hilo. Un hilo del que cuando se empieza a tirar salen comentarios acerados dichos en ese tono aparentemente inocente que parece habitual en él. Tuvo que ser Jordi González quien pidiese a Antonio que contase a sus compañeros el buen gesto de Carlos, responsable en parte de que se convirtiese anoche en superviviente. Curioso que se apresurase a contar ciertas cosas de su compañero antes de relatar algo bastante más importante. Tampoco les dijo nada de primeras sobre el encontronazo tenido entre las mujeres encalladas. Alexia, Palito y Lara se enfrentaron a Sylvia, quien solo encontró consuelo en Valeria. Si se alían las dos encalladas menos centradas (por así decirlo) esto puede ser un no parar de diversión.
El fondo de la discusión entre mujeres a la que me estoy refiriendo es serio y, de ser cierto lo que dicen Alexia y Palito, no dice nada bueno de Sylvia. Pensé que sería la palabra de unas contra la de la otra hasta que Sylvia dijo: “Si es cierto que lo he dicho, que yo creo que no”. De acuerdo que sus condiciones de vida son extremas y el mareo en el barco es importante, pero no tanto como para dudar sobre lo que ella misma ha dicho o no. Alexia reprochó a Sylvia que hubiera dicho de Lara que tiene ventaja sobre el resto de las mujeres por su pasado. Da hasta sonrojo aclarar que Lara es una mujer, y a nadie le importa cómo fue al nacer. ¿Ventaja de qué? Pero claro, Sylvia lo niega, aunque parece ser que también Palito lo escuchó. Y a Lara no le hace falta mucho para ponerse farruca, aunque bastante poco le dijo a Sylvia.
Por no seguir ahondando en el desagradable fondo de la discusión, me centraré en lo surrealista de algunos comentarios que la adornaron. Por ejemplo, Lara soltándole a Sylvia, sin venir a cuento: “Se te están empezando a ver las raíces”. ¿Se refería a las del pelo o a otra cosa? No lo sé bien. Y no menos absurdo que Alexia recurriese enseguida a alegar que tiene una carrera y unos estudios que, por cierto, de nada le van a servir en esta aventura. También me pareció significativo el plano de Sylvia llorando mientras hablaba sola. La folclórica relataba a la audiencia lo sucedido mientras Alexia y Lara charlaban tranquilamente de ello.
Anoche tuvieron la segunda prueba de recompensa donde ambos grupos se disputaban hincarle el diente a una enorme lasaña. Los supervivientes ganaron a los encallados, pero todavía tendrían que resolver un dilema planteado por Lara Álvarez. La presentadora les ofreció cambiar la lasaña (para cuyo disfrute tendrían tan solo dos minutos) por una cerilla. Eligieron la lasaña. Cierto es que les costó tomar la decisión. Empezaron empatados a cuatro votos a favor de una opción u otra, pero al final se decantaron cinco por la comida. Fracasó el sentido común.
Lo de que igual la cerilla no lograba prender fuego demuestra tan escasa valentía como para que prefiera tomármelo como una excusa. El que no arriesga no gana, y lo mucho que les cambia la vida tener fuego bien merece correr ese riesgo. Para mayor infortunio, Lara explicó después que les hubieran dado 30 segundos para catar la lasaña si se hubieran quedado con la cerilla. Eso sí, esta vez el equipo perdedor no tuvo opción de rebañar la bandeja, como pasa otras veces y volverá a pasar en esta misma edición. Deberían aprender de los encallados que más vale tener fuego a comida. Los 6 huevos que se llevaron el jueves pasado se les han podrido. No puede caber mayor desgracia.
Moleskine del gato
Insólito ver a Valeria (nacida en Roma) gritando “¡¡¡pizzaaaaa!!!” cuando Lara Álvarez acababa de levantar la tapa que ocultaba la recompensa de la prueba. Repito que se trataba de una lasaña. Tiene Valeria un problema de observación tan importante como el de su compatriota Gianmarco al bajarse de la barca que les lleva de aquí para allá. No se baja, se tira. Confío en que progrese adecuadamente.
Me pareció impagable ver caras de rabia poco contenida en Rocío Flores y Gloria Camila (opinadoras de Conexión Honduras) cuando entró en plató Sofía Suescun. Y no, me temo que no era porque, a diferencia de ellas, Sofía lograse ganar este concurso. O también.
En plató anoche se desperdició un precioso tiempo comentando la posible enemistad futura entre Antonio y Olga, sospecha cuyas razones expuse aquí el jueves pasado. La discusión se basaba en que José Antonio Avilés había observado a Olga evitando aplaudir cuando llegó Canales a la orilla tras el saltó del helicóptero. ¿Mentía Avilés? No es difícil de adivinar. La siguiente imagen demuestra que sí aplaudió. Hay cosas que no cambian.