Olga Moreno evita las polémicas, entre amnésica y esquiva
Con la autoridad que le confiere haber ganado esta edición de Supervivientes, Olga Moreno impuso su voluntad en el debate final evitando entrar en polémicas. Podría llenar estas líneas con el estudio de su rostro, a veces de extrañeza y con frecuencia sonriente. Fue inteligente la actitud de Olga, entre otras cosas porque es imposible demostrar que mienta cuando afirma no acordarse de lo que dijo. Podemos calificar su actitud de amnésica y esquiva, pero logró terminar el debate sin apenas discutir, manteniendo una cierta aura de divinidad. Contribuyó a ello que estuviera todo el rato sentada en un taburete en medio del plató, aguantando erguida como una esforzada modelo.
A pesar de lo divino de su actitud, vi a Olga siempre incómoda, con un trasfondo de desconfianza en su mirada. Puedo equivocarme, pero creo que está un poco asustada ante lo que se le viene. El debate se grabó el sábado, lo cual quedó al descubierto por un error de Gianmarco. No sé si desde entonces habrá logrado Olga estar más tranquila o todo lo contrario. No debería preocuparle haber ganado. Como siempre pasa, unos están encantados y otros lo estamos menos (a veces es al contrario). No por eso va a tener que pedir perdón. Tampoco es cierto que esté siendo más duramente criticada que otros ganadores.
Por lo que a mí respecta, dije que el concurso de Rosa Benito fue “una especie de docudrama más cercano a una ficción que a un reality, y en todo caso muy alejado de un concurso de supervivencia”. Y seguía así luego: “Que gane Rosa es como dar el premio de una competición ciclista al que llega después del coche escoba porque es muy simpático, o cualquier otro argumento ajeno a ese deporte”. Estábamos en el renacer del formato, hace justo una década. Pero, para no ir tan lejos, el año pasado dije que Jorge Peréz “pasará a la pequeña historia de este reality por su récord de votos en lugar de por la máxima frialdad con la que recibió la noticia de su triunfo, a juego con lo insípido que ha resultado su concurso”. Y lo remataba así: “Jorge ha sido un concursante correcto, incapaz de destacar en nada y cuya definición como tal sería en mi opinión una mezcla entre soso, insulso, anodino e insustancial”.
Bien visto, casi que he sido más amable con Olga este año. El victimismo acompaña a esta concursante incluso sin que tenga ella la culpa. Sus defensores no llevan bien las críticas y Marta López en plató lleva al paroxismo su enloquecida defensa diciendo anoche que el resto de los concursantes habían marginado desde el principio a Olga por razones ajenas al concurso, cosa que la propia ganadora tuvo que apresurarse a desmentir. Como siempre pasa, los hay más papistas que el Papa. Siempre he respetado al ganador y reconocido sus merecimientos por el mero hecho de serlo, aunque sin tener por qué escatimar en críticas.
El debate final sirvió también para hacer públicos los porcentajes de todas las votaciones habidas en las dos finales, lo cual se me antoja que es un premio para los seguidores acérrimos, a quienes les suelen gustar estas cosas. Los porcentajes eran un auténtico mazazo para el resto de finalistas. Contra Tom ganó Olga por un 75,23 % frente a 24,77 %. Casi la misma abultada diferencia obtuvo frente a Lola, con 75,8 % frente a 24,2 %. Bajó algo en el duelo con Melyssa, resuelto por el 67,48 % frente al 32,52%. Y, finalmente, se recortó ligeramente en la última votación para ganar a Gianmarco por 61,17 % frente a 38,83 %.
A pesar de que la votación final cuadriplicó el número de votos de la anterior final, Olga ganó por un porcentaje parecido al de anteriores finalistas, aunque no está entre los más destacados. Lejos queda el 69 % de Nilo Manrique en 2007, el 68 % de Rosa Benito en 2011, el 67,6 % de Miriam Sánchez en 2008 o el 66 % de Maite Zúñiga en 2009. Y, por supuesto, se aleja muchísimo del 81,6 % de Jorge Pérez el pasado año. Sí supera el porcentaje de Olga al más modesto 60,9 % de Luis Losa en 2017. También superó los porcentajes de Sofía Suescun u Omar Montes, entre otros.
De forma repetitiva protestaron los otros finalistas de los fallos habidos en la recepción de algunos votos en la final del viernes. No creo que denotase mal perder, como dicen algunos. Más bien creo que estaban todavía extrañados de que no se hubiera reconocido su valía, lo cual es un error. Para muchos han sido todos merecedores de llevarse el premio. No insistiré en por qué creo que ha sido para Olga, pero han jugado factores directamente relacionados con el concurso y la supervivencia tanto como otros externos que nada han tenido que ver. Tampoco es ella culpable de que en los votos se librase una batalla en la que Lola o Tom no eran parte, por ejemplo. Las circunstancias han sido así y toca asumirlo.
Puedo entender la “amnesia” de Olga porque es fácil no recordar algunas de las cosas que se dicen durante más de tres meses, más si se trata de una conversación del principio. La ganadora aseveró en varias ocasiones que nunca había dicho nada malo de Melyssa, lo cual se pudo contrastar con un vídeo rescatado por el programa al hilo de algo dicho por Alexia, cuya presencia en los debates reclamo de cara al futuro. Olga pudo comprobar que había faltado a la verdad, lo cual no es exactamente lo mismo que mentir. Igual que pasó con la frase de “la prefiero como amiga que como enemiga”, aseguró no recordarlo, lo cual es creíble. Eso sí, pierde verosimilitud que no recuerde en absoluto ciertas cosas, pero le discuta a Tom por qué juró por su madre en una ocasión, también en las primeras semanas. La suya es una “amnesia” selectiva. Aunque, en definitiva, la memoria es así.
Melyssa volvió a demostrar su buen talante. Estuvo cariñosa y comprensiva con Olga, lo cual no fue óbice para que dejase de afearla su incapacidad para reconocer que había hablado mal de ella. Esto hizo que Melyssa dudase de la palabra de Tom, que anoche reclamaba una disculpa. Lo curioso es que Tom recibiese la disculpa de Melyssa, pero no la de Olga, que era a quien se lo estaba reclamando. Se ve bien cómo son las personas según su renuencia ante algo tan sencillo y reparador como pedir perdón. Tampoco consideró Olga que por su “amnesia” no lograse recordar que se comió parte de una brocheta de carne. La contundencia con la que negó la acusación de Carlos queda en entredicho por lo ya explicado.
Estos episodios de falta de memoria a los que me estoy refiriendo fueron de las pocas veces que Olga se vio obligada a responder entrando al trapo en su propia defensa. El resto de polémicas la pasaron rozando. Podríamos decir que resbalaron con su media sonrisa para quedarse en el limbo de las cosas sin resolver. Está claro que la ganadora no estaba ahí para rendir cuentas sino más bien para ser agasajada, aunque casi ninguno de sus compañeros estuvo dispuesto a ello. Alexia ponía cordura mientras Marta seguía en su bucle del disparate. Palito se encasquetaba el “casco verde” de la ONU para poner paz y darles las gracias a todos. Y Valeria también iba por libre, como de costumbre, pidiendo la palabra para defender al perdedor Gianmarco. Al final tuvo que ser Antonio Canales quien defendiera a la ganadora.
Lo de Canales fue uno de sus arrebatos, tan poco creíbles como cuando afirmaba no conocer a Fidel (Albiac, no Castro) para luego decir que como si fuera de su familia. O cuando aseguró que el marido de Olga tiene el corazón de un niño para luego reconocer que lo ha visto solo una vez en un photocall y de lejos. Anoche se vio atrapado en su propia contradicción y reaccionó con virulencia, pero el programa no lo había ridiculizado, tan solo mostró las imágenes en las que el propio Canales hacía el más espantoso de los ridículos. Lo siento por él, aunque reconozco que fue uno de los momentos más hilarantes de la noche.
Fue un debate con muchas imágenes para el recuerdo. Fantásticos montajes que resumen toda una edición, lo cual es extraordinariamente difícil y me pareció primorosamente hecho. La del debate fue la parte más floja, aunque en conjunto me pareció uno de los mejores broches que recuerdo entre las últimas ediciones. Merecíamos algo así, a lo que contribuyó siempre remando a favor el anfitrión Jordi González, quien me contentó al asegurar que le volveremos a ver en septiembre. Ahí volveremos a coincidir, si todo sale bien.
Moleskine del gato
¿Fueron Lola y Melyssa juntas a elegir el vestido para el debate final? ¿Vestía de amarillo Olga para imitar a alguien? ¿Podré quitar de mi cabeza la voz de pito de Marta López? ¿Puede ser que Agustín Bravo hablase anoche menos que Omar (el ausente)? ¿Es posible que Tom haya entendido por fin que no habrá más futuro entre Sandra y él? ¿Que Melyssa se emocione al ver el resumen en imágenes de su relación con Tom en los cayos Cochinos es lo que parece? ¿Puede Lara Sajen seguir perdiendo puntos con semejante velocidad? ¿Soy yo o es verdad que Olga sonreía cuando Jordi preguntó si alguien había hecho trampa en alguna prueba (alguna, dice)? ¿Por qué a Gianmarco se le congela la sonrisa cuando no gana?
Para bien o para mal, las preguntas anteriores y algunas otras quedarán sin respuesta.
Ha sido un placer inmenso volver a hacer mi propia lectura de este concurso. Ya estoy deseando que empiece la próxima aventura. Gracias a todos y por todo.