Pintando de color la esencia

telecinco.es 02/09/2016 08:30

Esta vez no estoy escuchando 'Queen of the night', de Nyman. La reina era Mercedes y ahora toca echarla de menos. Escucho '4 mains', de Mertens. A saber por qué razón. Este es un momento para disfrutarlo, aunque siempre tengo la sensación de haber olvidado cómo se hace. Voy a ello.

El estreno de la edición número 17 de Gran Hermano es inminente. Pocos me creerán si digo que no tengo ni idea de lo que nos espera. También debo reconocer que si esto no fuera así tendría que decirlo igualmente. Lo dejo a elección del amable lector. Esta es la edición más incógnita y misteriosa desde hace mucho. Hasta hace un puñado de días ni siquiera teníamos una pista, ni un simple lema con el que hacer mil conjeturas. Y, bien mirado, seguimos sin tenerlo. ¿Colores? ¿En serio? ¿Eso es todo? Pues mira, casi mejor.

El año pasado nos prometieron la edición de los secretos, pero la realidad fue bien distinta. La edición de los secretos fue aquella en la que se vio transitar más información desde el exterior al interior de esa casa de nuestros desvelos. La condición de aislamiento y la ausencia de información fueron sacrificadas buscando el espectáculo, aunque pudimos comprobar que ese arma de doble filo puede terminar cercenando aquello que persigue.

El colmo fue que Sofía, la ganadora, posiblemente fue la concursante que guardó menos secretos, aparte del obligado por el programa durante las primeras semanas. La más transparente terminó siendo elegida como símbolo de la edición de los secretos. Ironías del destino.

De las ediciones que han tenido un lema hemos aprendido que se trataba tan solo de una herramienta de promoción. En el mejor de los casos una trama que explotar durante las primeras tres o cuatro semanas de concurso. Luego el lema se diluía y lo veíamos perder en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. A duras penas otras ideas surgían que eran adaptadas para seguir esa trama inicial.

La temporada que con más acierto fue recuperado un lema inicial fue en Gran Hermano 12+1, gloriosa edición, donde se nos habló de "Dale la vuelta". Fue precisamente las últimas semanas cuando cobró mayor sentido ese lema, con un delirante final repleto de falsas expulsiones y una igualmente falsa final que puso todo patas arriba. Tal vez fue una idea incomprendida en su momento, que viene ahora con especial regocijo a la memoria de este gato poco dado a la nostalgia.

Por todo lo anterior digo que mejor no tener un lema asociado a Gran Hermano 17. Porque lo de los colores debe ser cosa dirigida a diseñadores de interiores. O algo. No me doy por aludido, amigos. Seamos sinceros, esta va a ser la edición que más tarde comenzó a emitir una promo. Ya hemos visto la segunda, con una puerta que se abre sin llegar a adivinar quién entra (o sale). Dale un poco más de intriga, debió decir algún responsable de la cosa. Porque no debía parecerle suficiente la que había.

Cuando faltan poco más de dos meses para el estreno de una nueva edición suele ser el momento en que vemos su primera promoción, sin contar con aquellas que tienen como objetivo animar a acudir a los castings. Esta vez, con esa antelación conocimos la noticia de que Mercedes Milá no presentará Gran Hermano 17. La noticia saltó por sorpresa una tarde de este estío. Confieso que me costó un mundo dejar a un lado el estupor. No pretendo decir que la promo de rigor fuera sustituida por una noticia bomba, pero es cierto que nada podía conseguir que hablásemos tanto y tanto de nuestro programa preferido en medio de la canícula a finales del mes de junio. Sospecho que aprovecharon nuestro estupor para dejarnos sin noticias hasta ahora. Ya nos apañaríamos nosotros. Y ya lo creo que lo hicimos.

Nos gusta más una conspiranoia que a Terelu un gin tonic y una porra. Así se fue construyendo la serpiente del verano, con la ayuda de alguien con mucho tiempo libre y una miaja de imaginación (sin exagerar, que tampoco hay para mucho). Un par de vídeos supuestamente trucados y una idea feliz (tal vez un sueño, si acaso una confesión de madrugada) nos hicieron creer que Mercedes Milá presentaría por sorpresa Gran Hermano 17, posiblemente con la ayuda de un Jorge Javier Vázquez que mantendría el engaño puertas adentro de la casa. Lo llegué a ver publicado en la Wikipedia. Y yo sufriendo por Jorge.

Si esto termina teniendo algo de realidad prometo que me rapo la cabeza al cero. Poca cosa, pensarán algunos. Pues sí, pero no estoy seguro de que lo hiciera Terelu, aunque me tienta subir tanto la apuesta. De momento lo dejo, no vaya a ser que me meta en un buen lío. La serpiente del verano ha terminado siendo una hidra de dos cabezas, y en su última mutación se dice que Mercedes podría ser concursante. No abandonen nunca el buen humor. Ni los gin tonics. Hagan el favor.

De forma que apenas tenemos una noticia, lo de los colores y una puerta que se abre. Con esto no se va a ningún lado. Lo de la puerta me trae el recuerdo del juego de las tres puertas, del que hablé aquí la primera temporada que ocupé este espacio que mis caseros llevan dejándome desde hace ya ocho años. Benditos ellos. Llegados a este punto tengo siempre la tentación de decir cómo quiero que sea la nueva edición que está a punto de comenzar. También tiendo a dar consejos no pedidos a los futuros concursantes. Esta vez enmascararé de alguna forma lo primero y evitaré lo segundo, salvo en lo que afecta a aquel juego de las tres puertas, guardado con agrado en mi memoria.

No creo que le moleste a Milá el comentario, pero es que aún recuerdo con una sonrisa en la cara cuando me confesaba no haber entendido todo aquello de las puertas. El caso es que la casualidad quiso (siempre me dijeron esto y quise creerlo) que días después de mi disertación sobre las tres puertas aparecieran en el programa como parte del juego de nominaciones. Con un gran resultado, por cierto. Recomendaba entonces a una concursante que pensase concienzudamente a quién quería votar para cuando lo tuviera claro cambiase su elegido por otro. Este sería el método ideal para acertar con la nominación óptima. Solo seguía el argumento matemático de ese mito de la teoría de juegos, el de las tres puertas, sobre el que han discutido hasta premios Nobel.

No lo voy a repetir aquí porque el lector interesado puede ir a leerlo en el texto titulado 'El juego de las tres puertas', publicado el 10 de octubre de 2008 en este blog. Solo apuntar que en un concurso televisivo americano el concursante se encontraba con tres puertas. Detrás de dos de ellas había una cabra y la otra ocultaba un coche (pongamos por caso). O sea, dos sin premio y otra con algo de gran valor. El concursante elegía una puerta, y el presentador abría una de las otras dos, siempre una de las vacías.

El dilema se reducía entonces a dos puertas tan solo, una con premio y la otra sin. El concursante podía entonces confirmar su elección o cambiar de puerta. Por extraño que parezca, el problema matemático recomienda siempre cambiar. Es preciso cambiar siempre. El cambio penaliza una vez de cada tres y favorece las otras dos. Como hice entonces, recomiendo al lector que, si lo desea, aparte la mirada de este escrito y lo piense un rato. En caso de duda vuelvo a remitir al texto original, o con mejor criterio puede leer lo escrito por el profesor Piatelli en su obra 'Los túneles de la mente', sin la cual no podría haber sido el gato que soy.

Bien pensado, el consejo más que para el concursante debería ir para el espectador. Las primeras semanas son importantísimas para conocer a los concursantes y saber de qué pie cojea cada uno. Después de analizar a decenas de concursantes, privadamente desde la primera edición y de forma compartida desde la tercera, creo haber encontrado un modo infalible (y relativamente sencillo) de identificar al concursante descartable, aquel que debe ser apartado más tarde o más temprano.

Lo de los tiempos es otra cuestión, porque se puede querer la permanencia de un concursante no deseable porque nos venga bien para lo nuestro. Ya sea como muñeco (así llaman a los concursantes en Guadalix) de pimpampum o por su capacitad dinamitadora (habitualmente coincidente con la capacidad dinamizadora, casi sinónimos en la telerrealidad).

El concursante más claramente descartable es aquel que utiliza con facilidad el argumento ad nauseam, una de las formas usadas con frecuencia para ganarse el favor de sus compañeros. Dada la naturaleza del programa (un juego de exclusión competitiva en el cual se puede llegar a alcanzar el triunfo sin haber sido expuesto al juicio popular de los votos), es importante para el concursante ganarse a sus compañeros. Esto lo hacen unos con honestidad y otros usando el argumento ad nauseam, o reforma del pensamiento. Y, en su forma más extrema, directamente el lavado de cerebro.

El argumento ad nauseam es una falacia en la que se potencia un argumento mediante su prolongada reiteración. Si hablamos de política tendremos que mencionar a Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, y su afirmación de que "una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad". La religión mejor ni tocarla, así que mejor pasar al ejemplo fácil de las leyendas urbanas, cuyo mecanismo consiste en repetir determinadas afirmaciones (verdaderas o falsas) para terminar asentándolas como parte de las creencias de un individuo o, preferiblemente, de la sociedad en su conjunto.

Convertir algo en una verdad incuestionable, especialmente si se trata de una mentira, es todo un reto. Una tentación. Por poner un ejemplo, Terelu afirma una y otra vez que come poco, y aún viendo que no es cierto su entorno termina por creerlo y no se lo cuestiona. Si consigue que el grueso de la audiencia también lo dé por bueno habría que hacerla ministra portavoz del gobierno. De momento no lo veo.

Entre mis falacias preferidas, el argumento ad nauseam ocupa un lugar destacado, probablemente el que más junto a la del hombre de paja, o espantapájaros. Esta consiste en caricaturizar los argumentos del oponente, tergiversando, exagerando o cambiando el significado de sus palabras. Se facilita así su ataque y argumento contrario.

Sé que más de un lector estará esperando un ejemplo con Terelu de víctima, pero me estoy quitando. Pongamos el caso de Pepe Herrero diciéndole a Dayron, en Gran Hermano 7: "No se debe discutir si se ha estado bebiendo alcohol", y que hubiera obtenido esta reputación falaz de un compañero testigo: "Piensas que si uno bebe se vuelve agresivo e intolerante". Pues lo dicho, que no es eso.

Una vez aconsejado mínimamente el concursante y puesto el espectador en la pista para identificar concursantes poco deseables, tocaría decir lo que espero de esta nueva edición de nuestro programa querido. Pensé primero en reprimirme, luego en buscar un argumento falaz para ocultar mis intenciones. No lo haré, pero voy a ser muy escueto. En mi consejo al concursante hablo de que es preciso cambiar siempre. Valga esto para la propia fórmula del programa. Es imperativo cambiar. Tengo dicho que si no lo hubieran hecho el final hubiera llegado tras las primeras ocho o nueve ediciones. No arriesgar es perder.

Ahora bien, tememos a los cambios. En realidad, a los enfermos de Gran Hermano nos da pavor que el programa pierda su esencia. Y no se hagan una idea complicada sobre eso de la esencia. Es muy sencillo. Esencia es un perfume con sustancias aromáticas concentradas. No estoy hablando de valores inalterables que debamos conservar como señas de identidad. Solo pido que siga oliendo a Gran Hermano. No perder ese aroma. Eso no implica permanecer inamovibles. Movámonos conservando la esencia.

Esto no se arregla con un buen desodorante, lo cual parece sugerir mi último argumento. Ojalá fuera tan sencillo como eso. Aunque tampoco es tan complicado. Olerá a Gran Hermano si se logra mantener la condición de aislamiento de los concursantes. No es tan fácil evitar que unos descerebrados vayan a molestar con megáfonos. Pero la realidad ha demostrado que si un novio celoso decide ir a lanzar pelotas de tenis plagadas de mensajes se le pueden poner las cosas complicadas techando el jardín con una red. Parecidas soluciones pueden tomarse cuando hay dos casas para que unos y otros no se descubran. Bien mirado, si algún día esa casa está debidamente aislada igual pierde parte de su esencia. En tal caso sería capaz de perdonarlo y hasta me alegraría.

El flujo de información del exterior perjudica al formato más de lo que puede beneficiarlo. En el Grande Fratello italiano es tradición, pero aquí acaba con la esencia y nos trae un indeseable olor. Olerá a Gran Hermano si se deja que los concursantes vayan descubriendo por sí mismos lo que pasa a su alrededor. Y que hayan de esperar a su salida para conocer lo de aquí fuera.

La esencia está también en las estrategias, que descansan fundamentalmente en unas nominaciones amparadas por el secreto de confesión. No huele a Gran Hermano cuando nominan a la cara para provocar un ambiente bronco, que casi siempre se produce igualmente. Tampoco olerá a Gran Hermano si se acaba con el balancín, dejando que unos concursantes nominados sean votados hasta que llega la expulsión y otros no. Además, las reglas del juego deben ser conocidas siempre de antemano, tanto por concursantes como, sobre todo, por la audiencia. Cuando hablamos de la "magia de Gran Hermano" nos referimos a otra cosa, no a extraños juegos de prestidigitación.

Olerá a Gran Hermano si todos los concursantes juegan en igualdad de condiciones, dentro y fuera de la casa. Y si el casting nos ofrece diversidad en lugar de uniformidad. Edades y condiciones dispares enriquecen, frente al empobrecimiento que nos ofrecen los perfiles de tronistas, todos jóvenes y apuestos.

Dije que sería escueto. Antes debería aprender a serlo. Digo más, me tienta explicar todo esto de la esencia con más detalle otro día. ¿Tú qué opinas? De momento, me quedaré pensando en colores y más colores. El color, obsesión diaria, alegría y tormento de pintores como Monet. Aunque no olvidemos lo que decía ese otro artista plástico llamado Pierre Bonnard : "El color no añade calidad al diseño, lo refuerza". Aún así, quiero colorido. Sí, dame más color.