La noche antes de la final

telecinco.es 22/01/2009 08:56

Cada año me propongo vivirlo sin perder un minuto.

Cada año empiezo a disfrutarlo mucho antes de que la casa tenga habitantes.

Cada año creo que seré capaz de aceptar el final pero cada año me vuelven a coger las últimas horas con la guardia baja.

Esta noche, cuando acaben su partida de dominó y se beban la botella de cava que "el súper" les ha dejado en el confesionario para brindar por la última noche, tres concursantes se acostarán en Guadalix y pasado mañana, por mucho que nos empeñemos, no saldrá nada por el 24 horas.

Estoy segura de que algun@s volveréis a conectar la tele con la esperanza de que GH10 no haya terminado, lo sé; a mi me ha pasado otras veces...

Algun@ me pidió que os contara cómo me sentía en éstas horas previas a la final de este concurso.

Lo primero que siento es que formo parte de un mecanismo complejo que, como si de un hormiguero se tratara, lleva muchas horas preparando con ilusión y ganas la mejor noche posible.

Hoy en Guadalix había mucha más gente de la habitual y tod@s sabían que su trabajo era imprescinbible, que había que hacerlo perfecto. Sólo los concursantes, esos tres seres humanos ajenos a todo, seguían tranquilos entre sus cuatro paredes. ¡Cuánto daría por ver la película de sus cerebros y saber cuáles son sus verdaderos pensamientos!

El guión de la Gala ha quedado casi cerrado. Los videos finales listos para rematar durante el día de mañana, la complicada producción perfectamente hilvanada y mi cama, desde donde os escribo, llena de momentos que me costará olvidar.

No estoy cansada, de hecho quisiera que mañana un nuevo grupo de concursantes recogiera el testigo de estos tres patitos que siguen jugando al dominó, ese que ellos mismos han confeccionado, y esa casa mágica, siguiera con vida; que mañana por la noche no se apagaran, como seguro lo harán, las luces que durante cuatro meses han permitido que miráramos por el ojo de la cerradura en casi todos los momentos del día y de la noche, que siempre hubiera alguien cuando llegábamos a casa. Pero Gran Hermano nace para morir pero su fortaleza reside en que, como el invierno, guarda en su interior la vida que crecerá y nos lo traerá de nuevo.

No me gusta hablar del futuro cuando vive el presente pero si me gusta tener la ilusión de que esa casa se volverá a llenar de retos, ilusiones, miedos, risas, amor, cansancio, desvelos, sueño, hambre, impotencia, comprensión, deslealtad, cercanía, dudas, certezas, confianza, dolores, sentimientos desconocidos, sospechas, fantasía, calor,dudas, estrategias, manías, acusaciones, rezos, amistad y todo lo que vosotr@s, los dueños del programa, queráis ver en ese grupo de seres humanos que aceptan ser observados sin red.

Esta última noche quiero tenerlos a todos presentes y agradecerles lo bueno y lo malo. Una vez más me han enseñado cosas de mí misma que desconocía y eso no lo agradeceré jamás bastante.

Si erré fue intentando hacerlo lo mejor que sé.

L@s concursantes de Gran Hermano, esos 146 valientes, nunca sabrán hasta qué punto han llegado a hacerme feliz hasta en los peores momentos vividos detrás de los espejos. Por eso, aunque algunos aún no se lo crean, siempre podrán contar conmigo.

Eso siento esta noche mientras los veo jugar al dominó con una fichas manoseadas como si del más viejo bar de pueblo se tratara.

Mañana uno de los tres habrá ganado la batalla y todo volverá a empezar.

De momento, sigue viva la esperanza en esos tres corazones.