Paula, a Luis: "¿A quién queremos engañar?"

telecinco.es 18/11/2014 08:34

“¿A quién pretendemos engañar?”, le decía Paula a Luis ayer. Pues un poco se engañan ellos mismos, porque Luis sigue sin reaccionar en los momentos que Paula hace más por quitar el espeso manto que cubre la realidad de sus sentimientos. Claro está, luego le pone gasas que vuelven a difuminar la realidad. Y así todo el rato. Decía Paula: “La relación que tenemos tú y yo no es de gustarnos, porque ni a mí me gustas tú ni yo te gusto a ti. Pero sí que hay un sentimiento. Eso es verdad. Y de ahí es donde me nace cogerte, abrazarte, darte besos, dormir contigo, acariciarte... esas cosas. Porque es mi sentimiento. Por eso, que digamos que solo somos amigos, o hermanos, o lo que sea, es… ¿a quién pretendemos engañar?”. “No, hay sentimientos”, respondía Luis.

Pero al momento, Paula volvía a ensombrecer la realidad: “Es un sentimiento porque yo estoy muy a gusto contigo. Pero ese sentimiento se acaba ahí. O sea, ni yo ni tú tenemos… ¿sabes?”. ¡Toma velo! Es como esos cuadros del Renacimiento llenos de veladuras, que si se rasca un poco o se analizan con infrarrojos se descubre que tienen otra escena debajo, o bien que la mirada de los protagonistas estaba originalmente dirigida hacia otro lado. Los famosos “pentimentos”, auténticos arrepentimientos del artista, que las técnicas actuales son capaces de revelar.

Por todo esto, yo le haría a Paula su misma pregunta: “¿A quién pretendéis engañar?”. Mi teoría, absolutamente indemostrable, es que cuando Paula deja su frase inacabada en realidad es porque no quiere terminar de decir aquello que no siente. Algo que comienza a formular esperando la reacción de su interlocutor. Si esto fuera así, Paula dice “ni tú ni yo tenemos…” con la ignota esperanza de que Luis le diga: “Sí, yo sí que tengo”. Paula le pone a Luis el palito, como se hace con un pájaro, esperando que se suba y entonces sea mucho más fácil todo. Pero no se sube nunca. Luis se agarra como a un clavo ardiendo a esas palabras colgadas en el aire, frases sin terminar de concluir, como tornillos mal fijados en la montaña, capaces de hacer caer a un escalador poco experimentado.

Y mientras tanto, algunos espectadores pegados a la ventanita deseando que pase algo. Que el tornillo no se caiga y el montañista concluya su escalada, o que salte el tornillo y termine de despeñarse ladera abajo. El problema es que llevamos semanas sin ir arriba ni abajo, viendo un “pentimento” tras otro, deseando que dejen de una vez el autoengaño. Llámeme inocente el lector, pero yo todavía no lo descarto. Tal vez porque hacerlo sería demasiado triste. Es como cuando vemos ‘Casablanca’ y cada vez deseamos que Ilsa Lund no coja aquel avión y se quede con Rick Blaine. A ellos por lo menos siempre les quedará París. Y una vez tras otra esperamos ese momento con la absurda esperanza de que alguna magia cambie el argumento, se anule el vuelo, o un repentino “pentimento” de la protagonista aleje de una vez esa amargura.

Dice Omar que Paula es “tripolar”. Él siempre tan amable. Luis se agarra también a eso y lo transforma en “cuatripolar”. Pues no, señores míos. Paula es trifásica, lo cual asombra solo las primeras veces o si se carece de capacidad de observación o de empatía. Es trifásica y en corriente alterna. Ella es capaz de alternar con pasmosa rapidez la risa y el llanto, incluso de forma simultánea. Esos vaivenes y las incoherencias son parte de su encanto. Sí, también sus gritos, los cambios de humor, los enfados, las alegrías, esa locura que viene de serie y nos hace ver en su persona una niña al tiempo que una mujer adulta, tal vez mucho más madura de lo que corresponde con su edad.

Esa Paula trifásica es la que me gusta, por mucho que a algunos pueda extrañar. Desde hace semanas hay gente que me pregunta por qué defiendo a Paula, cosa que apenas he hecho. Otros se muestran extrañados porque el mismo gato que defendió a Pepe Flores esté ahora apoyando a Paula, sin ser capaces de decir en qué lo hice. En realidad, olvidan que ese mismo gato también estuvo con Javier Robles, un pésimo concursante con muchas cosas que jamás me gustaron un pelo. ¿Qué hay de extraño en que me guste Paula? Si es que me gustase. En realidad, me enamora por ser una concursante con mucha vida. Muchísima más que varios de sus compañeros juntos. Alguno de ellos, lejos de ser trifásicos me parecen de encefalograma plano.

Anoche Paula miraba embelesada la lavadora. La semana pasada lo hacían Alejandra y Vitín. ¿Qué tendrá la lavadora para llamar tanto la atención? En este caso, no solamente la miraba con atención, como si pusieran su programa preferido de televisión, sino que intentaba interactuar con ella. ¿Qué digo intentar? Estaba interactuando. Hasta incluso en algún momento llegaba a darle órdenes: “Centrifuga”, le decía. Y eso, que será para muchos una somera estupidez, a mí me hizo emocionar, igual que ahora, unas pocas horas después recordándolo. Me hago cargo de que no todos sentimos lo mismo y al mismo tiempo. Pero yo a esa chica que le dice “¡centrifuga!” a la lavadora la quiero dentro de esa casa. Una casa ante la que tantas veces hubiera gritado, de haber tenido unas ideas tan locas como Paula, mi propio: “¡Centrifuga!”. Como queriendo decir: muestra un poco más de vida, por el amor de Dios. ¡Muévete de una vez! ¡Haz algo! Mientras tanto, el resto de la casa dormía. O dormitaba. O al menos mostraban un molesto zumbido acompañado de una línea plana, como esa que hemos visto siempre en los peores momentos de las películas o series de médicos.

Hay varios tipos de exconcursantes y a algunos de ellos hemos llamado reventados, utilizando el término que nos descubrió Iván Madrazo, y ahí ha quedado para los restos. Vitín me pareció el domingo uno de ellos, aunque me cueste decirlo porque siento una inconfesable simpatía hacia él. Decía Vitín que para hablar de las personas hay que conocerlas personalmente antes. Eso lo decía un exconcursante de Gran Hermano apenas tres días después de salir de la casa de Guadalix de la Sierra. Alguien que era un clásico en los castings porque siempre ha querido ser concursante de este programa.

Vitín no ha sido capaz de asumir, ni siquiera tras vivir la experiencia soñada, que este juego se fundamenta precisamente en lo contrario. Se trata de un puñado de personas desconocidas por todos (condición inexcusable, como bien hemos podido demostrar cuando entró alguno que no lo era del todo), expuestos al juicio popular desde el minuto uno. La audiencia decide quién sigue o quién se va, y lo hace sin conocer personalmente a ninguno de esos concursantes. Parece una obviedad (palabra de ocho letras), pero a veces parece necesario remarcar lo obvio. Si fuera necesario conocerlos para juzgarlos este invento sería imposible.

Aparte de la imposibilidad material de que la audiencia opine de ellos tras haber tenido el gusto de conocerlos en persona, Vitín seguramente participa de la idea que tantos otros exconcursantes nos han trasladado, relativa a que ellos conocen la realidad que les rodea mejor que nadie. En muchas ocasiones hemos escuchado que desde fuera no se tiene una percepción de la realidad sobre lo que pasa ahí dentro tan fiel como quien acaba de salir de la casa. Pues bien, esto es como poco cuestionable. Sin ir más lejos, ayer veía en el resumen diario a Alejandra diciendo que a Luis le gusta Paula, pero no al contrario. Luis interesado en tener algo más con Paula, pero frustrado porque Paula no lo desea. Esa sería más o menos la visión de Alejandra sobre lo de la chica de la lavadora y el torerito inquieto.

Igual hordas de espectadores coinciden ahora con esta visión de Alejandra, los mismos que probablemente van a expulsar a Paula el jueves dejando a Omar ahí dentro por defender a las primas, que son un primor. Sí, estos que tal vez estén ahora contentos porque en el debate del domingo solamente compareció el familiar de un concursante, más concretamente familiar de uno de los cuatro nominados, madre de Yolanda para dar más datos. Ahora no hablarán de timo, y tal vez el precio a pagar por ello es tener a Paula en la calle, como querían. Pues muy bien, pero conste que la visión desde dentro a veces es pésima. No solo la de Alejandra, sino la de todos. Yo, al menos, lo veo si acaso al contrario.

Otro de los tipos de exconcursantes son aquellos que dentro de la casa están porque hay que estar, viéndolas venir, sin dar muestras de querer jugar, despojados de gracia y picardía. Pero una vez fuera, se convierten en finos analistas de la cosa, y hacen todo lo posible por volver, anhelando una repesca. Combativos y perspicaces, hablan de sus antiguos compañeros, les califican de estrategas cuando estando dentro no parecían ni saber lo que era una estrategia. Los mismos que siendo concursantes parece que no han visto nunca una estrategia en el juego ni de lejos, una vez han salido detectan las estrategias de los demás con maestría y dotes de auténticos expertos.

Ya que he puesto antes el ejemplo de Vitín diré ahora el nombre de Mayka, una de estas concursantes anodinas dentro, cuyo único momento de gloria se lo facilitó Xamy, pero que una vez fuera dice que si volviera a entrar todo sería bien distinto. No seré yo quien lo ponga en duda, aunque casos hemos visto de concursantes repescados tan inconsistentes o más que la vez primera. Ahora bien, digo yo que más les vale pensárselo bien e intentar que la primera vez sea la definitiva. Más que nada porque nadie garantiza que en este juego vaya a haber una segunda oportunidad. Conste en acta que este gato ansioso de Gran Hermano quisiera que tuviéramos repesca. Y lo quiero ya, como quien dice.

Ya que hablo de exconcursantes, lo de los mensajes borrados a Xamy y Alfredo tiene todas las trazas de ser muestra de que pertenecen también a ese grupo de reventados cada vez más numeroso. No sé lo que le puso Xamy a Azahara, aunque ayer hablaban de si había utilizado o no la palabra “cuestionar”. Lo de Alfredo a Paula parece que era una especie de rectificación del perdón que le transmitió desde plató, sobre el “perrogate”. Al parecer quiso ponerle que reiteraba el perdón por su error, pero eso no impedía que siguiera teniendo un mal concepto sobre ella, o algo similar.

La entrada de exconcursantes el domingo para poner mensajes a sus compañeros en los cuadros de la prueba tenía ese riesgo. El equipo del programa revisó los escritos antes y hubo de borrar dos, como acabo de contar. Previamente les habían advertido de que solo podían escribir mensajes positivos, porque ese era el fin de la visita. ¿Qué hicieron esos dos exconcursantes por tanto? Pues sí, lanzaron puyitas porque para qué iban a hacer caso de lo indicado. Además, porque a ninguno de ellos hubiera dolido, ni se hubiera molestado, en caso contrario. Lo de no hacer al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti se olvida con tantísima frecuencia…

Termino por hoy con un apunte sobre Yoli y Jonathan, precisamente en uno de esos días que hubiera sido bien fácil no hablar de ellos. Lo que pasó ayer es que no pasó nada, lo cual es pocas veces noticia. Ni un abrazo ni una muestra de cariño. Desde el domingo he visto a Yoli dar más abrazos a Juanma que a su primo, algo completamente insólito. Los ritmos de Yoli parecen justo opuestos a los de Jonathan, quien duerme con ella y la abraza más cuando está nominado. Esta semana Yoli lo está, pero está pasando bastante del primo pequeño de poca barba. Aunque tal vez cabe no olvidar que el mismo jueves que nominaban a las primas y se sentaba Yoli en ese peligroso banco, entraba en la casa para pasar tres noches una intrusa llamada Lidia. O Claudia, o como se llame, que diría Hugo.

Lidia ha sido en este caso el contrapunto a la bruja Loli. Mientras la “mami” promovía carpetas por doquier e intentó lanzar a uno en los brazos del otro (y viceversa), la hija de la presentadora quiso detener el monumental ridículo que estaba haciendo Yoli, dejando jirones de su dignidad cada noche en la cama de Jonathan. No sé si hemos visto todo lo que le dijo al respecto, por lo visto bastante efectivo. A pesar de lo cual, no las tengo todas conmigo sobre que Yoli pueda resistir la tentación de volver a ponerle la pierna encima al primo.

Moleskine del gato

Lo de la prueba semanal y el tradicional juego de las películas me hace parafrasear a Fran diciendo eso de: “Papeles, señores”. Como poco es para sacarles tarjeta amarilla a casi todos, unos por no adivinar ni una película y otros por hacer tan mal la mímica, como si no hubieran jugado nunca a eso. Hugo decía ayer que de todas las películas que han hecho hasta ahora no ha visto ninguna. Y, lo que es peor, la gran mayoría ni les suenan. Han llegado a la conclusión de que Fran y los primos son de los mejores resolviendo, pero interpretando no hay compasión porque bueno no es ni el Tato.

Por cierto, Omar ayer dedicaba un buen rato a criticar a Alejandra con Jonathan porque no la consideran buena organizando la comida, algo que había estado haciendo hasta ahora Vitín. Imagino que a Omar ya no le parece importante su artificial alianza con las primas porque una de dos, o está en su casa el jueves por la noche o se habrá quitado un rival importante (tanto si es Paula como si es Luis), por lo que es posible que ni siquiera saliera nominado. Si así fuera le estaría haciendo un favor a Alejandra, aunque igual convendría que esta se enterase. ¿Qué tal si entra alguien del debate con otras preferencias y simpatías para seguir metiendo información del exterior?