La Boda
El Sábado se casó Felinadelsur. Nunca me habían invitado a una boda con tanto cariño unos novios que no conozco personalmente. Para ella era un día cargado de sentimientos y de ausencias pero también de mucho amor. Todo eso lo sabemos los que pertenecemos a la familia del Bolo.
Era un día de jazmines y almendras amargas. Ella, cuando pueda y quiera, nos contará.
Yo estuve en otra boda. Esos de la foto eran mis novios. Esos que escuchan atentamente las palabras de un sacerdote que les entendió y les habló en un idioma que los dos compartieron.
Que no les dio lecciones de vida en pareja, ni de como solventar una crisis, ni de desamor, ni de amor intenso, les escuchó y fue testigo de su unión compartida con una Iglesia llena de gentes que les queríamos y les deseamos lo mejor. Casi idéntico a cualquier otra boda. O no?
He asistido a muchas ceremonias matrimoniales en mi vida y he ecuchado, a veces, cosas que me han escandalizado. A vosotr@s os habrá pasado igual en muchas ocasiones. He escuchado pasmada como el sacerdote trataba diferente a el o a ella. Hablaba a la mujer de sumisión y al hombre de protección.
He vuelto a preguntarme cómo puede nadie jurarse fidelidad eterna. Qué necesidad hay de llegar tan lejos.
En los bancos de una Iglesia se sientan los familiares de la pareja que se va a casar y si pudiéramos leer sus mentes veríamos cosas muy interesantes.
Podríamos ver recuerdos del día que ell@s hicieron lo mismo. Emociones, miedos, vértigos, dudas, dolor, paz, felicidad.
Algunos habrán roto ya en pedazos esos juramentos. Otros, los habrán vuelto a repetir con otra o con otro. Algun@s volverán a revivir esa emoción profunda que debe sentirse cuando la novia no llega y tú, el novio, delante del altar sientes los ojos de todos tus invitados que empiezan a preguntarse por qué se retrasa tanto.
Ya no sabes de dónde sacar la saliva para mojar una boca seca como un algodón, no sabes cómo parar tu cabeza que te ofrece mil posibilidades que justifiquen esa tardanza y ninguna te gusta. No sabes cómo evitar recordar aquellos momentos malos que justificarían que tu novia hubiera decidido no aparecer.
Pero, de pronto, percibes un leve movimiento en los bancos y todos giran la cabeza hacia esa puerta que ha permanecido vacía. Ahí está ella. Está y sonríe. Está y no pasa nada. Está. Cuando después de andar muy lentamente por el pasillo de la iglesia llega a tu lado desearías abrazarla y pedirle que te diga que te sigue queriendo, que sigue queriendo casarse contigo, que el retraso no significa nada, necesitas esa certeza que sólo encontrarás en su mirada y en sus manos.
Ahí empieza la ceremonía y no se os puede pedir que estéis muy atentos a lo que el sacerdote os dice porque estáis ensimismados uno en el otro.
Esa potencia del amor, esa intensidad de sentimientos, esa mano que sujeta la cintura y que sin querer tira del velo que con tanto mimo te han colocado en casa, esa mano es la que tú quieres, la que sabes que te hará feliz. Todo eso es una boda.
También es el miedo a salir corriendo de una ceremonia que no debería haberse celebrado nunca. El terror a contestar que "no quieres" cuando te pregunta, la certeza de que estás cometiendo un error que te costará una vida remediar. Eso también es una boda y much@s de vosotr@s sabéis que es así, lo habréis incluso vivido en carne propia.
Pero hoy me quedo con los jazmines y los ríos de cariño que estas dos bodas nos han hecho compartir.
Hoy la mano de Pablo sujeta la cintura de María y sé que lo hará por mucho tiempo sin necesidad de jurarle que será hasta que se la muerte les separe. Lo sé y lo deseo/lo deseamos.
Hoy nuestra Felinadelsur tiene que ser capaz de dejar sitio a su nueva vida sin dejar de sentir que su madre la acompañará siempre.