Una paloma viajera

telecinco.es 12/02/2010 21:33

Ayer firmé mi adhesión a la petición de concesión del Nobel de la Paz a la Fundación Vicente Ferrer. Cuando lo hice, en su web, una paloma que cubre el mundo avanzó dos kilómetros y yo la vi hacerlo. Es una idea genial que permite a todos los que quieran adherirse a esta campaña, sentir que su gesto tiene una repercusión inmediata.

Que la obra de Vicente Ferrer merece un reconocimiento está fuera de toda duda para millones de personas. Que los trabajos que este jesuita libre y visionario puso en marcha en una de las zonas más pobres del mundo merecen el apoyo de todos los que seamos capaces de dárselo, indiscutible.

Que es muy difícil que se consiga, también.

Conozco bastante bien a la gente que se ha organizado para que esta idea potente llegue a ser una realidad. Están trabajando todas las horas del día y muchas de las noches. Jamás imaginé que había que tocar tantos palos y mover tantas voluntades influyentes para acercarse al Nobel. Lo emocionante es que todos a los que se acercan, todos los que tienen información de la vida y el trabajo de este catalán, se implican de inmediato. La lista de gente muy reconocida y con responsabilidades mundiales que quieren arrimar el hombro, va aumentando hora a hora.

Esa paloma que avanza con cada adhesión, sea la que sea, es el mejor símbolo de lo que se está consiguiendo.

Todos sabemos que el Nobel de la Paz ha vivido momentos de descrédito cuando lo han recibido personas que, a ojos de muchos, no lo merecían. Eso es cierto. Esta vez, quizá porque conozco bien de lo que estamos hablando, sería una pena que los suecos perdieran la oportunidad de reconocer un proyecto contra la pobreza que se podría exportar a otros muchos rincones del mundo donde la miseria no permite que exista la paz.

Arrancar a la gente de la pobreza, ayudarles a construirse una casa, tener un trabajo, enseñarles a administrarse y responsabilizarse de sus comunidades y decisiones, fue la idea de Vicente Ferrer. Esas ideas le hicieron correr peligro y acabó trabajando donde nadie quería hacerlo. Se inventó los apadrinamientos que fueron para su lucha como "una gallina de los huevos de oro".

Miles de personas sienten que a través de un pago mensual muy reducido apadrinan a un niño y ese pequeño gesto lleva la dignidad y la paz a ese inmenso territorio de la India donde viven casi tres millones de personas.

Os recomiendo que os paséis por la web de la Fundación y os suméis a su propuesta. www.nobeldelapaz.org.

Para terminar os cuento algo que me ha pasado hoy.

Hoy podría haber puesto una bomba en la estación de Atocha y nadie, absolutamente nadie, se hubiera dado cuenta.

Me explico: tras aparcar el coche donde he podido, porque eso es ya una hazaña en ese lugar desde donde tanta gente viaja, no he conseguido llegar a los andenes como siempre lo había hecho: todo estaba en obras. He saltado vallas, pasado zonas de trabajos inacabados, subido y bajado escaleras desiertas y al fin he llegado a los andenes del AVE sin que nadie me haya parado ni preguntado a dónde iba. Por un minuto mi tren se me ha escapado pero a punto he estado de subirme en él sin billete y sin haber pasado por ningún control de seguridad. Dejo las conclusiones para vosotros.

No merece la pena escribir ninguna reclamación porque lo más que recibiría sería una amable carta diciéndome que esperan que eso no vuelva a ocurrir y que sienten las molestias. Ese fue el texto que me mandaron la última vez que, tras esperar largo rato a que me atendieran los pocos empleados que hacían su trabajo en venta de billetes, perdí el tren que pretendía coger y para el que había llegado a la estación con tiempo sobrado. No merece la pena, siento decirlo, pero es así.