Nied quiere ir a Eurovisión, pero no afina una sola nota

telecinco.es 07/12/2015 09:10

Miro a un lado dentro de la casa más famosa de Guadalix de la Sierra y veo a tres muchachas que se llevan bien aunque cuando a una no le gusta algo de la otra no tiene inconveniente en decirlo. En estos meses han logrado tener una relación bastante parecida a la forjada durante años por muchas chicas en condiciones normales. Se quieren a pesar de conocerse, lo cual no quiere decir que estén libres de tener sus mosqueos, desconfianzas, incluso envidias. Pero al final, prima el cariño y un firme deseo de no dividir el grupo. Eso hace superar muchas de las dificultades. Posiblemente todas las dificultades.

Aunque lo que más llama la atención es que esas tres chicas transmiten alegría y positividad. No quiere eso decir que vivan en el país de la piruleta y los confetis de colores. Nied es, si acaso, quien más vive en otro mundo, pero más bien diría que lo suyo es una sobredosis permanente de positivismo. Las tres pisan el suelo y cometen errores. Desde su prisma crítico y realista se equivocan a veces, tantas como aciertan con precisión de cirujano. Me dan buen rollo. Más juntas que por separado.

Si miro para otro lado veo a otro concursante eligiendo cada día una víctima para machacarla desde su superioridad marciana (él mismo dice que se siente marciano, lo cual no deja de ser una forma de decir que es mejor). Alguien incapaz de admitir la discrepancia de los otros, a quien le duele escuchar la verdad y rabia cuando a su alrededor alguien da argumentos incuestionables. Parece incómodo con el acierto de los demás. El viernes la tomó con Han, una vez más. El sábado un poco de Sofía. El domingo a por Marta. Lo más llamativo es cuando aparenta defensas que llevan ocultas dardos envenenados. Con amigos así no me hacen falta enemigos.

Dice que es un “vinagres”, pero no es su supuesto carácter avinagrado lo que más destaca frente a la alegría que me transmite el otro lado de la casa. Que no es eso, que no. Este otro concursante consigue que empatice con Han, un tipo más listo que los ratones colorados, que lleva muy bien aprendida la lección y sabe hacer algo que se les da muy bien a los niños chicos. El chino sabe causar la compasión de su audiencia. Es como ese pequeñajo que se adelanta a la bronca materna por ir saltando charcos con un llanto desgarrado cuando en uno de ellos le salpica un poco a la cara. Nada mejor que dar pena para evitar la reprimenda y despertar ciertas simpatías entre el espectador.

Por curioso que parezca, en las discusiones con el otro concursante me pongo siempre del lado de Han, tenga o no razón. Y no es por otro motivo que por el machaque insoportablemente impertinente, absurdo muchas veces, lleno de crueldad casi siempre. Al final, da lo mismo el origen de ese machaque sin sentido. El fondo de la discusión se difumina por su dimensión. Es tan grande la desproporción, tan innecesario todo, que ya cansa tanto tósigo. No solo cansa, provoca desasosiego también. Y una insondable tristeza.

Y después vienen otra vez los mimos, besos, caricias… como promesa de que una perspectiva mejor es posible. Una forma de evitar que Han corte el cordón que le une al tipo del sombrero, ese otro concursante, quien tú sabes, el que no debe ser nombrado. Ese innombrable Lord Voldemort que era señor oscuro para Maite. Llamativo que respondiese de forma más furibunda al alegato en contra de Suso que a las palabras de la madre de Sofía nominando, pero a estas siguiera respondiendo tres días después mientras que lo de Suso se le pasó un par de horas más tarde.

Evito nombrarle por no llamar a los ‘aritzfagos’, esos que se tragan todo lo que hace su concursante preferido como si fuera el mejor de los manjares. En cuanto se les llama vienen y hacen bueno a su defendido. Hay ‘talifanes’ que en lugar de ayudar a un concursante consiguen que caiga más antipático por su culpa. Lo que sí debo reconocer a nuestro Voldemort particular es que genera mucho contenido, lo cual hace prácticamente imposible evitar hablar de lo suyo. Vaya esto en su haber, que el debe lo tiene ya bien repleto.

Como decía antes, lo que más gracia me hace es esas veces que aparenta estar defendiendo a alguien y en realidad no hace otra cosa que magnificar algo malo. En la monumental bronca a Han del viernes noche consigue dos efectos no sé si previstos, ni siquiera puedo afirmar que sean deseados, pero cuando menos no evitados. Cualquiera se hubiera dado cuenta de lo que podía estar perjudicando a Han algo así en este momento. Especialmente sabiendo que es ahora cuando se están decidiendo las eliminaciones decisivas que determinarán quién permanece hasta el último día y quién no. Tal vez sea más sutil la otra consecuencia, daño colateral de esa furibunda discusión, cuyo tono elevado no se justifica bajo ningún concepto. El comentario de Han sobre que Nied estuviera ahora un poco más gordita no hubiera tenido más trascendencia sin todo ese chorreo posterior del que no debe ser nombrado.

Es la gran bronca que genera lo que da más eco al comentario de Han y amplifica su efecto. Y no sé por qué me acuerdo yo ahora de esa frase mítica de Jesús Gil y Gil, que decía aquello de: “If I say black, no problem, but if I say black black black, is very bad...”. Sin ofender la lengua de Shakespeare, que ya fue el pobre suficientemente ofendido por Sofía el otro día, buena observación la del dueño de Imperioso. Si dices “has engordado” una vez no pasa nada, pero si se repite la idea una y otra vez la cosa queda magnificada. O sea, que cuatro o cinco kilos pueden parecer cincuenta.

Mucho más sutil fue aquello de Nied a Eurovisión. Aparentemente defendía el que no debe ser nombrado que Nied no se puede creer que canta bien. “Exagera los errores”, decía. Esa era la supuesta forma que la chica del circo hacía un poco el payaso y lograba hacerles (hacernos) reír. Con apariencia de defensa, estaba diciendo a un tiempo que no canta bien, que no tiene pudor de quedar en ridículo por hacer gracia, que lo suyo era un personaje (sic), y que era ilusa al pensar que alguien se la pueda tomar en serio.

No digo yo que le falte razón en algo, pero una cosa es pensarlo, otra decirlo y ya me parece una pasada soltar todo eso en su cara. La pobre Nied no sabía dónde meterse. “Ahora me siento yo mal porque… ¿quieres decir que no canto bien?”, decía con gran inocencia. He de confesar que dentro de mi asombro me dio pena Nied. Todo lo que le ha dotado el destino de equilibrio para el monociclo se lo ha negado para buen oído.

Nied canta mal porque no tiene oído, solo dos pedúnculos adiposos a cada lado de la cabeza que le sirven para ponerse los pendientes. Tanto es así que no solo canta mal sino que es incapaz de darse cuenta de ello. Y no podemos decir que no tenga buenos amigos para haberle podido advertir. Hasta sus propios padres, según propia confesión, le piden que no cante. Más no se puede hacer. Nied tiene la ilusión de ir a Eurovisión, y utiliza un argumento incuestionable, de esos que a mí me gustan. “Si fue el Chiquilicuatre puedo ir yo”, dice. Ya digo que razón tiene, aunque también he de decir que aquel actor no desafinaba tanto. Nied no es que desafine sino que no afina una sola nota. Pero es que ni una, oiga.

La actitud del que no debe ser nombrado denota una falta de empatía importante y cierta dificultad para conocer o entender a personas con las que lleva meses conviviendo. Creo que saldrá de allí siendo respetado, incluso querido (es evidente que Han lo adora, también la propia Nied), pero sin haber conocido de verdad a nadie. Aunque él no lo crea se queda en la espuma. Por no hablar de la inconsistencia de sus cariños. De Suso dijo el lunes pasado que había terminado queriéndolo mucho, pero al día siguiente tenía una nuez por cerebro (“celebro” dice el susodicho, o sea, el propio Suso) y era insultado gravemente.

Entre las reacciones a las aspiraciones de Nied en el mundo de la canción y su principal ilusión, que es ir a Eurovisión, me quedo con la de Marta. Con ese cariño que ha utilizado siempre con la mayoría de sus compañeros, Marta cogía a Nied por los hombros, la miraba a los ojos y preguntaba de manera tan seria como alegre: “¿Tú realmente crees que puedes ir a Eurovisión?”. Nied contestaba que sí lo cree, entonces Marta afirmaba: “Pues entonces yo también lo creo”. ¿No es para comérsela?

Solo una última muestra de las defensas envenenadas del que no debe ser nombrado. Anoche mismo aparentaba estar elogiando a Marta. Al parecer, había quedado impresionado por uno de los vídeos que vieron el jueves pasado en la sala de expulsión. Se trataba de un vídeo con Marta de protagonista, y era definido así por el del sombrero: “Te vi y dije: qué sobrada”. Marta torcía el gesto. Pero él respondía con parsimonia y sin la más mínima preocupación por haber podido molestar con una afirmación ambivalente, fácilmente interpretable como una crítica. Responde a eso que podríamos explicar con la siguiente frase: mete mierda que algo queda.

Moleskine del gato

Nied desmontaba el otro día una de las mentiras de Ricky, que ahora nos intenta convencer de que está esperando aquí fuera a Sofía. Supongo que es su única opción de rascar algo en ese mundo del petardeo televisivo. Ricky negó la afirmación de Maite sobre que había entrado con mucha información del exterior por haberse incorporado al juego mes y pico después que todos. Según el último expulsado de esta edición (Vera no fue estrictamente expulsado al ser el menos votado para ganar) no había visto nada del programa antes de entrar. Y este gato escamado no se lo creyó.

Pues bien, Nied nos daba algunas claves que demuestran la mentira de Ricky. Una la había contado Vera antes de salir de la casa. Un día Ricky se acercó a él y le contó que un primo suyo francés le estaba defendiendo en plató. Además, sabía perfectamente que a Vera le gustaba Nied y las calabazas dadas por esta. También sabía muy bien lo que habían tenido Sofía y Suso. No hace falta seguir. La noche que entró le preguntó a Han si era chino o coreano. Vaya manera más cutre de disimular. Se lo sabía todo.

Los últimos porcentajes ciegos dados anoche diferían muy poco de los primeros, y son estos: 36,3 %, 22,3 %, 11,4 %, 10,5 %, 10,2 % y 9,3 %. Dos destacados y otros cuatro muy igualados en zona de peligro de expulsión. Imagino que cualquiera de estos puede salir el jueves, con lo cual habremos de asumir la posibilidad de que no salga Carlos. Porque, amigos míos, he empezado diciendo que mirando a un lado veo la alegría de las “embrujadas” y al otro el vinagre con gotitas de veneno del que no debe ser nombrado. Pero es que a Carlos no lo veo. No sé si es a su favor o en contra que el del sombrero es con el único que no se mete.

Y dejo cartelera, con el cocinero Han en ‘Ratatouille’.

[Cartelera por Montse Juanilla]