Tan sencillo y tan difícil
Parece algo tan sencillo como abandonar a un grupo de personas en una isla desierta y esperar a que pasen cosas. En realidad, es tan sencillo como eso, pero a la vez tan difícil. La aventura de Supervivientes es diferente cada vez, entre otras cosas porque distintos son sus protagonistas. Concursantes sufridores que aun viviendo una vida llena de privaciones son capaces de escribir un guión del que estaremos pendientes desde hoy hasta que llegue el final. No me los imagino esperando ese momento sino el del comienzo, y tengo siempre la tentación de compararlos con ese condenado a la pena capital ante su último almuerzo. Nuestros protagonistas ya han disfrutado de su último almuerzo antes de ser lo más parecido a un grupo de náufragos hambrientos. Y yo, como espectador, espero siempre que tengan hambre de aventura, no solamente de comida.
De momento, no todos empezarán siendo náufragos desde esta misma noche. Digamos que algunos de los elegidos saltarán del mítico helicóptero cerca de una isla y otros encallarán en un barco. La decisión de qué ocho concursantes se convertirán ya en habitantes de la isla del pirata Morgan y aquellos que vivirán de momento en el Barco Encallado la tomamos nosotros, espectadores testigos de lo que haya de pasar en uno y otro lado. Parece que esta temporada vamos a poder votar más que de costumbre. Esto me recuerda a la edición de Rosa Benito, aquella concursante que no había ido al cine sola ni se había tomado unas tortitas a media tarde en un café de Madrid, como es debido y obligado para toda mujer en edad adulta. Fue una edición de famosos y anónimos, pero anónimos de verdad, de hacer su casting y todo, no como estos medio desconocidos que tenemos ahora. Confieso que disfruto más en la medida que haya más concursantes a los que no conozco en absoluto de antemano.
Todos sabemos que la audiencia es inocente y no tomará su decisión con maldad alguna. ¡Por supuesto que no! ¿Quién puede pensar semejante cosa. Pero si así fuese, creo que hay justificados motivos para mandar a unos y otros a su destino. En principio, el barco se supone que es más bien un castigo. Se les priva de tirarse del helicóptero, pero es tan solo un aplazamiento. Ya lo harán cuando les toque. En mi inocencia he imaginado mandar al Barco Encallado a aquellos que tienen cuentas pendientes. En realidad, ¿quién no las tiene?, pero me refiero a aquellos que tienen algo con otro de los concursantes. A saber: Melyssa y Tom dejaron lo suyo en otra isla y otro reality, también en Telecinco; Alexia y Marta coincidieron teniendo una relación con el innombrable supuestamente a la vez; Sylvia es una de las más reputadas ovejas negras del clan Pantoja, en el que se introduce lentamente Omar, novio de Anabel (Sylvia es prima y Anabel sobrina de la matriarca Isabel), y hasta el bueno de Antonio puede fácilmente estar enfrentado a Olga por ser el primero familiar de Fidel Albiac y la segunda mujer de Antonio David Flores. Estos dos no concursantes, pero tengo la seguridad de que están entre los 10 nombres más repetidos en estas últimas semanas.
Falta decir que Alejandro también está tangencialmente relacionado con los Pantoja y que no sé si veo en todo esto más perdido a Carlos o a Palito. Además de que Gianmarco y Valeria tienen en común que son de Italia. O sea, el país transalpino tiene esta vez representante por partida doble. Me queda mencionar a Lara, a Lola y a Agustín. De los tres mandaría al barco a este último, que ha tenido la buena suerte de celebrar los 30 años presentando el Telecupón con Carmen Sevilla y los 60 en Supervivientes. Un parar de naufragar. Primero pensé que lo merecía Lola por no tener apellido y llamarse en realidad Marta, pero así no la confundimos con su tocaya, así que miel sobre hojuelas.
Vuelvo a repetir que son todos ellos quienes escribirán el guión de esta aventura, así que cuidadito con ellos. Una cosa es la broma y otra no dejar de reconocer que tienen más valor que quien escribe estas líneas, cómodamente aposentado mientras escucho a Nyman y tomo un brebaje de color marrón con burbujas y bien frío. Todo un lujo en comparación con la vida de nuestros robinsones durante los próximos meses. Una vida que vamos a vivir con ellos. Mejor dicho: gracias a ellos. Quien quiera embarcarse en esta aventura debe saber que a sus incondicionales espectadores nos gusta más la comida que la gastronomía. Eso decía hace años un crítico de televisión, ese que despreciaba Sálvame porque ser “la nada absoluta” y ahora anda asomándose a la pantalla de mi televisión precisamente en ese mismo programa, tan genial como denostado.
Comida y gastronomía no son lo mismo, se afanaba en aclararnos el curioso crítico. ¡Pues claro que no! Aquel que gusta más de la gastronomía que de la comida seguramente no disfruta del sexo tanto como de contarlo después. “Experto en realities”, me llamaba ayer un amable periodista de un diario nacional. Si lo fuera me decantaría por la gastronomía y a mí lo que me gusta es comerme el reality por los pies. Y, si se me permite el símil procaz, luego venir aquí a vomitarlo. Por eso doy gracias a que me hayan dejado hacerlo una vez más. Tener de nuevo el placer de convertirme cada día (de lunes a viernes) en notario de una realidad que otros cocinan… y yo me como. No se me ocurre nada más placentero, salvo aquello que no se dice.
Moleskine del gato
Se me olvidaba celebrar que un año más estén al mando de la cosa Jorge Javier Vázquez (galas de los jueves), Lara Álvarez (en cayos Cochinos), Jordi González (Conexión Honduras, los domingos) y Carlos Sobera (Tierra de nadie, los martes). Es una suerte tenerlos.
Y en mitele PLUS viviremos Una aventura extrema en exclusiva con Sofía Suescun (ganadora de 2018). No nos va a faltar de nada.
La edición del pasado año comenzó cuando el mundo disfrutaba sin saberlo de la antigua normalidad y terminó en medio de una pandemia mundial de la que seguimos luchando por salir. Sería precioso ver cerrar ese círculo y que esta nueva edición comenzase con pandemia y en esta incómoda nueva normalidad, pero pudiese terminar habiendo logrado vencer al maldito virus. Es improbable que eso vaya a suceder, lo sé. Pero que no sea por dejar de desearlo bien fuerte. Sueño con decir dentro de unos meses aquello que se atribuye al mismísimo Cristóbal Colón y supuestamente dio nombre al país donde se encuentran nuestros queridos cayos Cochinos. “¡Gracias a Dios, hemos salido de estas honduras!”, se dice que exclamó el descubridor tras una terrible tormenta. Quiera el destino que salgamos pronto de estas otras honduras.