La noche de las caras blancas

telecinco.es 24/11/2014 09:16

Paula, Alejandra, Yoli y Luis vivieron el sábado una noche de caras blancas. Después de saquear la despensa, llegando casi al hueso del jamón y llenando cuatro copas con vino de cocinar, se les ocurrió gastar una broma al resto de sus compañeros. Querían decorarles la cara con harina, para lo cual idearon ponerse también ellos las caras blancas para disimular y que a la mañana siguiente no se supiera quiénes habían sido los bromistas. Los cuatro terminaron cual fantasmas, pasándolo como pocas veces en esa casa en los más de dos meses que llevan de encierro. Las caras blancas bien podían simbolizar la vuelta a la inocencia, un auténtico canto al buen rollo y la camaradería que estaban teniendo esos cuatro durante toda la noche, mientras sus compañeros dormían desde antes de la medianoche.

Una noche de caras blancas es una noche alegre, una noche de divertimento ausente de maldad, una noche de montar un improvisado pícnic en el jardín, una noche de bromas y carreras por el pasillo pensando que habían sido descubiertos. Esa noche de caras blancas cuatro concursantes se debieron sentir como los reyes de esa casa, o tal vez como mendigos dando un golpe de mano y haciéndose los amos del chiringuito. Atrás quedaban los viejos problemas entre las primas y Paula, e incluso con Luis. Bajo el manto de harina que cubría sus rostros quedaban los perjuicios, las rivalidades y las envidias. No era noche para eso, esa era la noche de las caras blancas. O sea.

No me pareció que ninguno de los cuatro forzase nada. Ni las primas se acercaban a Paula y Luis con un objetivo en el juego, ni tampoco en el sentido contrario. Es cierto que según van siendo menos habitantes se estrechan más las relaciones y antiguos enemigos terminan con frecuencia confraternizando. Yoli y Alejandra han visto salir de la casa estas dos últimas semanas a Vitín y Omar, a quienes se habían acercado posiblemente para suplir las carencias de sus relaciones con el resto. Pero no creo que esa noche tuvieran nada de lo sucedido en cuenta. No vi a Yoli y Alejandra necesitadas de otra cosa que diversión, deseando hacer una travesura para recordar en el futuro.

Tampoco creo que Paula y Luis estuvieran pensando en evitar votos en una próxima nominación, ni nada parecido. Todos deben saber que tras la noche de las caras blancas todo seguirá igual que antes y volverán a darse los puntos de rigor porque este es un juego de exclusión competitiva, donde la clave radica en eliminar al contrario para poder permanecer hasta el final. Ahora bien, es cierto que el jueves nominarán con otro cuerpo, tal vez con una sonrisa cariñosa, y también con cierta pena por tener que colaborar en despedirse de quienes fueron cómplices en esa noche mágica, una de esas noches que son puro y auténtico Gran Hermano. Posiblemente la noche que mejor y primero recuerden una vez que todo esto haya acabado. Puedo asegurar que lo mismo nos pasará a los que el sábado estábamos disfrutando y divirtiéndonos gracias a ellos y sus inocentes fechorías.

Todo comenzó por el tentador jamón, que ha estado cortando Fran de forma casi exclusiva desde que se lo regaló el programa. El sábado fue Luis quien decidió empuñar el cuchillo jamonero, no sin preocupación por disimular la batida que le estaban dando. Alejandra tuvo la idea de darle la vuelta al jamón para que no se notase, cosa que terminaron haciendo. Imagino el rostro de sorpresa de Fran a la mañana siguiente al ver el jamón puesto del revés y con el lado hasta ahora hacia arriba casi mostrando el hueso. Debió quedarse de una pieza al verlo.

Todavía anoche pensaban que nadie había notado el viaje que le pegaron al jamón. Estoy completamente seguro de que no es así. Mientras Luis cortaba trozos de jamón que parecían entrecots de lo gordos que le salían, como bien señaló Paula, Yoli tenía la genial idea de ir a por el vino de cocinar para acompañar el saqueo. Paula abría un tomate y también sacaron el humus. Incluso metieron un trozo de pan sobrante en el horno para que estuviera más crujiente, pero con tanta actividad se les terminó chamuscando.

Entonces Azahara se levantaba de la cama y mientras ellos se preocupaban de disimular lo del jamón ella solo les hacía notar el olor a quemado. “Sí, se nos han quemado unas tostadas”, decía Paula. Todos volvían de inmediato a sus posiciones para terminar el saqueo y poder salir al jardín a dar buena cuenta de todo. Estaban como reyes, con su vino malo en buenas copas y el jamón mal cortado. Pero satisfechos con su inocente travesura. Alegres de compartir ese momento de felicidad, con una sonrisa relajada en sus rostros. Rostros relajados y alegres, blancos desde antes de aplicarse los polvos de harina como si fuera el más lujoso de los maquillajes. Siempre he pensado que la pintura blanca en la cara del payaso era para disimular la tristeza y reflejar mejor la alegría del niño que ríe con sus divinas payasadas.

Quizá el brindis de esa noche fuera el más sincero en mucho tiempo. Las cuatro copas se juntaban, eran todos a una por fin, y tenían un solo objetivo. El objetivo era pasárselo bien. ¿Acaso hay algo más noble y necesario? Pocos fines mejores hay en esta vida, dura y tantas veces azarosa. Ellos solo querían pasárselo bien. Por eso planeaban durante el pícnic del jardín la mejor forma de fastidiar a sus compañeros. Era como rematar la venganza, aunque nada peor que perderse la noche de los robos, imprescindible en cada edición. Nada hay más triste que dormir mientras cuatro caras blancas solamente reflejan sus propias alegrías, nadando en un mar de nada.

Al lado de propuestas delirantes, como meter humus o cacas de la cabra en las zapatillas de Fran, al final triunfó lo de la harina. Ya puestos a saquear la despensa daba igual un poco más de dispendio. El bote de la harina se convirtió desde ese momento en el único aliado de estos cuatro. Con más risa que sigilo visitaron los dos dormitorios con el fin de bendecir a todos con polvos mágicos de harina. Magia austera que solo es posible en esa casa. Harina por aquí y harina por allá. Ahora en el pelo y luego en la almohada, para que terminaran pringándose al dar la vuelta.

Fueron descubiertos todas las veces. Les fueron descubriendo a cada intento, por mucho que pretendieran agacharse para no ser vistos. Como si ese gesto fuera acompañado de un prodigio mágico que les hiciera adoptar la condición de invisibles. Jonathan llegó a despertar un par de veces, sacudiendo su almohada sin ninguna gana. Quienes peor se lo tomaron fueron Hugo y Azahara, que despotricaban poco después, mientras planeaban una venganza para el siguiente día. La opción de ponerle sal a la crema de cacao fue seriamente considerada.

Nada les podría aguar la fiesta, mucho menos al día siguiente. En el brindis lo habían dejado bien claro. Alejandra recordó los malos momentos que tuvieron, de alguna manera conjurados en ese brindis. Paula se acordó de los que pasan el día durmiendo, agradeciendo a los despiertos por estarlo. Luis y Yoli también participaban de ese brindis encantado como un sortilegio del bien. El fuego y el vino purifican. Fuego casi hicieron con el humeante pan carbonizado que salió del horno, y el vino barato de Tetrabrik también vale para los mejores momentos. Muchos levantamos también nuestra copa en ese momento, y este gato sensiblón reconoce hasta haberse emocionado compartiendo encantado el brindis de esa noche mágica.

Entre las mejores cosas de la broma de después estuvieron las carreras que se pegaron por el pasillo cuando pensaron que alguien se levantaba y les iba a descubrir con el frasco de la harina en la mano. También que pusieran tanto celo en el disimulo que cuando el ‘súper’, siempre cómplice, levantaba a todos (menos Fran, que se las busca para no hacer una maldita prueba) para bailar Zumba GH Edition en el salón, los que más blanca llevaban la cara eran los cuatro artífices de la broma. También ellos eran los más despiertos. Todo encajaba, aunque nadie parecía querer pensar en ello. Bailaron mecánicamente, casi como robots, y de nuevo a la cama.

Solo quedaron Azahara y Hugo, que se hicieron algo para beber. Azahara dejaba solo a Hugo en el salón, sentado en un sofá como una estatua inmóvil, con las gafas de sol puestas y los brazos cruzados. Solo el leve movimiento de sus pies revelaba que estaba vivo. Y despierto (mínimamente, al menos). No era una estatua, pero por muy poquito. Por eso se me revuelve el ánimo cuando escucho opinar que Hugo o Juanma deben llegar a la final. Todas las opiniones son respetables y lícitas, no podía ser de otro modo, pero siempre pienso de quien opina eso que solo puede ser por dos razones: o no ve casi nunca el directo de la casa, o es un enemigo declarado de quienes lo estamos viendo casi todo el día.

Enemigo del programa debe ser quien desea una final con Hugos y Juanmas, auténticos muebles que de haber sido por ellos nos habrían matado de aburrimiento. La casa habría cerrado sus puertas de forma precipitada y el programa tendría que haber sido cancelado si solo hubiera concursantes como esos dos. No se los deseo ni al canal más enemigo. A veces pienso que tenemos la audiencia que se merece Alfredo Urdaci. Bueno, quizá esté exagerando un poco. Voy a ver si reconduzco esto.

Disfruté como un niño esta noche y madrugada de caras blancas en la casa más famosa de Guadalix de la Sierra. Reconozco que hasta me pareció gracioso escuchar las patéticas excusas que planeaba dar Luis, expresión clara y abierta de su necesidad de no sentirse culpable por haber querido pasárselo bien. En otra circunstancia me habría horrorizado tanta necesidad de ser correcto y parecerlo, pero el sábado hasta Luis estaba gracioso en esa tesitura. La noche rozaba la perfección, y ninguno parecíamos dispuestos a estropearlo. Siempre hemos mostrado nuestros máximos respetos a las grandes noches de Gran Hermano. Esta que hoy cuento fue una de ellas.

Paula llora en el ‘confe’ porque echa de menos a su gente tras más de dos meses de encierro y parece como si fuera la única en hacerlo. Estos días hemos visto a Fran llorar recordando a su mujer, a Alejandra haciendo lo propio por Vitín, o a un Hugo que nunca había estado fuera de su casa tanto tiempo. No me parece nada extraño que eche de menos escuchar la voz de su hermano, sus amigas y otras personas que llenan cotidianamente su vida. Incluso entendí bien lo que decía sobre esa extraña sensación de desagrado al haberse dado cuenta de que necesita a alguien que le dé cariño. Ha necesitado entrar en Gran Hermano para darse cuenta de ello. Y no me extraña nada.

Cuando Paula viene a decir algo así como que fuera de esa casa se va a sentir sola, no está pensando en esas mismas personas por las que antes había derramado algunas lágrimas y que tanto echa de menos. Me puedo equivocar, pero yo entendí que estaba pensando en el momento de salir de allí y volver a su vida normal. Y me pareció que estaba siendo consciente por primera vez en todos estos días de que la persona que allí dentro le está aportando ese cariño que ella tanto necesita no estará entonces a su lado. Supongo que entonces sintió la tristeza de que así fuera, incluso el deseo de poder cambiarlo. Esa persona es Luis, y Paula sabe que no va a estar con ella fuera porque él mismo se lo ha contado.

Luis le ha hablado a Paula en un montón de ocasiones de que su plan no pasa por estar junto a nadie, que cuando salga quiere encerrarse en un ático que pretende encontrar en Madrid (puede ir preparando la chequera) y dedicarse a crear, a explotar este momento tan bueno para él, cumpliendo sus deseos de hacer muchas cosas, desde diseñar joyas hasta construir un propio futuro en su vida. No sé por qué, pero siempre he pensado que para Luis lo de los toros es algo secundario, casi como una válvula de escape por si le falla todo lo demás.

Luis es un tipo de recursos. Lo demostraba una vez más anoche contando de nuevo su aventura londinense, el trabajo en un restaurante logrado con mucho desparpajo y sin saber apenas inglés. Además del resto de sus fatalidades, su teléfono móvil u otros enseres robados y todo lo demás. Ahora Luis lo que necesita es soledad, además de libertad para empezar el resto de su vida. Nada que ver con las necesidades de Paula.

Puedo equivocarme, pero creo que la perspectiva de no tener el apoyo de Luis cuando esto termine pudo ser aquello que más amargura le aportó a Paula en ese confesionario lleno de emociones y lágrimas. También en los momentos de bajoncillo que ha mostrado estos días en más de una ocasión, sumida en cierta melancolía del futuro, la peor de las melancolías posibles.

Moleskine del gato

Los porcentajes ciegos que conocimos en el debate de anoche fueron los siguientes: 54,3 %, 40,8 % y 4,9 %. Tampoco esta vez conocimos el nombre que se esconde tras el porcentaje más pequeño. La gran duda de esta semana es si los ‘primistas’ están votando por Paula o por Fran. Parece que públicamente dicen que es este último el elegido, pero puede ser una tapadera para que las ‘paulistas’ se confíen y no voten por Yoli. Es todo muy de ‘Anacleto, agente secreto’, tal vez trufado de ‘Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio’.

Lo más gracioso del debate fue cuando, hacia el final, Jordi González preguntaba por los finalistas preferidos. Tras responder algunos de los colaboradores le tocaba el turno a Omar y, antes de esperar a escucharle decir una palabra, Lucía le soplaba desde la grada lo que debía responder. “Las primas y Johny”, decía ella. Pero Omar en este caso no le hizo caso y contestó: “Johny, Alejandra y Hugo”. Tras pasarse toda la noche mirando a la grada buscando la aprobación de Lucía, al final se revelaba y demostraba tener opinión propia, como debe ser. Pero fue gracioso el intento de Lucía de teledirigir la opinión de Omar.

Por cierto, Omar tampoco quiere ver a Yoli en la final. Se excusó diciendo que no debían llegar las dos primas, pero su elección es su elección. Tomemos nota.